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Tae Hyung

Recostado en la cama de mi habitación veía hacia el techo. Pensando. ¿En qué? No lo sé. Mis hyungs dicen que me han notado raro; que no presto atención a las conversaciones ni a lo que hago.

De repente, mi estómago rugió. Estaba en ayunas. Sinceramente tenía una enorme pereza levantarme e ir a la cocina a comer; así que lo ignoré. Minutos después rugió de nuevo y seguí ignorándolo pero la última vez lo hizo aún más fuerte y me di por vencido. Para mi suerte nuestra casa es de una sola planta. No tengo la necesidad de tener que bajar escalones.

En casa se encontraban Yoon Gi y Jin, mis mayores; pero no sabía en dónde estaban. Si salieron, ni cuenta me habría dado.

Revisé el refrigerador: había de todo pero sin ganas de nada. Decidí hacer un sándwich y saqué el jamón, el queso, la lechuga, un tomate y un adorado aguacate.

Tomé un pequeño plato redondo del mueble de arriba. Comencé a prepararlo. Antes de que pudiera comer el sándwich, el plato se resbaló de mis manos pero salvé mi comida. El plato se estrelló contra el piso e inevitablemente Jin hyung venía hacia acá.

— Tae Hyung, ¿qué sucedió? — preguntó.
— Tenía las manos mojadas. Eso es todo — respondí molesto conmigo mismo.
— ¿No pudiste secarlas antes?
— Simplemente no lo hice, hyung — lo miré a los ojos. — Compraré otro. No te preocupes.

Dejé mi sándwich a un lado para recoger el plato roto. Le pedí a Jin que por favor buscara algún periódico o revista. Él solamente me miraba mientras hacía mi labor.

— ¿Qué sucede contigo, Tae Hyung? — formuló.
— Te dije que compraré otro — respondí tirando el envoltorio a la basura.
— El plato no me importa. Me estoy refiriendo a ti. ¿Acaso tienes problemas? — preguntó recargándose en el borde de la puerta, cruzando sus brazos y esperando una repuesta.
— Hyung, estoy bien.
— Entonces dime, ¿porqué todo el mundo se está quejando de ti? Sé que entiendes lo que te digo. ¿Qué pasa?
— Si lo supiera realmente te lo diría, pero no lo sé.

A estas alturas mi apetito se había ido. Me molestó la manera en que respondí pero él tampoco ayudaba. No quería volver a mi habitación y caer en pensamientos profundos. Le dije a Jin que saldría y que después hablaríamos.

Tomé mi abrigo del perchero, me coloqué los tenis y una bufanda para evitar pescar un resfriado. Cuando abrí la puerta pude sentir el cambio de clima en mi cara. Automáticamente me sentí muy bien.

Me eché a andar sin rumbo fijo. Miraba al cielo de vez en cuando que cada vez se ponía más gris. No sabía si llovería o nevaría. Muy pocos árboles conservaban sus hojas y muy pronto se tornarían en un color blanco. El vecindario regularmente es transitado, pero esta vez habían muy pocas personas. De esa manera puedes ver quién viene y quién va.

Antes de que llegara a la parada de autobús vi a una persona bajar con muchas bolsas de supermercado. Cuando era más joven mi abuela me decía que ayudara a personas que estuvieran en apuros. Entonces me acerqué.

— Por favor, déjeme ayudarla — dije en tono suave mientras quitaba algunas bolsas de sus manos.
— Muchas gracias — sonrió. — No debió haberse molestado.
— No es ninguna molestia. Si gusta puedo acompañarla hasta su casa.
— Sí, por favor.

Su casa estaba a unas dos cuadras, hacia la derecha. El trayecto era un poco largo, tomando en cuenta que las cuadras son grandes. Y viendo que sus manos eran pequeñas, a comparación de las mías, dudo que hubiese llegado bien.

Cherry BlossomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora