Cap. 1 Negación

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Por un momento de insensatez

— «¡Cretino!» — era el mejor adjetivo para describirme. — peor aún, era un maldito rabo verde.

Con cada calada que expiraba una marea de pensamientos, inundaban mi mente.

— Tiré la colilla cayendo por cualquier lugar y me presté a sacar un nuevo cigarrillo, —¡Demonios!, me había acabado la cajetilla por completo en cuestión de horas.

—¿Ahora como la veré a los ojos? —Conociéndola como lo hago me tachará de gallina o hasta de gay.

¿Qué irónica es la vida?, ¿no? — Yo, todo un hombre hecho y derecho, temeroso de una colegiala.

«Pero esa colegiala era muy especial para mí.»— Más de lo que yo mismo estaba dispuesto a admitir.

Detrás de esa careta de chica ruda, cruel, rebelde y malvada; se escondía una chiquilla que muy a su estilo era dulce e inocente. — Un ángel haciéndose pasar por diablillo.

¡Mi ángel! ¡Mía!

«A estas alturas del partido no sé quién salvó a quién.»

Pueda que para los demás, yo fuese su redentor. Esa tabla de salvación que tanto necesitaba. Sin embargo, creo que sucedió al revés. Yo era el mayor, el pasota que lo mismo le daba ir o venir, el amargado, el intelectual que prefería un buen escocés, un habano, la música clásica y la literatura de renombre, que salir a parrandear durante toda la noche con sus amigos.

Un haragán que solo fue capaz de estar en una relación seria por un año y duró todo ese tiempo porque no tuve la oportunidad de terminar con el noviazgo cara a cara mucho antes, debido a que ella era de otro país.

— Un vago sin remedio que le daba tedio incluso respirar. — ese fue el calificativo que me dio aquel ser que, sin saber, hace que mi vida sea más placentera y quiera mejorar día con día.

Por ella. Por mí. Por los dos.

En cambio, ella estaba llena de vitalidad, era como un pequeño y rubio huracán devastando con su energía y orgullo todo aquello que se atravesase en su camino.

Ella es como la gravedad... o la amas o la odias, pero nunca pasaba desapercibida. — Y por regla general, terminabas amándola. Bueno... a excepción de mi colega Tayuya, a quién le pegó el cabello con una goma de mascar.

Tal vez es su originalidad innata, la que la hacía tan envidiada por las otras chicas y tan apetecible por los estúpidos, jala pollas pubertos del instituto.

La brisa nocturna comenzó a calar mis huesos. —exhalé por última vez, me puse de pie y con mi típica parsimonia, me adentré a mi apartamento.

Me giré de un lado al otro por la cama, por ratos sentía un poco de frío y por otro calor. Dormí con solo el pantalón pijama. Me estorbaba hasta el roce de mi cabello suelto en la nuca.

Sabía que mi inquietud, tenía nombre y apellido. —Pero no era su culpa. Era mía. Total, y absolutamente mía.

—Me he preguntado una y otra y otra vez, ¿cómo fui capaz de hacerle eso?

«merezco no dormir por otros cien años»

—Era lo que tenía que hacer.

Por ella.

Por mí.

Por los dos.

Giro la cabeza para ver la hora en el despertador, son las dos de la mañana, me levanto y me dirijo al patio trasero para contemplar las escasas estrellas que cubren la bóveda celeste.

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⏰ Last updated: Sep 24, 2017 ⏰

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Por un momento de insensatezWhere stories live. Discover now