19 DE SEPTIEMBRE.

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-En memoria de los damnificados y fallecidos del terremoto del 19 de septiembre del 2017-

Era la una de la tarde con catorce minutos, cuando México empezó a sonar, a sentir y a temblar...

La personas asustadas, gritaban y corrían, tratando de buscar refugio en sus mentes, pero no se podía, el ruido hacía que nos ahogáramos entre la multitud y el miedo.

Aquel minuto, aquellos sesenta segundos, se convirtieron en un año, en una década, en un siglo. Eterno rugir de la tierra.

Las personas regresaron en el tiempo, como si un fantasma azotara en sus recuerdos y la pesadilla se volviera realidad. Fueron las memorias, las voces, las imágenes y las acciones de hace 32 años, las que se plasmaron de nuevo en mi país. Justo cuando pensábamos que esto no volvería a suceder, no en este día, volvimos a revivir el 19 de septiembre de 1985.

"Mexicanos al grito de guerra..."*

En menos de treinta segundos, decenas de edificios se habían caído, cuarteado y dañado en todo el país, atrapando en ellos a las personas que no lograron salir a tiempo, y conforme la tierra seguía, más casas se desmoronaban cual polvorón, el vidrio roto se esparcía, las personas se cubrían del peligro, el humo de las estructuras destruidas cubría el cielo azul y el ambiente se tornaba cada vez más gris y sombrío.

Cuando la tierra se cansó, el silencio que reinaba fue remplazado por llantos de susto, rezos y alabanzas por continuar vivos y las preocupaciones comenzaron a invadir a la población mexicana.

Tratábamos de comunicarnos entre nosotros para intentar consolar nuestro pánico, pero no se podía, no habían redes ni señales, y la tensión nos carcomía con suposiciones malas, haciéndonos cerrar los ojos, tratando de pensar que todo ha sido una fantasía, una ilusión.

"El acero aprestad y el bridón..."*

Al volver a abrirlos, nos dimos cuenta de la situación actual. No fue un sueño, esto fue real, tan real que erizaba la piel. 

Las calles perecían campos de batalla, como si varias bombas hubieran impactado en ellas. Y dolía, dolía en el pecho ver que tantas personas habían perdido todo, sus casas, su familia, su vida, creando heridas nuevas o abriendo viejas. Desde niños hasta ancianos e incluso animales, vivían en carne propia la preocupación y la pérdida. En los ojos se clavó el terror y la noche llegó.

"Y retiemble en sus centros la tierra..."*

En eso una voz pidiendo ayuda se escuchó a través del eco del miedo, y una mano salió para levantar y ayudar a esa voz, y de una se unieron dos para auxiliar, y de dos se multiplicaron a cientos, al igual que las voces. Por cada voz, una mano, por cada mano, una ayuda y por cada ayuda, una esperanza renacía para levantar al pueblo.

Una persona encontró a la bandera caída, la sacudió, le quitó el polvo y la suciedad, junto con el sudor y las lágrimas derramadas, tomó un palo alto y la amarró. En ese momento, una ráfaga de viento helado la movió e hizo que se hondeara por los cielos, tiñéndolos de verde, blanco y rojo. La imagen del águila posada en el nopal y devorando a una serpiente, se ve reflejada en las pupilas de los mexicanos y se impregna en nuestro orgullo nacional. Una señal de nuestra patria querida, que aunque ha sido pisoteada, le pide a su gente que mantenga la frente en alto, que nos ayudemos y nos amparemos los unos a los otro, para que nuestro país vuelva a levantarse y renazca una vez más desde las cenizas. Al igual que hace 32 años, surgiremos nuevamente. 

¡Seguimos viviendo el temblor, pero ahora estamos de pie! 

"Al sonoro rugir del cañón."*

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*Coro del Himno Nacional Mexicano, escrito por Francisco González  Bocanegra y compuesto por Jaime Nunó, en 1853 y 1854*

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México ha sido sacudido por otro temblor que nos dejó devastado, pero como mexicana que soy estaré ayudando a mi país y a mi gente, esto sólo es un mal tiempo para nosotros y espero que pronto todo esté bien.

Gracias a las personas que están apoyando, aunque sea con lo más mínimo, se les agradece de verdad. 

Sigamos fuertes México.

Gracias por leer.

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