Vapor

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Luke distinguió el familiar sonido de la caída de las gotas de agua. Había empezado a llover, y su susurro contra el vidrio resultaba como una leve compañía.

Sus pensamientos se venían contenidos en una nube dentro de su cabeza, sin poder salir, y con un
rostro indescifrable. Luke no podía dormir, o las horas expuestas a la luz de su teléfono le habían quitado las ganas.

La 1 de la mañana figuraba en el reloj digital, en letras verdes. Las cortinas amarillas se mecían al compás del fuerte viento de la noche, y la oscuridad siendo atrapada por su lámpara. Era una de las tantas noches frías de la ciudad de Seattle.

Lentamente se levanta de su cama, camina por la leve oscuridad de su cuarto hasta llegar a su ventana.
La casa de enfrente estaba vacía. Unos años atrás a esta hora escucharía una voz combinarse con el sonido de una guitarra. Así lo conoció completamente, y Michael parecía tener el mismo problema de sueño que él.

Michael...

Nunca pudo encontrar las palabras exactas para describirlo, pero aun permanecía en él el nerviosismo al sentirlo cerca, nunca pudo entender el porqué de eso, ni como aquel chico de las playeras rockeras y cabello multicolor había causado tanto en él.

Michael Gordon Clifford fue su todo, y su nada a la vez. Se habían conocido en el primer día de escuela. Un día cálido de marzo, Michael le había llamado la atención desde el primer momento al verlo parado en las filas de entrada. Y juraba nunca haberlo visto en su vida.

Recordaba sus ojos verdes, y para Luke no existía un chico más lindo que él. Poco tiempo después se dio con la sorpresa que iba a estar en la misma aula que él. Sentía tanta curiosidad por descubrirlo, y pudo lograrlo gracias a la amistad que Calum, su mejor amigo, consiguió con Michael rápidamente. Calum Hood siempre fue mucho ms sociable que él, y Luke lo prefería así, ya que no era del tipo de chico extrovertido que veía todo el tiempo, más bien todo lo contrario.

Luke ahora estaba solo. Más que de forma física. Lo sentía.

Sus últimos mensajes habían sido guardados, sus fotos archivadas en una carpeta especial que nunca nadie vería, más que él. Como lo hacía cada noche antes de dormir.

Luke se había percatado de que la única forma de poder conciliar el sueño era recordarlo.

Y dolía, definitivamente dolía el saber que cuando despertara por las mañanas su única compañía sería el espacio vacío en su cama. Como cuando Michael se escabullía por su ventana para dormir junto a Luke. Él amaba eso, cada error, cada fantasía, cada sensación que podía ocasionarle.

Amaba como fruncía su nariz cuando una cosa le irritaba. Como le era tan fácil resolver los ejercicios de matemática. Quizá Michael nunca se dio cuenta de la mirada de Luke sobre él, ni como el sufría al pensar que nunca sería correspondido.

Un pequeño cuaderno descansaba sobre su regazo. Era difícil el recordar la última vez que sus manos lo tocaron. Quizá desde el momento en que pensó que tenerlo como una caja de pensamientos, trozos de canciones o hasta pequeñas poesías era algo absurdo para su edad. Quizá no, pero nadie sabía de su existencia.

Su mirada azulada viajó por su portada, sus ojos vacíos y perdidos entre las miles de palabras que escribió durante casi toda su adolescencia, o quizá mucho más atrás.

Con un bolígrafo entre sus dedos, comenzó a escribir.

¿Sabes? Aquel 27 de marzo pensé que la única compañía que tendría sería la música de mis auriculares. Ese día había salido disparado de mi antiguo hogar como alma que lleva el diablo. Ni siquiera me había molestado en querer protegerme ante la incesante lluvia, y tiritaba de frió al ver mi error en el transcurso. Aquel día no parecía ser como cualquier otro. Aún recuerdo cuando nuestras miradas chocaron por primera vez. Verdes, como los bosques, una isla perdida e incluso las espinas de una rosa. Embriagadores y seductores.

Era el primer día de clases, y juraba que nunca en mi vida te había visto ni por los pasillos, ni por algún otro lado. Deduje que eras nuevo. Al llegar al aula me día con la sorpresa de que compartías clases conmigo.

Nunca pensé que aquella persona tan despistada, con un temor indescifrable a las agujas y el cabello teñido de rojo intenso me iba a poner el mundo de cabeza.

Porque, Michael. Eres aquello a lo que no puedo renunciar.

Y sé que no fue tu culpa, ni la mía. Tal vez no estábamos hechos el uno al otro. Tal vez yo estaba equivocado, tal vez yo estaba mal al quererte, tal vez era un pecado verte con otros ojos y que fueras el dueño de mis sonrisas, alegrías y deseos. Quizá como dijo tu padre ese último día de setiembre, en el que no supe que sería el último en el que podría verte, todo lo que sentía por ti era un simple capricho. Una confusión y aberración, y que debías alejarte de mí para siempre.

Tal vez todo eso nunca debió ocurrir, pero no me importaba, porque fui completamente feliz.

Quiero respirarte como si fueras vapor. Quiero ser aquel a quien recuerdes. Tal como lo hago yo ahora. Nunca dejaré de hacerlo.

Quiero sentir tu amor como al clima, quiero ver tus ojos, aunque sea por una última vez. Y saber lo que necesites.

Quiero sentirte en mis venas.

Cuando Luke miró su rostro en el espejo, una sensación inexplicable lo consume. Su cabello rubio iba en todas direcciones, él significaba vació y desesperación. Tristeza, indiferencia, miles de sentimientos plagados por la pérdida, el dolor.

La soledad.

Refregó sus ojos con sus manos, y se mojó el rostro hasta quitarse el fastidio en la piel.

Al regresar a su habitación, se dio cuenta del error que cometía al seguir despierto a esas horas, tenía que asistir a su trabajo, así que mientras la luz de su lámpara se apagaba lentamente, dejándolo en la oscuridad, posa su teléfono en su mesa de noche. Dándole una última mirada a su fondo de pantalla, el cual sabía que no cambiaría ya que era uno de esos recuerdos únicos.

Las letras verdes de su reloj digital avanzaban con lentitud, solo había pasado una hora de su último intento de conciliar el sueño, y una notificación en su teléfono y la luz intermitente que esta soltaba lo hicieron fruncir el ceño y salir de adentro de las sábanas.

Luke, con los ojos cansados y achinados por la interrupción, lo intenta agarrar a tientas. En su bandeja de mensajes yacía un texto.

Una sensación extraña de curiosidad lo invade. Mucho más al descubrir quien lo había enviado.

Número desconocido: Hola.

Sin duda, un sentimiento enterrado salió a flote sin querer al ver como su teléfono comenzó a vibrar con una llamada, y como su respiración se cortaba al tener que volver a escuchar lo que hace años, o quizá desde el momento en que se despierta por las mañanas, deseaba.

Al apretar el botón verde, lo único que escuchaba era la nada misma, por unos segundos la mente de Luke se queda en blanco.

Hasta que una respiración agitada corta el silencio, y el corazón del chico rubio sube y baja al infierno al mismo tiempo.

-¿Luke?

Vapor; mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora