Capítulo XXII

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Moisés seguro debe de estar bromeando o quizás yo he escuchado mal. Porque que me diga que Solange a desaparecido no se lo creeré.

Al menos que el desconocido esté involucrado, cosas que quizás sea posible.

—¿Q-Qué quieres decir con eso? –pregunto aún confundido ante lo que dijo.

—Solange solo se alejó unos pocos metros de nosotros para contestar a una llamada –dice y se escucha que está muy preocupado–, y desde hace media hora no ha vuelto. Hemos llamado a su celular y nos envía al buzón.

—¿Llamaron a su mamá? –pregunto.

—Si, y nos dijo que no ha llegado a la casa –responde.

—¿No crees que sería bueno reportarlo eso a la policía? –me escucho preguntar.

—Sería lo más idóneo –reponde, luego suspira–. Bueno, ya debo colgar. No me quedan muchos minutos. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana amigo –digo y finaliza la llamada.

¡Cristo! No puede ser que realmente Solange haya desaparecido. Esto, esto no puede estar pasando. Ella seguro debe de ir en camino para su casa. Sí, solo debe de ser eso.

Pero una gran parte de mí dice que eso no es cierto, que ella no está. Sí, solo una persona viene a mi mente. El desconocido. Solo ese maldito infeliz debe de estar involucrado.

Nos sentamos en una de las bancas que están afuera de la venta. Permanezco en silencio, aún pensando en lo que he hablado con Moisés minutos atrás.

Trato de no demostrar mi preocupación para no alarmar a Carolina. Aunque con las respuestas que daba a Moisés son evidencia de que algo malo está pasando.

Solo espero que no pregunte nada Carolina.

***

Término de cepillar mis dientes. Enjuago mi boca. Me limpio y me dirijo a mi habitación. Mi papá acompaña a Carolina a su casa. Sonara absurdo, pero por lo que hoy ha pasado no quiero que nada malo le pase a ella. Aunque viva a tres casas de la mía.

Poco después entran mis padres. Mamá se sienta a mi lado. Papá se coloca delante de mí.

—Aún me cuesta creer que estemos los tres, juntos –digo feliz. Bostezo y llevo una de mis manos a mi boca.

—Pues deberías, Elías –ríe papá. Se acerca y sacude mi cabello–. Hay que descansar campeón, hoy fue un día muy cansado.

—Buenas noches papá, mamá –los veo y ambos me sonríen.

—Buenas noches, hijo –responden al mismo tiempo.

Me dan un beso en la frente y me acuesto. Mamá apaga la luz y cierra la puerta. Veo el techo de mi habitación y poco después me duermo.

***

Antonio

Permanecemos en silencio mientras caminamos a nuestra habitación. Rosa se cambia de ropa, mientras yo me dirijo al baño de la habitación a cepillarme mis dientes. Luego me cambio de ropa y me dirijo a la cama.

—¿Piensas decirle todo, Antonio? –pregunta Rosa mientras lee de alguna revista.

–Aún no lo sé –respondo–. ¿Y tú? –volteo a verla.

—No lo sé –responde.

—La verdad va a dolerle.

—Es mejor, a que viva engañado...

—Entiendo –la interrumpo–. Mierda, en qué momento no me pude deshacer de él.

—Bien podríamos saber si nombre si tan solo no lo hubieras dejado ir.

Desaparecidos (Libro #1 de la saga "Misterio Familiar") © TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora