Hola a todos, ahora no traigo un fanfic ni nada parecido, traigo un pequeño relato que escribí para un concurso. Espero que os guste y sintáis lo que yo sentí cuando lo escribía. Gracias a todos.
PD: el nombre de la protagonista, Ella, se pronuncia "Ela". Solo para aclarar. Saludos.
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Salir a la terraza era como volver a nacer de nuevo, por fin sentí que mis venas transportaban descargas, vi la diferencia entre esa vez y la anterior que había estado ahí. Siempre me había faltado algo, nunca supe qué fue pero por fin me sentí completa, como si ya no necesitara salir ahí para sentirme alguien. Recordaba todos los días que había pasado llorando que ahora parecían tan lejanos pero no debía olvidarlos. También comprendí que me escondía, que intentaba ocultarme de la dura realidad que, tarde o temprano, te alcanza y, cuando lo hace tarde estás más debilitado y no puedes hacerle frente. Alguien intentó enseñarme que la vida no es un camino de rosas, que las cosas no te vienen y que te caerás pero después de una caída siempre había un levantamiento, si uno lo permitía. Yo lo permití y voy a contar cómo.
El timbre sonó y me despertó de repente. La revolución francesa me había conducido, como siempre, a un camino sinfín, al que cuando alcanzaba el final siempre veía lo mismo, como con todas las clases, un reloj que me marcaba que quedaban las horas para que pudiera salir de este lugar lleno de burlas y gente idiota al que llamaban instituto. Me había cambiado de varios institutos, no porque causara problemas, mi única preocupación ahí era pasar desapercibida, sino por mi falta de amigos, mis malas notas y, sobre todo, mi constante tristeza.
Levanté mi cabeza del libro de historia que reposaba abierto sobre la mesa y, sin querer, cuando moví el brazo lo tiré al suelo. Suspiré y fui a recogerlo pero alguien se me adelantó. Kyle, mi vecino, del que llevaba enamorada desde que tenía uso de razón. Tenía el cabello negro como la noche y unos ojos grises luminosos que brillaban como estrellas, que iluminaban como lámparas a mis ojos el pozo al que había caído desde hacía mucho tiempo. Tomó el libro y me lo devolvió con una sonrisa. Yo le respondí del mismo modo.
- Deberías tener más cuidado aunque no te culpo, a todos nos resulta la clase de historia agotadora – dijo Kyle y se marchó. Yo lo seguí observando mientras que su figura se desvanecía por el oscuro pasillo mientras terminaba de asimilar lo que había pasado. Creo que fue la única vez que me habló, que me habló de verdad.
Corrí a coger el metro y allí puse todas mis fuerzas por agarrarme a una de las barras sin caerme pero no lo conseguí. El mareo que me atrapaba diariamente me agarró más fuerte de lo normal, haciéndome perder el rumbo al salir del tren. Corrí había mi casa, tropezando, tanto por el peso de la mochila como por la confusión en la que seguía dentro. Los pulmones me pidieron a gritos que parara, que respirara, pero yo no paré.
Salí a la terraza. No quise comer, no quise saludar a mi familia solo subir ahí arriba. Una suave brisa me envolvió, poniéndome en el rostro rizos rubios, que impedían a mis ojos de esmeraldas ver hacía dónde me encaminaba. Los aparté y me senté en el suelo, apoyé la cabeza en la pared y fui recapacitando de lo que había pasado. Intenté evaluarlo pero no pude. Cuando estaba ahí todas mis preocupaciones y todos mis miedos me abandonaban, al igual que me olvidaba de mi pésima vida. Miré al cielo y, simplemente, me dejé llevar.
“Corriendo por un bosque sin caminos, por un país sin fronteras en el que solo estaba yo. Ni siquiera Kyle, la única persona que me gustaría que estuviese. Una cordillera se levanta ante mis ojos y deseo escalar una de ellas, deseo saltar desde lo alto de la montaña, sin miedo a sufrir, y caer en la blanda y húmeda hierba. Deseo volar como un pájaro y cantar con su melodiosa voz. Ya estoy en lo alto de la montaña. El viento me acaricia y…”
