CAPÍTULO
VEINTELa guerra, la muerte y el deseo de poder son fieles aliados. Ninguno sobrevive sin el otro. Es como un círculo vicioso que se repite una y otra vez, dejando a su paso devastación. Danzō Shimura era la viva imagen de esos tres elementos que subsisten entre sí desde el comienzo de los tiempos. Aunque, en éste punto, hablar del tiempo carece de sentido por completo.
La explosión resonó en cada esquina de la aldea. Luego, otra y otra. En total, fueron cinco. Para entonces, los aldeanos se encontraban en los refugios, libres de cualquier peligro. Oficialmente Konoha era un campo de batalla y ya no había vuelta atrás.
Divididos en escuadrones, la élite de uniformados se preparó para atacar. No se trataba de un par de aliados, Danzō se encargó de preparar a casi todo un ejército lo suficientemente bueno como para manchar de rojo el listado de shinobi activos con la banda de la hoja. Las bajas iniciaron, tanto para el bando contrario como para los aliados de Konoha.
Desesperado por acabar con todo de raíz, Minato tomó medidas en el asunto. Medidas extremas, pero necesarias. Y, en ese punto, estaba dispuesto a lo que fuera por proteger a su gente.
Sasuke Uchiha pisó su pueblo natal. No estaba solo. Llevaba colegas consigo. Uno de ellos, Orochimaru.
La explosión que derrumbó la institución educativa, dejó a su paso un gran desastre de escombros. No obstante, gracias al resguardo de los aldeanos, no hubo bajas. Aún así, no dejaba de ser preocupante. ¿Qué tanta destrucción causaría tal enfrentamiento?
Los cuerpos sin vida caían chapoteando en el infinito lago de sangre que se acumulaba a los pies de los uniformados. El miedo, la frustración y la desesperación se fue acumulando en sus corazones. Especialmente en el de ella.
— Esto es mi culpa —musitó la rubia Uzumaki, llevándose la mano a su boca. Frente a ella, el gran desastre se llevaba a cabo: un incendio a su derecha, por la izquierda, más enfrentamiento y a un lado, cuerpos sin vida y partes humanas desprendidas como piernas o brazos.
— Lamentarte no solucionará nada —reprochó el peliplata con voz dura, al mismo tiempo que levantaba su banda ninja. Su sharingan hizo acto de presencia. Estaba listo para batallar.— Si yo no hubiera abierto mi boca, quizás éstas vidas no se hubieran perdido.
— Danzō tomó su propia desición. No puedes mandar en el corazón de nadie. Un hombre deseoso de poder tiene un corazón pobre y un corazón pobre no tiene siquiera la convicción necesaria para ser manipulado. ¿Lo entiendes?
— Entiendo que muchas personas han perdido la vida.
— Entonces, salvemos las que quedan —dicho ésto, Kakashi desapareció y entró en acción.
Más que una corriente guerra de poder, parecía una masacre y Minato lo sabía: había llegado momento de jugar su última carta. Ya no tenía más opción. Era eso o nada.
— ¿Realmente es necesario? —insistió Kushina, frente al pequeño altar destinado al jutsu prohibido que se llevaría a cabo.
— No tengo otra opción, Kushina —le respondió su esposo, quien estaba claramente desesperado.
— ¿Procedemos? —el hombre serpiente caminó hacia el Hokage—. Por hoy, quiero cambiar de rol y hacer algo bueno para variar, así que puedes confiar en mí, Minato.
— Háganlo de una maldita vez —la voz del Uchiha se hizo presente—. Estoy perdiendo el tiempo. Tengo asuntos que resolver.
— Hagámoslo —sentenció el Cuarto Hokage, haciéndose a un lado.
❀ ❀ ❀
El sudor de su frente se confundía con las incesantes lágrimas que caían por su rostro como una cascada. Lágrimas que expresaban todo el dolor, la ira, el miedo y la frustración que la heredera Uzumaki experimentaba desde su regreso al futuro. ¿Cómo era que había podido sobrevivir desde entonces? Sí, sobrevivir. Porque vivir... no lo estaba haciendo. Respiraba por inercia y por su hijo, que la mantenía atada al mundo como una gran fuente de oxígeno y energía. Por él estaba allí. ¿Cuántas horas llevaba en batalla? Ya había perdido la cuenta. Y, estaba siendo totalmente extenuante. No tanto por su físico inactivo. Su mente le estaba jugando sucio y muchas veces, cuando se ponía en peligro, pensó en morir.
Era su culpa. Cada fallecido, cada familia con una silla vacía en su mesa, cada corazón cargado de pánico e incertidumbre.
¿Y si solo dejaba de defenderse?
¿Y si elegía morir?
Sí, morir e ir con él.
Dejando caer sus brazos, Phoenix deshizo los sellos que con determinación formaba hasta segundos atrás. Sus clones desaparecieron y la dejaron totalmente expuesta a los diez enemigos que le rodeaban deseosos por arrancarle la cabeza de una sola estocada, y antes de que se lanzaran contra ella, una fuerte ráfaga de viento los hizo volar en pedazos.
Confundida, ella solo pudo sentir un brazo rodearle y luego, de un momento a otro, ya se encontraba lejos del campo de batalla.Su mente no procesaba nada de lo que estaba sucediendo. Se sentía aturdida y todo se debía a un sucio juego mental; una técnica ilusoria de manipulación que expone tus sentimientos más profundos y dolorosos. Ella estaba tan débil que fue sencillo manipularle. Por suerte, siendo fiel a su promesa, él volvió para rescatarle.
— Te dije que me lo agradecerías —pronunció una voz masculina, señalando la marca en la muñeca de la rubia, propia del Hiraishin no Jutsu.
— Tobirama —balbuceó la chica, sin siquiera atreverse a mirarle.
Pasado
— Ah, y una última cosa —Tobirama apretó su agarre en la muñeca de la misteriosa viajera en el tiempo -. No sé cómo sean las cosas en el futuro. Pero, en esta era mando yo —la soltó y se dio la vuelta para marcharse.
Phoenix observó el sello en su piel y habló:
— ¿Me marcas como gato a su dueño? —claro, tenía que sacar a relucir su para nada grandioso don de decir cosas estúpidas, en los momentos menos indicados.
Tobirama detuvo su caminar y volteó para responderle.
— Luego me lo agradecerás —cerró sus ojos en algo parecido a una sonrisa y se marchó.
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tempus . tobirama senju
Fanfiction¿deberíamos darle las gracias a naruto o continuar culpándolo por ser un cabezota?