Epílogo

257 41 27
                                    


—La canción que compuse para Yixing fue un éxito, aunque no estaba incluida en el álbum. —Acompañó sus palabras con una risa grave y se encogió de hombros, despreocupado—. Las cosas están yendo mucho mejor de lo que pude imaginar.

Agitó suavemente la copa que sostenía con la mano derecha y el líquido borgoña se movió con pequeñas olas y vaivenes hipnóticos. YongGuk disfrutaba de esas tardes tranquilas con su compañía preferida: una buena copa de vino, el susurrar del viento primaveral y dos tumbas silenciosas.

A un año de la muerte de JunSeo y un poco más desde la muerte de su propio gemelo, el cementerio se convirtió en su lugar favorito para reflexionar sobre la vida. Ahí comprendió el valor de cada una de sus respiraciones.

Al principio temió contagiarse con el espíritu suicida de la pareja, pero el dolor que le producía cada visita le enseñó que él no quería a nadie sintiéndose de esa manera debido a sus acciones. No quería flores ni lágrimas sobre su tumba, por el contrario, los empujones de JunHong lo llevaron a desear aplausos y besos de felicitaciones.

El dolor por la partida de su gemelo seguía ardiendo en su pecho, a veces se ahogaba en la desesperación y lo buscaba en la oscuridad sin encontrar un rastro de su presencia, pero ya no quedaba nada de Bang YongNam en el mundo de los vivos y debía aprender a vivir a pesar de eso. A veces despertaba deseando hablarle a su hermano, incluso a JunSeo, y todo lo que recibía como respuesta era el silencio absoluto.

Eventualmente aprendió a vivir con esas cosas, con la soledad y el abandono, con la culpa que lo carcomía sin piedad. Aprendió a vivir con el dolor porque tenía una razón para vivir.

—A veces me pregunto dónde están, ¿cómo puedo alcanzarlos? Soñamos tantas cosas que nunca cumplimos... ¿existe el más allá?

—Así que, ¿reflexionando sobre los misterios del universo y la inmortalidad de los cangrejos?

Abrió los ojos de golpe y se encontró con dos miradas brillantes y sonrientes fijas en él. Las lágrimas picaron en la parte de atrás de sus ojos y la garganta se le apretó cuando se dio cuenta de que les estaba sonriendo.

Luego del funeral de JunSeo, JunHong no apenas se atrevió a visitar el cementerio, le dio la espalda a su hermano para nunca volver a él, pero ahí estaba, sosteniendo entre sus brazos a una sonriente YoonSun que estiraba los brazos en su dirección para ser cargada por su tío.

—¿Qué–? —Se despejó la garganta y dejó la copa en la tierra, junto a la botella de vino—. ¿Qué hacen acá?

JunHong frunció la boca y se dejó caer a su lado, resoplando sonoramente antes de tomar la copa y beber todo el contenido bajo la atenta mirada de su sobrina.

—Te estábamos buscando.

El fin de semana que les correspondía pasar con YoonSun coincidió con el aniversario luctuoso de JunSeo y YongGuk casi lo olvidó, pero el pequeño Choi JunHong no dejaba pasar ningún detalle.

—SunHwa también vino. —El menor apuntó a su espalda, desde donde la mujer vestida elegantemente de gris se acercaba. YongGuk la saludó con una mano y ella sonrió apenas.

Las cosas eran muy distintas a lo que fueron un año antes, en especial en lo referente a su sobrina.

YongGuk se fue a vivir definitivamente con JunHong y este lo convenció de mantener contacto con YoonSun, incluso tenía una relación cordial con SunHwa y su familia gracias a él.

—Es la mejor forma de mantener viva la memoria de tu hermano. —Dijo el menor luego de ser él mismo quien habló con SunHwa para llevar a cabo ese objetivo y YongGuk nunca podría culparlo por haber intervenido.

Requiem [BangLo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora