En el cuerpo de Taylor.

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   —Perdón, amor, sabés que odio hacer esto, pero de verdad me siento muy mal como para salir de la cama —dijo Taylor al aire, con su celular puesto en altavoz cerca de ella.

   —Está bien, podemos dejarlo para otro día —contestó una voz masculina del otro lado de la línea, tratando de no dejar demasiado en evidencia su desilusión—. ¿No querés que pase por tu casa y me quede con vos hasta que te sientas un poco mejor?

   —No, no, no. —La rubia cerró los ojos, contó del uno al diez en su interior para serenarse y retomó frente a su espejo de cuerpo entero el peinado desde el principio—. Prefiero estar sola. Tal vez mañana sí, si ya me siento un poco mejor. —Sonrió con satisfacción cuando ya tuvo toda su cabellera atada con una pequeña goma de pelo bien tirante. Para terminar del todo, se acomodó con sumo cuidado el flequillo, y luego batió un poco la parte que caía sobre su espalda para darle una apariencia algo más informal, o al menos así era como lo justificaba ella.

   —Si así creés que va a ser mejor, entonces perfecto. Te dejo tranquila para que descanses. —Mientras tanto, la chica retocaba su lápiz labial suavemente al mismo tiempo que contenía un suspiro de frustración.

   —Gracias, bebé, te quiero.

   —Yo mucho más. Que duermas bien. —Él cortó la llamada y ella comenzó a reír con hipocresía. Pobre idiota, pensó.

No podía creer lo bien que le estaba saliendo todo. Bueno, en realidad, sí podía. Adam era tan ingenuo que lo manejaba como quería. Si por algún motivo él la veía con Logan, seguramente lograría salir de la situación con facilidad, o conseguiría convertir todo a su favor para quedar bien parada, y que los dos chicos pelearan por ella.

Eso era por lo que vivía. Estar en boca de todos. Y de una manera u otra siempre lo lograba.

No era arriesgado, nadie podría darse cuenta nunca de que estaba saliendo con los dos al mismo tiempo. Era demasiado precavida como para que algo así le pasara. Además, Logan iba al colegio con ella, pero Adam iba a uno distinto y muy alejado del suyo. Lo veía después de clases o los fines de semana, claro, cuando no había ya quedado en nada con el otro, como era el caso esa misma noche, por ejemplo. Nada podía salir mal.

¿Que por qué lo hacía? Era muy sencillo. Necesitaba de la popularidad de Logan para que la suya aumentara, y dependía de la inteligencia de Adam para no desaprobar el año y aplicar para una universidad decente. Si seguía haciendo las cosas como venía haciéndolas, de los dos lados salía ganando.

Examinó de nuevo lo que tenía puesto frente al espejo. Ese vestido azul se le veía impecable. Miró directo hacia el reflejo de sus ojos con aprobación y se apresuró a salir de su cuarto.

Se quitó los zapatos de taco aguja y los cargó consigo durante todo el trayecto escaleras abajo. Su padre dormía y no era conveniente hacer ruido. Especialmente porque el hombre no tenía idea de que su querida hija se estaba escapando de la casa para ir a una fiesta un sábado por la noche.

Se subió de nuevo a su calzado una vez afuera. El aire cálido y agobiante entró por cada uno de sus poros, la humedad que había en el ambiente era tan densa que se estaba arrepintiendo de haber salido. Pero su presencia no podía faltar en ese lugar, así que entró a su auto, que estaba estacionado en la calle desde antes, y lo puso en marcha para irse lo más rápido posible.

La casa a la que tenía que llegar era la de Isabella Blakemore, una chica promedio a la que nadie bien posicionado en la escala de popularidad solía tomar en cuenta, hasta que empezó a salir con el capitán del equipo de fútbol del colegio, y aquellos que eran "alguien" de golpe decidieron amarla y convertirla en una de ellos, cosa que lograron. Los padres de Bella no estaban en la ciudad, entonces ella dejó que su novio armara ahí la que todos decían que iba a ser la fiesta del año.

En el cuerpo de Taylor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora