MEMORIAS

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—Habían pasado años, y el día de hoy vuelvo a mencionar mi pasado.

El hombre trajeado frente a mí ladea su cabeza mientras anota en su libreta cada palabra que menciono.

El cuarto es bastante cómodo y silencioso. Y no veo la necesidad de que así lo sea.

—¿Tan importante es mi historia? ¿Qué es lo que realmente buscan? —Insisto.

El joven reportero posó sus lentes justo en la punta de su nariz, entonces cerró su libreta, al mismo tiempo que detuvo su mirada con la mía.

—En este reporte quisiéramos tomar todos los puntos de vista, historias, e incluso nombres de lo que fué y ocurrió dentro de la mansión.

Ya entiendo a donde va todo esto.

—No eres la primera persona en querer conocer la historia. —Revelo.

Vuelve a abrir su libreta, esta vez, clavando sus ojos en los míos, haciéndome sentir intimidado.

—Conocemos los sucesos, señor Farmiga. Por desgracia, y como usted lo sabe...

—No hace falta mencionarlo. —Interrumpí. —Ahora dígame cuál es el fin de esta entrevista, o me marcho de aquí.

Sus anteojos casi cayeron por la impresión en su expresión facial al verme levantar del sofá.

Solamente queda en eso. Fue un fugaz segundo de impresión para volver a la seriedad que ha demostrado desde un principio. Juega con su lápiz en mano derecha, mientras que con los dedos de su mano libre masajea su frente.

Aprovechando el silencio decido aproximarme a la puerta.

—No vine aquí solamente a perder el tiempo.

Al poner mi mano en el pomo de la puerta sentí un pequeño murmuro en mi oído.

La voz da vueltas en mi cabeza. Me hace rotar la vista hacia cada rincón del salón. Mis rodillas tiemblan, y mis brazos pesan al reconocer y recordar.

—¿Se encuentra bien, señor Farmiga? —Preguntó el joven aún sentado en su asiento.

Y un ligero mareo me obliga a volver al sofá. Cierro mis ojos tratando de relajarme, exhalo e inhalo con frecuencia y exhaustivamente.

Tardé un par de minutos, pero logré recuperar el control de mi respiración.

—Si bien entiendo, usted aceptó a esta entrevista. Temo informar que el fin de entregar su testimonio es confidencial, y que al mismo tiempo, solo serán mis oídos quienes lo sabrán.

—¿Cual es el sentido de querer conocer al respecto de artefactos extraños, heridas, abusos, fantasmas y muertes?

Todo eso pasó por mi mente.

—Usted no está preparado para oírlo... nadie lo está. —Añadí.

El sujeto juega otra vez con su lápiz, sin despegar su mirada de la mía.

—Este es mi trabajo, señor Farmiga. Estoy preparado para lo que sea.

Justo ahora vuelvo a experimentar el miedo que tuve durante mi infancia. Mis ojos irritan, mis manos y rodillas tiemblan con solo pensarlo.

Un último respiro para lanzar al rostro del periodista todo lo que desea saber.

En un comienzo era un mal chiste, luego; un castigo, para después convertirse en una pesadilla. No quisiera tener que contarlo... pero esto es lo que viví dentro de Heaven'S Garden...

Heaven'S GardenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora