III : Inocencia

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Solo puedo sentir un dolor de cabeza insoportable.

Estoy acostado en mi cama, desorientado.

Miro a mi alrededor.

En el mueble a mi lado la vela se ha consumido completamente.

Alzo la vista, Amelia y Samantha duermen aún.

¿Qué fue lo que pasó?

Solo recuerdo haberme puesto el pijama y que me quedé dormido segundos después.

Es una mañana extraña después del día de ayer.

Mis pies descalzos están fríos. Tomo mis zapatos y una toalla de mano de mi maleta, me dispongo a ir al baño.

Los pasillos y el resto de la mansión están desolados, igual que cuando estaba en la mansión de mi padre, cuando me encontraba solo en ese lugar gigante teniendo todo a mi disposición.

Las duchas parecen estar siendo ocupadas, vapor y humedad cubre gran parte del pasillo.

Entrado en uno de los baños veo que hay un chico de mi misma edad cepillando sus dientes. Este solo se limita a mirarme mientras me acerco al lavabo junto a él.

—Hola...

Mantiene silencio ignorando mi saludo.

No entiendo como podré vivir aquí si la mayoría de los chicos solo me ignoran y se me quedan mirando como alguien raro.

Tomo mi toalla y lavo mi rostro para empezar, ahora el dolor de cabeza disminuye mientas hago contacto con el agua.

Me siento más limpio, incluso relajado.

—¿Cómo te llamas?

El chico junto a mi comienza a hablarme con el cepillo aún en su boca.

—Aníbal. Aníbal Farmiga.

—Noté que llegaste ayer.

—Ayer te vi cenando en el fondo del comedor, junto a las ventanas. —Recuerdo.

—Estaba con mi amigo. La cena ayer estuvo deliciosa.

El repentino cambio de tema me pareció extraño.

—Un tanto simple, pero estuvo bien. —Comento.

—Veo que no estás acostumbrado a comidas simples. Yo sí.

—Vengo de una familia adinerada, todos los días comía los platos más sofisticados en una mesa enorme con mi padre y mi madre.

—¿Solamente ustedes?

—Nuestros sirvientes comían lo que nosotros, solo que en un comedor diferente.

—Eso suena algo cruel con quiénes trabajan para tí.

Sus palabras me hieren de cierto modo. No lo había pensado de esa manera, o había sentido algo al respecto.

¿Se habrán sentido mal todo este tiempo nuestros sirvientes?

—Mi nombre es Edward. Edward Hiuth. —Estira su mano presentándose.

Hiuth... ¿De qué me suena conocido?

¿Puede ser Hiuth el nombre de algún cliente directo de mi padre?

Estiro la mía respondiendo su saludo. Edward emite una buena vibra y comentarios directos de lo que en realidad piensa, pude deducirlo en solo unos pocos minutos de conocerlo.

—¿Harás algo el resto del día?

—No sé qué hacer aún, no tengo idea que se puede hacer aquí.

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