1. New house, New city, New life.

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— ¡_______! —Escuché un grito desde la planta baja que me sacó por completo de mi ensoñación. — ¡Cariño, ayúdame con las maletas! — Volvió a gritar mamá, y desconecté los audífonos de mi celular, parando la música automaticamente. Bajé las escaleras, arrastrando los pies pesadamente.

Mamá estaba esperándome parada bajo el umbral de la puerta principal junto con una gran sonrisa —Ten —me tendió tres maletas de gran tamaño.— Esas son las tuyas.

Maniobré con las maletas intentando no caerme de bruces mientras subía los primeros escalones hacia mi cuarto — ¡Oh! ________... — Llamó nuevamente y me giré —Antes de que se me olvide, tu uniforme esta lavado, planchado y guardado en tu closet. Comienzas mañana.

Sentí las piernas flaquear levemente, y mis brazos fatigarse. Abrí los ojos de par en par. —¿Mañana? —Pregunté. — ¿Estás jugando conmigo?

Mamá sonrió plasticamente, alisando su falda. Todo en ella me parecía tan...actuado y premeditado. No podía concebir que alguno de sus gestos fuera autentico realmente. —Claro que no, cariño. Hablo muy enserio. — Su sonrisa era imperturbable y eso, irónicamente, me perturbaba a mí.

Intenté sonreír aunque lo que proyecté en mi rostro fue más bien una mueca torcida. Subí las escaleras intentando no tropezar con las estúpidas maletas hasta mi habitación. Todo se veía tan vacío, y sin vida. Las paredes de color márfil, estaban desnudas, ni rastros de fotos familiares o de mis rayados escondidos. Aún se podía sentir el olor a pintura fresca en el ambiente. Era una casa completamente nueva en una nueva urbanización de unos amigos de mi padre en New York.

Deje caer las maletas al suelo, mientras miraba a mi alrededor, y un solo pensamiento inundo mi mente.

Este no es mi hogar.

Me sentía prisionera en mi propia casa y me parecía patético.

Miré el reloj - 8:30 - p.m. Abrí una de mis maletas. El corazón me dio un vuelco al ver todas esas cartas de despedida que habían escrito mis amigos. Lea, John, Christine, y Anthony. Apoyo, imágenes de nosotros cinco haciendo estupideces, mensajes de cariño y fuerzas se plasmaban una y otra vez. Sentí un nudo formarse en mi garganta inevitablemente.

Llevaba menos de un día en New York, y deseaba con todas mis fuerzas volver a Florida, con mis amigos y sus estúpidas tablas de surf, que siempre me habían resultado molestas, pero que ahora extrañaba más que a nada.

Saqué la ropa de mi maleta, y comencé a doblarla con el ceño fruncido. Demonios, yo no debería estar aquí. Era feliz en mi casa, y a demás de eso me perdería la competencia anual de surf.
Bufé, molesta de solo recordarlo. Esto me estresaba de sobre manera, en cualquier minuto entraría en un cuadro de depresión post-mudanza. Tener que fingir que todo iba bien frente a mis padres, no era tan fácil como parecía. Ellos siempre habían querido lo mejor para mí, o al menos eso había creído toda mi vida.

Alguien llamó a la puerta de mi habitación—________, hija —el femenino pero a la vez demandante tono de voz de Mamá se filtró por la madera— Te estamos esperando, baja a cenar.

Me levanté de la cama en un salto, abrí la puerta. Mamá estaba ahí, parada, con su tipica sonrisa, que indicaba que todo estaba en perfecto estado. —Tu padre nos espera -—dijo, y salió rumbo a la escalera, con su taconeo inconfundible. En la planta baja, estaba el comedor, la cocina, un baño de invitados y una sala de estar gigante. Me parecía estúpidamente excesivo teniendo en cuenta que eramos solo tres personas las que viviríamos aquí, pero no me queje.

Camine hacia el comedor, mi padre estaba sentado en la punta una mesa para diez personas, leyendo el periódico, en la sección financiera, como siempre.—Hola, terroncito de azúcar- me saludó sin levantar la vista del periódico.

The only reason {Luke brooks} (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora