Capítulo único.

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Como un viviente, arrogante de su noble estatura,

Con su gran ramillete, su pañuelo y sus guantes,

El tiene la indolencia y la desenvoltura

De una coqueta muerte de porte extravagante.

¿Cuántas noches no se lo había planteado ya? Deshacerse de aquella criatura culpable de su errático actuar, Sebastian observaba a su joven amo como últimamente venia haciendo desde casi seis meses mientras el mismo dormía. Lo que al inicio fue mera curiosidad termino convirtiéndose en una espantosa costumbre, anteriormente solo se quedaba cuando el jovencito se lo pedía sin embargo pronto se vio quedándose a su lado incluso cuando no se lo solicitaba; que estúpido se sentía.

Aquel ser se removía entre sus cobijas ajeno al acecho de su mayordomo, los ojos rijosos no se perdían el mas mínimo movimiento siendo captado de inmediato, por mas que tratara de evitar tales acciones pronto comprendía que le sería imposible, molestándose aún más por su ineptitud ¿Qué demonios le sucedía? Se acercó al bulto que era su contratista y observándolo a detalle seguía sin comprenderlo. Lo aceptaba su joven amo era un humano atractivo sin mencionar su exquisita alma, pero seguía siendo un niño humano cuyo valor se perdería con el pasar de los años y por supuesto con la muerte; más en este caso concreto pues moriría prematuramente, sin llegar a florecer realmente.

Lo posiblemente mas fastidioso del caso es que no podía irse, solía auto convencerse de que tras un par de horas se iría para que tan solo al tomar el pomo de la puerta, se arrepintiera cerrándola nuevamente con el mantra de que solo serían unos minutos más, lo cual por supuesto no sucedía pues antes de notarlo ya casi era hora de despertar al joven. Solía hacerlo una vez por semana hasta que termino haciéndolo diariamente, la sangre le hervía solo de acordarse.

Tanta fue su desesperación en una ocasión que de manera seria planeo el asesinarlo, cuando el momento llegó y observó el rostro apacible de su amo, su mano titubeo imposibilitandole su proceder, la única muestra de su perdida temporal de cordura, fue una leve marca en el cuello de la cual jamas nadie se enteró. No importaba que tanto dijera que no lo lastimaba debido al contrato, sentía que se debía a algo más que no lograba descifrar, tampoco era como si quisiera analizarlo.

Justo ahora se encontraba aporreando la masa con la que prepararía el pan de esa mañana, toda su frustración descargada en la pobre mezcla deforme. Esa semana en especial se encontraba en verdad voluble, sabia por supuesto que se debía a que básicamente se la pasaba suprimiendo su sentir pero la cuestión era ¿estaba molesto? ¿Frustrado? ¿Enfermo? Casi quiso reír con la última, casi.

Con su típica elegancia de buen caballero ingles, sirvió los alimentos como solo un conde merecía que le sirviera su mayordomo, tal cual hacía desde hace ya años desgloso el menú a detalle, estaba seguro que eso complacía en demasía a su amo. Sin embargo por supuesto que algo era diferente, tan solo al ver al oji azul aquella molestia volvía a su ser haciendo que sus movimientos fluidos parecieran portar la elegancia de las rígidas rocas, y como era de esperarse el joven conde notó de inmediato esos pequeños detalles que desde el primer momento pidió a su mayordomo evitar.

- Sebastian. – Le llamó para captar su atención.

- Dígame. – contestó de inmediato.

- ¿Qué es lo que te sucede? – bajando la bella taza de té, se disponía a cuestionar a su sirviente.

- ¿He hecho algo malo? – contestó con otra pregunta, con la mejor cara inocente que disponía.

Ese mayordomo, perplejo.Where stories live. Discover now