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Nuevamente, con el polvo blanco sobre las narices y el paisaje a su alrededor siendo abigarrado, Yoongi estaba tendido sobre el sofá; atento a cómo el techo se teñía de colores.
Incluso estando intoxicado, el chico de los cabellos cafés permanecía en su mente. Eran las tres de la mañana. Yoongi había estado acumulando doce noches sin dormir, no soportaba la idea del espacio vacío de la cama, o la ausencia del aroma a limpio que despedía su habitación. Las brillantes y sonrojadas mejillas, su hermosa sonrisa. La mirada cual espada cuando llegaba ebrio. No necesitaba nada más que ver esa sonrisa tierna, sentir ese calor al rededor de su cuerpo por las noches. Escuchar su dulce voz por las mañanas. Habían pasado tres meses y aún no podía superar el hecho de haberle descuidado.

¿Cómo pudo ser tan imbécil?

Sentía que no valía nada. Porque simplemente no valía nada. Siempre hubo desconfianza. Las lágrimas se volvían cotidianas, algo de todos los días. Siempre que Hoseok le necesitó, siempre que le rogó por un beso, ¿dónde estaba?

Yoongi decía que Hoseok siempre estuvo en su mente, hiciera lo que hiciera, pensaba en él. Pero ambos sabían que era mentira. Esa y muchas otras causaban peleas y, a su vez, las peleas fracturaban su relación. Todas las palabras se marcaban en el corazón de los dos. Yoongi aún recordaba lo que Hoseok le dijo la última vez que pelearon.

"Eres un jodido egoísta."

Tal vez lo era, muy seguramente lo era. El recuerdo de esos orbes cafés llenos de lágrimas, esas pupilas en las que siempre se perdía. La hermosura de sus labios, los delgados y rosados que en los últimos días se habían hallado secos. Yoongi nunca supo apreciar nada de ello. En ningún momento le mencionó lo agradecido que estaba, ni siquiera que lo amaba. Su orgullo siempre fue mayor a su razonamiento. Ninguna disculpa, ningún resentimiento, no había culpa. Todo giraba en torno a él; siempre era Yoongi quien se sentía mal, quien podía haber tenido un mal día. En cambio, Hoseok siempre había sido comprensivo, cariñoso. Incluso cuando estaba cambiándose de apartamento, Hoseok le recordó a Yoongi que no estaría solo, que aún lo amaba. Esas palabras eran como una llama que quemaba todo a su paso en el interior del peliverde; queriendo jugar con él, ansiando torturarlo y hacerlo que se retorciera en su culpa, que el dolor le quemara las venas y le infestara de penas. Esa es la clara descripción de un arrepentimiento. Cual canción de radio, jugaba con su memoria; llorando la sangre de un corazón partido.

Tres años, tres años de relación y no sabía ni siquiera el color favorito de su pareja. Se preguntó muchas veces cómo llegaron a ser una. La verdad es que Yoongi necesitaba a Hoseok, lo necesitaba para sentirse pleno. Tener a Hoseok era lo más importante para el peliverde, quien aparentaba tener un semblante duro y el corazón más gélido que una noche decembrina. Nunca se trató de dos, sino de él mismo. El egoísta.
Con las primeras lluvias, al lado del Río Han, los viejos árboles que se pintaban de marrón indicaban la llegada del Otoño. En los últimos días de Agosto, con una mirada perdida, Hoseok se marchó. Yoongi había llegado ebrio nuevamente, las botellas vacías de Whiskey yacían en el piso como si de una colección se tratase. Hoseok ya se hallaba guardando sus cosas en el equipaje. Tenía los ojos más hinchados que de costumbre. Sus manos temblaban y ya estaba hipando de lo fuerte que había llorado. Una mirada de decepción y una lágrima fueron lo último que Yoongi vio de Hoseok.

Estaba dejando a quien alguna vez consideró el amor de su vida.

Yoongi ni se había inmutado, no era la primera vez que Hoseok se iba de casa. Siempre volvía a los dos o tres días con lágrimas en los ojos, rogándole que tomara las riendas de su vida y sentara cabeza.

Cocaine; yoonseok (os)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora