De vuelta a las desapariciones

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Los días pasan y vienen deberes, trabajos, exámenes... Y asciendo en lo que cursos escolares se refieren. De hecho, estoy en tercer curso en todas las asignaturas. Aunque me falta ver mis resultados en transformaciones, espero tener buenas notas.
¿Pero sabéis en lo que no he mejorado absolutamente nada?
¡Con el violín!
-Tienes que practicar más, Rosie. -me dice mi abuelo.- Y en seguida, a poder ser. ¡Ya no nos quedan sitios para practicar!
Veréis... He descubierto que se me da fatal tocar el violín.
¡Y me esfuerzo! ¡No creáis que se me da mal porque cojo el violín una vez a la semana!
¡Lo cojo todas las tardes!
El problema es... Que nadie quiere que esté cerca de ellos cuando toco.
La primera vez que practicamos fue en los jardines del norte. Y casi dejo sordos a todos, incluyendo a mi abuelo.
-¡Ay Merlín, que alguien lo pare!
-¡Es infernal, por favor!
-¡Que pare ya, que pare YA!
Estas eran las súplicas de la poca gente que había por ahí.
Yo me quedé un poco sorprendida de aquellas, pero decidí pensar que era normal, el primer contacto con un instrumento desconocido nunca es bueno.
Y en mi caso no lo es ni el primero, ni el segundo, ni el cuarto... Ni el número tropecientos mil sesenta y nueve.
¡No doy ni una!
Probamos en ls jardines del sur, en los del este y en los del oeste. Y nada. La pobre gente al escuchar rasgar las cuerdas del instrumentos parecía retorcerse dentro de su cuerpo su alma, en un sufrimiento puro.
Decidimos mi abuelo y yo ir al campo de quidditch, pensamos que estando más lejos no se oiría. Duraron ahí, mis prácticas, dos semanas, porque un día que Gryffindor entrenaba, casi se caen de las escobas. Harry me pidió amablemente que, por favor, parara y abandonara el campo. Yo me limité a ponerme roja como un tomate y pedir perdón unas doscientas veces, antes de arrastrar a mi abuelo a otra parte.
Nuestro siguiente destino fueron los patios, peor todavía porque allí sí que había mucha gente. Nos echaron de allí de muy malas maneras, y mi abuelo amenazó a más de alguno con dejarlo calvo. O calva. Pero yo tiraba de su brazo para poder irnos de allí antes y pedir perdón unas doscientas mil veces.
De hecho, era verme en  los pasillos con el violín y la gente escapaba  de mí, ¡todo el mundo!
Bueno, también escapaban porque...
Bueno, digamos que las despariciones de mis amigos habían vuelto.
Siempre se iban a la sala de los menesteres a practicar no sé qué, y por mucho que buscaba la condenada sala, nunca aparecía. ¡Nunca! Y una vez que seguí a Ginny, que iba con Dean, entraron en una puerta. Y no despareció. Así que corrí hasta ella y entré... ¡En un cuarto con porquería! ¡No había nada allí! Y por mucho que buscara, a ver si había algún pasadizo secreto que se me estuviera escapando, no encontraba nada. ¡Nada!
Y volví a sentirme sola de nuevo.
Una opción era pasar las tardes con Seamus... Y otra era la de las clases de violín, y estas me hacían mucha ilusión... Además de que... Bueno... Seamus está siendo un poco pesado conmigo. No me suelta, y siempre hacemos lo mismo, ya sea pasear por los jardines, hablando de algunas cosas, o irnos a una esquina solitaria para enrollarnos.
Era divertido, y tal... Pero... Lo que no me gustaba era que, por ejemplo, no puedo pasar un rato con mis amigos, antes ya no podía porque desparecían, y ahora... Ahora también, pero se van toda la tarde... Bueno, toda la tarde no...
Digamos que puedo pasar un rato con ellos, y lo hice un par de veces... Seamus se unía siempre, y bueno... Digamos que siempre uno tiene ganas de andar con sus amigos, estar un poco lejos del novio, y tal...
Ir un poco a mi rollo, ¿me entendéis?
De hecho, pensé que él también querría un poco de juerga, ir con los amigos...
Pero no salió como esperaba...
-Seamus, ¿no te gustaría...? Ya sabes, ¿andar un poco a tu rollo? -le dije, una tarde que habíamos ido con Justin, Susan, Ernie y Hannah. Ellos me habían dicho que se lo pasaban mejor conmigo sola. Que Seamus es un pesado.
-¿A mi rollo? -me dice, el muy ingenuo.
-Claro. Es que como siempre estamos juntos... ¿Tus amigos no te echan de menos? ¿No te gustaría pasar una tarde con ellos, de juerga y tal?
-¿Qué? Oh, cielo... -me abrazó y río con tal intensidad que se podría haberle oído facilmente desde el bosque prohíbido.- Mi amor... Ya paso tiempo con ellos en clase, contigo no paso nada de tiempo... Además, ellos saben que teniendo yo novia, y a quién tengo de novia... -sube y baja las cejas, con una sonrisa pícara.- Entienden que me gusta pasar tiempo con ella. ¿Pero por qué me preguntas eso, cariño?
-Pues... -digamos que la confianza es lo primordial en una pareja... ¿No?- Es que... Mis amigos dicen que ya no paso tiempo con ellos... Me echan de menos, Seamus. ¿Te importaría que fuera algunas tardes con ellos?
Me miró, sin conprender, y luego me echó una pequeña sonrisa.
-Claro que no, cielo... Es decir... No te veo mucho, solo las tardes... Pero... Supongo que tú también echarás de menos a tus amigos... -parecía triste, por lo que me sentí culpable en el momento.- Claro que no me importa, mi amor. Así de paso... Me pongo al día con mis amigos.
Después de aquel día, un día, solo un día estuve con mis amigos. Y me lo pasé genial. Y según me contó, él también se lo pasó de miedo, pero me dijo que prefería estar conmigo, porque me echó mucho de menos. Para varíar.
Y las pocas veces que volvimos a estar con los amigos fue con mis amigos, a los que no les agrada que Seamus me esté besuqueando y haciendo carantoñas todo el rato... Y los amigos de Seamus, con los que me echaba unas risas enormes, pero que a mí no me hacía gracia que nos besuqueáramos todo el rato.
Y a él tampoco le hacía mucha gracia estar acompañado conmigo y con más gente. Solo le gusta estar conmigo.
Y no digo que a mí no me guste estar con él... Pero no me deja espacio.
En fin...
Hoy buscaba con mi abuelo algún sitio para practicar, y decidimos ir a la entrada del bosque prohíbido.
-Si no entramos, no tienen por qué echarnos la bronca. -dice, ríendose.
-Sí. -río.- Además que estaremos en la entrada. No dentro.
-Exacto.
Entre risas y más risas llegamos a la entrada, con Hagrid por ahí, que nos saludó de muy buena manera (incluso nos ofreció un té) y nos ponemos manos a la obra.
-Estamos tan lejos del castillo que es imposible que nos puedan escuchar. -sonríe mi abuelo.- ¡Venga, manos a la obra! Empecemos por hacer la escala. Al hacer las notas bien, no soltarás sonidos chirríantes cada dos por tres.
Sí. Venga, ¡que no puede ser inposible!
-Bien. Empieza con do grave...
Rasgo la cuerda y el instrumento suelta un chirrido. Me encojo y mi abuelo también.
<<Jolín, como empezamos...>>
-¡Ey, ey, ey...! No rasgues tan fuerte. Más despacio. Acaricia la cuerda, recuerda, acarícila.
La "acaricio" y vuelve a sonar el chirrido.
-Acariciala.
Lo vuelvo a intentar repetidas veces.
Y nada.
El mismo chirrido, más agudo o más infernal. Mm.
-Querida. -mi abuelo me coge de las manos y hace que las mueva, tocando el instrumento.- Así, ¿ves?
Un sonido precioso sale de mi violín y yo sonrío, asintiendo.
Repito el movimiento yo... Y otra vez el mismo chirrido.
-¡Agh, esto es imposible!
-No, tú síguelo intentando. Ya verás, te saldrá.
Practicamos un poco más, con más chirridos, claro, hasta que decidimos descansar un poco.
-Voy a la cabaña de Hagrid, a...
-A pedirle perdón por mi ruído. Ya...
-No querida. Iba a... Esto...
Sé perfectamente que mi abuelo sabe que a todo el mundo le desagradan los chirridos que suelta el condenado instrumento cada vez que lo toco, pero intento ignorarlo.
He dicho "intento".
-Bueno... Voy un momento junto a Hagrid.
Mi abuelo me besa en el pelo y me regala una sonrisa antes de marcharse. Cuando lo pierdo de vista miro mi violín.
<<A lo mejor no estoy hecha para esto...>>
Yo creía que con práctica todo se solucionaba... Pero al parecer no es así, vaya.
Me giro hacia el bosque prohíbido y lo miro detenidamente. Incluso de día es aterrador y oscuro, ya no digamos de noche. Para cagarse de miedo, tú...
Aunque no niego que me entra mucha curiosidad al querer entrar ahí. Dicen que hay criaturas horrorosas y realmente peligrosas ahí dentro... Pero también unicornios. Y yo nunca he visto un unicornio. Sería muy chulo ver uno.
Pero está prohíbido. Se llama el bosque prohíbido. Su nombre lo dice todo.
Vuelvo a mirar para mi violín y me dispongo a practicar más. ¡Lo hacen hasta los muggles, vamos a ver! ¡Tiene que darse hecho, por Dios!
Rasgo las cuerdas y suelto más chirridos imfernales. Pero no me detengo. De hecho...
Creo que casi he conseguido un "do"  perfecto...
Noto un resoplido detrás de mí y paro de tocar, o mád bien, de crear cáncer auditivo. Me giro...
Y me quedo blanca.
Hay un centauro mirándome con cara de mala leche, y detrás de él hay... Como diez. O quince.
Trago saliva y me encojo, abrazando el violín.
<<Ay Dios... Ay Dios...>>
Mus piernas tiemblan y yo no me atrevo a moverme. Creo que no les guste que toque el violín...
-Tú. -me dice el cabecilla.
Vuelvo a tragar saliva.
-¿Eres tú quién hace esos ruídos infernales?
No contesto, ya que tengo miedo de fastidiarla aún más. Mis rodillas se doblan y ya no solo tiemblan mis piernas del miedo, sino todo el cuerpo.
-Contesta.
Asiento, temerosa.
-Yo... Solo... Quiero aprender a... Tocar... -susurro, y le enseño mi violín y el miedo me consume.- Lo siento, no me hagáis nada, por favor... Lo siento, lo siento, lo siento... No volveré a molestar...
-¿Por qué no aprendes en otro sitio? No estamos de muy buen humor, que digamos.
-¿Y p-por qué? -me atrevo a decir, aún con algo de miedo. El centauro me tiende una mano para ayudarme a levantarme, ya que me he arrodillado y he caído al suelo sin darme cuenta. La acepto y él me ayuda a levantarme.
-¿No lo sabes? Se dice que Quién-tú-sabes ha vuelto. -me dice, con temor, pero luego vuelve a estirar el pecho para mirarme con severidad.- Y tú, pequeña Rocío Pérez... No deberías estar en Hogwarts sin saber qué puede ocurrir.
-¿Cómo sabes quién soy? -susurro.
-Tú abuelo... Ha sido muy bueno con nosotros. Venía a visitar a nuestros parientes de pequeño, arriesgándose a tener una muerte segura en estos bosques. Y veo... Que su bisnieta es igual.
Trago saliva.
-No tengas miedo. No te haremos daño, a no ser que tú nos lo hagas a nosotros.
Asiento, comprendiendo un poco.
-¿Puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Quién-tú-sabes es la misma persona que Quién-no-debe-ser-nombrado?
-Claro. ¿Es que acaso no tienes ni idea de quién es el señor tenebroso?
Niego. Me he perdido, y me da que es algo importante...
-¿Nadie te ha explicado, pequeña niña, quién es el señor oscuro?
Vuelvo a negar.
-¿Todos esos motes que ponéis son para el mismo tipo?
-Querida, no es para tomarlo a broma... Ha regresado... Verás... Hace algún tiempo, hubo una guerra mágica, ¿sabes? No todos los magos son buenos, hay magos y brujas malos... Y hay magos y brujas buenas... Pues entre ese grupo, hubo y al parecer, hay, uno en el primer bando que era el peor y más malo de...
-¡Ejem!
<<Esa voz chillona...>>
Me giro para ver a cara de sapo Umbridge, con una cara seria. Detrás de ella viene mi abuelo.
-Hola Ed. -le dice al centauro y viene hacia mí.
-Antonio... Cuanto tiempo... ¿Qué hay, viejo amigo?
-Nada especial. Yendo de aquí para allá... No debes contarle ese tipo de cosas a mi niña, Ed. Es muy pequeña.
-Pero Antonio, ¿crees que haces bien en ocultarle la verdad a la pequeña? Así solo conseguirás que...
-¡Ya basta, centauro! -interviene Umbridge.- Vete al bosque con el resto de tu especie, ¡vamos!
El centauro la mira mal, pero obedece. Sin embargo, antes de adentrarse al bosque, nos mira a mí y a mi abuelo.
-En menos de dos minutos que he estado con ella, he podido comprobar que es igual que tú, Antonio. Si nadie le da respuestas... Las encontrará ella. Con ayuda o sin ella. Con fuentes o sin ella.
Se adentra en el bosque y gracias a la cantidad de árboles que hay, no veo por qué camino va.
-Vámonos, Rosie. -mi abuelo me coge de la mano y tira de mí, pero yo me retengo.
-Espera, quiero...
-¡Antes de que se vayan...! -dice Umbridge, acercándose con una de sus falsas sonrisas.- Quiero que sepan algo... Señor Alfonso.
-Umbridge. -dice mi abuelo, molesto.
-Le queda terminantemente prohíbido darle clases a su nieta de música.
-¿Qué? -decimos los dos.
-Va a matarnos a todos esos ruídos infernales... Además, deberían ver la norma cincuenta y dos... No se permite la música en Hogwarts, y usted, que es adulto, debería más que nada... Dar ejemplo. -le dice a mi abuelo, que frunce el ceño.
-Gracias por darme consejos de como cuidar a la niña, Umbridge... Aunque eso debería decidirlo yo... ¿No?
-Da la casualidad... De que soy la Suma Inquisidora... Reflexiona un poco, Antonio.
-¡No puede quitar la música! ¡Es buena! ¿Cómo puede quitar algo bueno? ¿Qué amenaza le ve? -me encaro.
Umbridge me mira y sonríe.
-Quizá debería llevarme a tu nieta a mi despacho, Antonio... Para enseñarle que no debe faltarle el respeto a sus mayores...
-Oh no, créeme, estoy de su parte. -dice mi abuelo poniéndome una mano en el hombro.
-Ten cuidado, Antonio... Y en cuanto a ti, querida, más vale que obedezcas. No quiero verte en mi despacho de nuevo.
<<Maldita falsa...>>
Vemos que se aleja y yo empiezo a darle sentido a las cosas
Creo...
Creo que Harry y los demás están entrenando y volviéndose más fuertes por si el día de mañana tienen que luchar contra algo...
Tienen que defenderse...
Defenderse...
Defensa...
¡Claro! ¡DCAO!
¡Están aprendiendo cosas de DCAO porque Umbridge solo da teoría! ¡No práctica! ¡Y necesitan práctica para luchar con el tío ese del que nadie me quiere hablar!
¡Y a mí, que soy el peor caso de todos, porque saben de DCAO desde cuarto año y yo solo lo que Remus y mi abuelo me enseña, lo que equivale un año, no me dicen nada!
¡Nada de nada!
¿Será porque pensarán que soy una inútil y por eso no pensarán que no merecerá la pena?
Es que nadie me ha dicho nada. Ni el trío, ni Ginny, ni Fred, ni Dean...
Ni Justin, ni Hannah, ni Ernie, ni Susan... Ni Luna...
Ni...
Ni George...
-Vamos, Rosie. Ya encontraremos la manera de que aprendas, vamos...
-¡No! -digo, enfadada.
-¿Qué? ¿No quieres aprender a tocar?
-¡A mí eso me importa una mierda de hipogrifo! ¡Nadie me ha dicho nada! ¡Hay un tío por ahí peligroso, hay un ejército de alumnos que se reúnen secretamente, ninguno de mis amigos me ha dicho nada! ¡Nada! ¡Y eso que soy la peor en DCAO porque, si por si nadie se había dado cuenta, es mi primer año aquí!
Mi abuelo me mira, entendiéndome, pero yo no estoy por ablandarme con miraditas.
-Rosie, escucha...
-¡Dímelo! ¿¡Quién coño es ese Quién-no-debe-ser-nombrado!? ¿¡Quién es Quién-tú-sabes!? ¿¡Quién es el señor oscuro o tenebroso!? ¡Dímelo!
Mi abuelo me mira, impasible y tranquilo, sin perder los papeles como los he perdido yo.
-No puedo decírtelo, Rosie. No aún.
<<Bueno, yo flipo. ¡Mi abuelo no quiere decirme que ha pasado con el tiparrajo ese, ese malote!>>
-Ah, bien. Vale. ¡Mi abuelo no me quiere decir que hay algo malo por ahí que me puede matar! ¡Vaya!
Me voy sola, enfadada con el mundo.
Y ahora que lo pienso...
¡Mi novio sabía de esto y no me ha dicho nada!
¡Seamus no me ha dicho nada!
Tal y como me había dicho aquel día que fui a espiar a todos para descubrir el por qué desaparecían todos, en Hogsmeade...
Que no me iba a decir nada...
¡Estaré exagerando por el simple hecho de que me he enterado de algo muy gordo...! ¡Pero ahora mismo me da igual!
-Rocío, ven aquí... Escúchame.
-¡No quiero! ¡No quiero hacer nada! ¡No quiero estar con nadie! ¡Todo el mundo parece querer que no abance, que no me entere de las cosas! ¡Y estoy hasta el co...! ¡Las narices! ¡Estoy hasta las narices!
Subo las colinas, enfadada, y voy hacia el castillo.
¿¡En serio tengo amigos que saben que hay un loco por ahí suelto con ganas de hacer daño, seguramente, y que no me han dicho nada!?
A lo mejor me estoy haciendo la importante, y ellos no se han dado cuenta...
¡No, basta de ser buena y pensar que toda la gente tiene una buena excusa cuando cometen errores!
¡Nadie conprendió por qué defendía Harry, Hermione y Ron de Snape y no a mis amigos de Hufflepuff!
¡Nadie comprendió que me enfadé mucho y con razón cuando no quería que se enterara nadie de que volaba y los gemelos casi me ahogan con bombas fétidas!
¡Y nadie comprendió que no soy capaz de pensar que le gusto a un chico tan guapo como George y que no prestaba atención a sus flirteos, ya que lo único que podía pensar y que fuera parecido, era gustarle a Seamus, siendo quién soy!
¡Nadie comprende nada!
¡Y yo no voy a volver a comprender a nadie hasta que se me comprenda a mí!
¡Se acabó la niña buena!
¡Se acabó ser comprensiva!
¡Se acabó hablar con tus amigos de buen rollo cuando sabes que te están ocultando cosas y solo están para...! ¡Para nada!
¡Se acabó todo!
Se acabó.
Entro en los pasillos del colegio con la cabeza gacha y ando hasta mi sala común.
Todo lo que quiero ahora mismo es dormir. A la mierda el resto.
Llego a las escaleras y estas cambian porque sí. ¿Será el destino que no quiere que deje las cosas así?
Pues sea el destino o no, paso. Quiero ir a mi rollo. Ir a mi rollo, pero de verdad.
Cuando las escaleras paran, termino de bajarlas hasta llegar a los sótanos, y ando, rápido.
Claro que, el destino no se va a rendir tan facilmente.
Camino tan rápido y tan ensimismada que no me doy cuenta de que apoyados en una pared y entretenidos, están hablando Seamus, Dean y Neville. Y no me doy cuenta de ellos, hasta que noto una mano que me agarra la muñeca.
-¡Ey, qué acelerada vas! -me doy la vuelta y me encuentro con la sonrisa dulce de Seamus. Y eso solo hace que me ponga peor.- ¿Qué tal tus clases de violín? Seguro que has mejorado, le pones mucho empeño.
-Pues si te digo la verdad, no. No creo que sea buena en esto. Estaba pensando en dejarlo... Pero ha venido la gorda rosa a decirnos que me queda prohíbido a hacer más chirridos con el violín. Así que he decidido seguir con ellas, solo para fastidiar un rato.
Me doy la vuelta para seguir caminando, pero el tira de mí.
-Eh, oye, espera... -suspiro, y vuelvo a girarme, mirándolo fastidiada.- ¿Quieres dar un paseo por los jardines? -me propone, con una gran sonrisa.
Lamentablemente, yo no estoy de humor como para corresponderle.
-Vengo de allí, ¿sabes? No me apetece.
-Ah, bueno... -dice, rascándose la nuca.- ¿Y qué tal si vamos a la biblioteca? Tú, libros... Eso te tiene que apetecer, ¡te encantan los libros!
-Estoy cansada como para ponerme a leer.
-Bueno, ¿y si vamos a la torre de astronomía? Está atardeciendo, serían unas vistas muy bonitas... Y una escenita muy romántica. Tú y yo, abrazados, mirando como cae el sol... ¿No sería fantastico?
Me contengo en decirle que no, que no sería fantástico. Pero la verdad, tampoco sé que contestarle. Me encojo de hombros y miro para otro lado. De verdad que no me apetece estar con nadie.
-Pues... Yo tenía pensando otra cosa.
-¡Claro cielo, todas las propuestas son bienvenidas! ¿Qué tenías pensado? -me abraza e intenta darme un beso en el mentón, pero yo me aparto.
-Tenía pensado ir a mi habitación, tumbarme en la cama, y pasar el resto de la tarde allí.
-Ah... -me mira, buscando mi mirada, pero yo le evito.- Pero... No se como vamos a hacer eso... Es decir, yo no puedo entrar a la sala común, y menos ir a la habitación de las chicas... Además, ¿no la compartes?
<<Este es medio lerdo.>>
-Ya.
-¿Ya? Pero...
-Es que tenía intención de ir sola. No contigo.
Me mira sorprendido, y luego me dirige una mirada triste.
-Ah, ya... Eh... Bueno, supongo que estarás, reventada... Exámenes, quidditch, violín... Es comprensible sí...
-Y más cosas. Y más cosas... -se me escapa y antes de que pueda preguntar, me giro y me suelto, para ir hacia mi sala común.
-¡Espera! ¡Espera, por favor! -se pone enfrente de mí y yo me cruzo de brazos, mirándolo impasible.- ¿He hecho algo malo? ¿Estás enfadada conmigo? Dime que no, por favor, es lo que menos quiero. Antes de irte a violín con tu abuelo estabas tan risueña, tan dulce... Y ahora ni siquiera me viste cuando pasaste...
Lo miro. No me gusta ser así. Pero George tenía razón, una vez más.
Me pasan las cosas por buena.
-Mira... Quiero estar sola. No me apetece estar con nadie, ni hacer nada. Ni hablar con nadie.
-¿Pero por qué? ¿Que ha pasado?
-Seamus, no quiero hablar de ello... Ni ahora ni... Oh Dios. Me voy.
-¡Espera!
-Ya he esperado bastante, no tengo ganas de nada, ¿qué es lo que no entiendes de eso? Seamus, por favor.
Me mira, notablemente triste.
Lo malo de él es que es demasiado sensible. Cuando se pega demasiado, o se pasa con los besos y se lo digo, en seguida se pone recto y me mira triste.
Pero esta vez no digo que exagere. Es normal que esté así.
Me voy, y esta vez él ya no me para. Odio ser así, pero también odio que personas que digan que me quieren, ya sea por amistad o por amor, me oculten cosas.


Y... ¡Tercer capítulo de la maratón! XD
Mañana publicaré los dos capitulines un pelín antes, sobre las seis y media/siete de la tarde, antes de la cena de nochebuena (hora española) ^o^
Ahora, a ver si me acuerdo... :v
¡Como si me tengo que poner una alarma, lo hago, todo sea por los caps, lo juro por el amor de George hacia Rosie!
¿Alguien está viendo Stranger Things?
Pregunta random XD
Y si hay por ahí alguien...
¿¡A QUE ESTÁ GENIAL!?
A MI ME MOLA DEMASIADO XD
AGDHAGAHDHAKZHALAHDK
*se muere*
XDDDD
Volviendo a la historia...
Rosie, "la mala"... :v
Sin embargo, esta vez es comprensible. No sabe del señor oscuro, y ella debería estar al tanto, siendo hija de muggles...
Y sus amigos no le han dicho nada... Sabiendo que ella nunca ha recibido clases de DCAO práticas...
¡Digamos que Rosie, no sabiendo nada, puede acabar muy mal si se encuentra con nuestro amiguito "Voldi"... D:
El pobre Seamus se ha quedado todo chafado, y me da que Rosie tampoco se ha quedado muy bien que digamos...
En fin, espero que os haya gustado mucho, mucho, mucho este capitulín :3
¡Se os quiere! <3

¿Y si fueras a Hogwarts...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora