Reto sobre la muerte pero divertido

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Compartí premio con dos compis!! Estuvo divertido.

Asalto en un funeral

Las campanadas de la Iglesia ya anunciaban el comienzo de la misa. Los familiares iban de negro y con la cara mustia. Era un acontecimiento importante, se había muerto en circunstancias muy extrañas el esposo de Elvira. Ella era conocida por ser la dueña y heredera de todo un imperio. Una mujer regia y con un carácter insoportable. Las malas lenguas decían que ella lo había asesinado. El féretro estaba completamente cerrado porque decían lo habían desfigurado la cara.

La viuda iba con velo y gafas de sol oscuras pero permanecía inescrutable y muy entera. Enfiló directa al primer banco y se sentó a esperar que el cura diera comienzo.

En el jardín ya sólo quedaban dos hombres.

-Paco ya no hay nadie afuera, es hora de entrar. ¿Nos ponemos las medias ya?

-¿Cómo que las medias? ¿No has traído verdugos negros como te pedí?

-¿El pleno agosto? ¡Qué calor! No, he cogido unas medias de mi mujer de redecilla. Son más frescas y más bonitas. Además huelen a ella.

-Pero ¿Tú estás tonto? -A regañadientes ambos hombres se pusieron aquello sobre la cabeza. No se les reconocía y el tal Paco se rio al ver el aspecto de ambos. Cogieron sus pistolas y Justino dio una patada a la puerta que no cedió ni un ápice ante la cara atónita de su compañero, comenzó a dar saltos y alaridos de dolor.

-Mierda de puerta antigua. Ay qué jorobarse como construían antes. ¿Y si llamamos a la puerta?

-¿Tú eres idiota? Tira para acá, es por aquí imbécil. Esa puerta pequeña la abres y gritas ¡esto es un atraco!

Justino entró tipo las películas atropelladamente, pegó un tiro al techo y todo el mundo dio un alarido por el susto. Por desgracia, el disparo rompió el enganche de una lámpara muy antigua que cayó con estrépito justo en medio del pasillo. El cura se llevó las manos a la cabeza.

-Hijos, piedad. Esto es la casa de Dios.

-¡Uy perdón! -se disculpó con torpeza- es mi primera vez.

Paco le atizó una colleja:

-¿Quieres callarte? A nadie le interesa. Coge los cestitos y que todo el mundo ponga lo que lleve de valor en ellos.

Cuando hubieron metido todo en una bolsa de deporte, se acercaron hasta el féretro y ante la sorpresa de los presentes, se lo llevaron.

-Pero ¿A dónde van con mi marido? -gritó la viuda sorprendida.

-Esto es un sacrilegio -se quejó el cura.

- No sé preocupe señora que su marido a partir de ahora sí que va a vivir de verdad- la consoló Justino.

-Pero ¿Qué tonterías dices imbécil? -lo increpó Paco-. Deja de intimar con la viuda.

-Yo sólo quería que se quedara tranquila.

-¡A callar todos! ¡Basta de sandeces! Señora Elvira no se preocupe que su marido hará el viaje al más allá con nosotros. Ya le enviaremos la factura y nada de llamar a la policía -amenazó Paco y posicionó su pistola cerca de la sien de la viuda. Cargaron con todos los bultos, dejando a todos los presentes boquiabiertos.

Los dos ladrones salieron con el botín y el féretro en mano, atracaron la puerta y marcharon veloces hasta el furgón. Cuando se alejaron unos calles, Justino dio un par de golpes a la tapa.

-¿Sigo vivo señor?

-Pero ¿qué demonios haces? Ábrele ya de una vez idiota, ¿Quieres le de un síncope?

Al abrir el féretro, el marido de Elvira se levantó angustiado y de mal humor.

-Desgraciados, ¡me queríais matar! ¿Se puede saber qué hacíais?

-El idiota de Justino casi echa a perder toda la operación. ¡Menudo imbécil! No sé para qué lo has contratado.

-Es que a mí eso de robar muertos muy vivos no está dentro de mi código de ladrón. Estaba muy nervioso.

-Cállate ya de una vez -le increparon ambos hombres-. Menos mal que en la próxima calle nos separamos. Porque contigo fijo nos pilla la pasma.

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