Capítulo Único.

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Entre el constante sonido de los cubiertos en movimiento y el ir y venir de las palabras, un sábado en la mañana, luego de un buen partido el día anterior contra la escuela Nekota, ambos equipos desayunaban en el gimnasio donde habían pasado la noche entre risas y charlas amenas. Los karasuno debían empezar a empacar pronto sus pertenencias, pues el bus que los llevaría de vuelta a su pequeño lugar de origen partiría en unas horas.

Entonces Hinata entró, con el rostro sonrojado y la respiración agitada debido al esfuerzo de seguramente haber corrido desde vate-tú-a-saber, hasta allí, y la mirada brillante anunciando alguna nueva travesura.

Se acercó a paso veloz, mostrando en alto la pantalla de su celular y mientras reía tontamente.

Curiosos, los miembros de, tanto el equipo invitado como el anfitrión, se juntaron alrededor del revoltoso chiquillo.

— ¿No se ve gracioso?

Era una foto.

La foto de alguien durmiendo, con el cabello alborotado, las pestañas largas y oscuras rozándole gentilmente las mejillas sonrojadas, al igual que su nariz y labios, haciendo resaltar la infinidad de estrellas color chocolate esparcidas por la suave piel.

Era Yamaguchi. Con la pijama desordenada, exponiendo más de aquella tersa piel de lo que comúnmente hacía, mostrando lo suave de sus muslos y lo plano de su vientre, e incluso dejando entrever un poco su pecho y dislumbrando apenas un botoncito rosa pálido.

Y no era gracioso, era muy, muy, muy sensual.

— ¿Qué es eso? —Señaló el capitán de los gatos, dirigiendo la atención de todos hacía su descubrimiento. Hinata hizo zoom en la imagen para facilitar la observación.

—Son... ¿Piquetes de mosquitos?—Inquirió Asahi. Nishinoya río por lo bajo.

—Esas no son ningunas picaduras — Declaró mirando directamente al nervioso chico y bajando levemente su camisa, de forma que solamente Azumane viese los pequeños moretones, muy similares a los que resaltaban en la piel Tadashi, pero encontrándose en la suya. Asahi, por supuesto, se sonrojo hasta la raíz del cabello, casi ahogándose. Ya sabía que eran, pues él mismo había causado aquellas que ahora le eran mostradas.

Por supuesto que esas no eran picaduras de ningún insecto.

—Vaya, nunca me lo hubiera esperado de pequitas-kun, aunque con esas piernas...

— Kuroo-san. — Regañaron a su costado.

—Oh, lo lamento, mamá cuervo, pero hay que admitir que ese polluelo tuyo está como para...

— ¡Por favor, Kuroo-san!

— Buen, bueno, captado, manos lejos de tus polluelos, ¿Eh? Pero cuando... — No pudo terminar debido a la falta de aire, frente suyo, Daichi lo observaba molesto, sin embargo no había sido él; a su otro costado, Kenma miraba hacia otra dirección con el ceño fruncido, los brazos cruzados y un pequeño puchero enmarcándole  los labios mientras la consola portátil se mantenía abandonada en una de sus manos— S-solo era un juego.

—¡Humm!

— ¿Entonces que son? — Interrumpió Shoyo la pelea de amantes.

—Hinata, no preguntes.

— ¿Porqué no? ¡Bakeyama!

— ¡Cállate!

— ¡Quiero saber!

—Sí— Interrumpió una voz siseante —yo también quiero saber.

—O-oh, ¡B-buenos días y adiós! — Se despidió Nishinoya, jalando a Asahi y dejándolo asalvo consigo en el proceso. Aquello no lucía bien. Así mismo muchos se dispersaron.

Pero no todos lograron huir.

—Kuroo-san, tomaré ésto.

Dijo Tsukiyama y arrebató el teléfono de las manos del capitán de Nekota. Mientras revisaba la imagen el ambiente pareció tensarse.

— ¿Tsukki~? ¡Oh, buenos días a todos! — Apareció repentinamente Yamaguchi, cuya sonrisa se fue perdiendo ante la incómoda atmósfera — ¿Pasa... algo?

—Nada, Yamaguchi— Contestó mientras devolvía el móvil a su dueño — Las fotos sin consentimiento están prohibidas,  — Y a todos les quedó claro que se refería a su consentimiento. Tsukishima no veía a Hinata como un peligro potencial, porque ese chiquillo al parecer no tenía ningún tipo de pensamientos morbosos. Por ello él estaba a salvo, algo similar aplicaba a Sugawara y Daichi, a quienes Kei consideraba figuras de autoridad casi fraternales, sin embargo, entendieron los demás, si hubiera sido cualquier otro de ellos, probablemente habría tenido un escalofriante final.

Todos se terminaron de dispersar con la mirada aterradora que les dirigió el imponente chico. Y cuando Kuroo pasó a un costado de la pareja en medio de su huida, debido a la mirada especialmente venenosa que le fue dirigida, supo que debía tener cuidado en los próximos partidos, pues posiblemente más de una pelota podría desviarse a su rostro en sus próximos encuentros con los cuervos.

Y, más probable aún, todas serían de parte de cierto bloqueador.

Kenma, más tranquilo y observador, notó como Yamaguchi tranquilizaba con un dulce apretón de manos, de dedos tiernamente entrelazandos y pequeños besos simultáneos bien disimulados, contra la mandíbula y párpados del alto chico.

Entonces se retiró, con una sonrisa casi malévola, pues si realmente se querían tanto como parecía, Kuroo recibiría su escarmiento por ser tan bocazas.

Posesividad. (TsukiYama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora