Capitulo 20

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Capítulo 20

Mi cuerpo estaba tembloroso, una mezcla de incomodidad y confusión que no podía controlar. Cada movimiento parecía intensificar el torbellino dentro de mí. Apretaba los ojos con fuerza, mi labio inferior entre mis dientes como si eso pudiera frenar el caos que sentía. Un suspiro escapó de mis labios, incontrolable. Me sentía atrapada en un laberinto emocional, deseando entender lo que estaba sucediendo dentro de mí.

Mi espalda se tensó mientras una oleada de sensaciones recorría todo mi cuerpo. Gemí de nuevo, era una necesidad, un desahogo. Pero de repente, la sensación se desvaneció. Me quejé. Sentí caricias en mi vientre que subían hasta mi cintura. Abrí los ojos y un calor me invadió por completo.

— Usako —susurró él con suavidad. Me quedé sin aliento.

Era él quien me estaba haciendo jadear. El calor en mis mejillas se intensificó. Me dedicaba una de esas sonrisas que me intimidaban y me hacían sentir incómoda, pero no tuve tiempo de reaccionar. Arqueé mi espalda al sentir su rostro una vez más entre mis piernas. No sabía cómo habíamos llegado a esto. «¿Cómo le permití hacerme esto?»

Algo en mi interior decía que debía detenerlo, pero estaba tan atontada que en ese momento nada me importó. Cerré los ojos para disfrutar de sus caricias, dejé de pensar. Solo quería sentir.

Un ruido me desorientó. Me levanté de golpe y abrí los ojos, mi respiración estaba agitada. Aún podía sentirlo. Coloqué una mano en mi pecho para calmarme. Estaba a oscuras.

— Solo fue un sueño —exhalé, intentando aliviar la tensión de mi cuerpo. «¿Desde cuándo sueño con él?» me pregunté para mis adentros.

— Usako. – Di un respingo sobre el sofá. – Usako. ¿Estás ahí?– Respondí con un sonido mudo, sentía el corazón atrapado en mi garganta. – No te muevas. Podrías lastimarte, rompí tu lámpara.

— Usako. — Di un respingo sobre el sofá. — ¿Usako? ¿Estás ahí? — Mi voz salió apenas como un susurro, mi corazón latía con fuerza en mi garganta. — No te muevas. Podrías lastimarte; rompí tu lámpara.

«Entonces ese había sido el ruido que escuché, el que me despertó de ese sueño tan... tan...» Agité mi cabeza, intentando deshacerme de los pensamientos perturbadores. Permanecí un momento en el sofá, esperando a que mis ojos se adaptaran a la oscuridad.

Me incliné para buscar mis pantuflas con las manos, tratando de no pensar en el desastre que había causado. Sacudí las zapatillas para asegurarme de que no hubiera restos de vidrio sobre ellas y, al ponérmelas, me apresuré a encender la luz. Él estaba sentado en el sofá donde se había quedado dormido, con los codos sobre los muslos y las manos cubriendo su rostro.

— Era de mi abuela, ni siquiera me gustaba... — Dije, notando la incomodidad en mi voz. Parecía que él se lamentaba más de lo que sería esperado por una simple lámpara. — ...De verdad no importa. Era... era anticuada.

— Te compraré otra. Una más moderna. — Aún mantenía la misma postura. No me atreví a argumentar, aunque me costó aceptar su ofrecimiento.

— Iré a buscar algo para recoger. — Mi voz tembló un poco mientras hablaba, no estaba segura de cómo manejar la situación.

Estaba dudosa de alejarme, sintiendo un nudo extraño en el pecho al verlo tan abatido. Aunque no me gustaba esa lámpara, el hecho de hablar con él me ponía nerviosa. Preferí guardar silencio y alejarme, aunque sentía una inquietud persistente.

Al regresar, me sorprendió no encontrarlo. Me había tomado algunos minutos calmarme, pero no creo haber tardado tanto. ¿Se habría molestado? Estaba tan mentalmente agotada que decidí dejar todo y volver a acostarme en el sofá, sintiendo que había fallado en manejar la situación.

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