Envueltas en aquel vivo y profundo color rojo, como el atardecer. Como una pintura.
Una pintura de la que yo era el artista, yo era el creador y destructor.
Para crear mi deleitante pintura, de lo que más satisfacía internamente.
Aquellos responsables, de las cosas más atroces, merecían el destino que yo pintaba con mis propias manos. Aquel destino oscuro y atroz que ellos mismos buscaron. ¿Locura? Tómalo como quieras, ya no importara. No importara cuando lo sepas.
Del torso de aquella chica, brotaba toda la sangre posible de almacenar en el cuerpo. Se desangraba frente a mis ojos, los cuales recorrían cada herida hecha, cada puñalada, cada corte en el cual ella lloraba de agonía, desesperación. Aquella grata musicalidad de sus gritos, reemplazaban la ausente melodía de piano de Hye Sun, aquella canción que venía a mi mente cada vez que alguien suplicaba por piedad y gritaban, lloraban.
Mis oídos, mi mente, mi ser. Siempre buscando algo que se asemeje a aquel tocar, aquel jodido sonido que me dejaba anonadado. Me dejaba.
Porque por sus culpas, no lo poder volver a escuchar.
" ¡Ya basta, por favor!".- Gritaba desesperadamente aquella muchacha, mis manos presionaron tan fuerte como pudieron, aquel cuchillo en mi mano. Volví a acercarme e hice un corte más superficial en su muslo izquierdo, haciéndola gritar con toda su garganta. Pude sentir sus tejidos separarse, hundiéndose.
Y volví a clavarlo, una y otra vez.
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Sus gritos no se comparaban a la delicada sonata de invierno de Hye Sun, y eso me enfurecía. Yo buscaba alguna escapatoria, alguna forma de desquitarme. De recuperarla. Mi pensar traspasaba los límites con su morbosidad, pero lo acepto.
"Tu no paraste cuando insultabas y golpeabas a Hye Sun, y mirala ahora, muerta. Por la culpa de ustedes"
Sus gritos me hartaron, mi mano encontro el tacto de mi arma en el bolsillo de mi traje, y solo basto apuntar y disparar para que el lugar se callara en silencio. Un silencio vacio, en el cual el disparo deja un eco en la habitacion.
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