Opuestos.

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Eran tan opuestos, que cuando Yoon Gi se detenía a pensar en ello, no entendía cómo podían ser tan buenos amigos. Mientras que a él le gustaba tirarse en el sofá a no hacer nada o escribir letras de canciones, Tae Hyung no podía estarse quieto. Daba igual que fuera primera hora de la mañana, o última de la noche. Luciendo siempre una sonrisa en el rostro, le encantaba perseguirlo por casa para contarle lo que había hecho en la universidad o cómo había salido su última cita. Yoon Gi hacía ver que no le escuchaba, que sus historietas le aburrían, pero lo cierto era que no podía evitar sentirse contagiado por la manera de ser del otro. Le daba fuerzas tenerlo al lado, su sonrisa era como un bálsamo que acababa con el cansancio del día de trabajo. Cuando se había quedado en el piso solo porque el otro quedaba con los colegas o estaba en sus trabajos de medio tiempo, se agobiaba. Incluso llegaba a tener ansiedad. En algún momento de su vida, tener a Tae Hyung cerca se había convertido en una necesidad. No lo admitiría nunca, por supuesto. Llevaba desde que habían comenzado a vivir juntos escuchando los problemas románticos del otro, sobre sus ligues, aconsejándose sobre posturas en la cama. Viéndolo pasearse desnudo e incluso habían llegado a ver porno juntos. Ese había sido un reto demasiado difícil de superar, sin lugar a dudas e incluso él había visto peligrar su cara de póker al tener al otro al lado mientras se escuchaban los jadeos provenir de la pantalla.

Sacudió el rostro, intentando olvidar aquel recuerdo de su memoria cuando escuchó la puerta abrirse. Se preparó para la llegada cual huracán del otro chico, pues aquella tarde había quedado con su grupo de amigos para ir a jugar al billar. Sin embargo, en vez de las pisadas entusiastas a sus oídos llegó el sonido de unos pies arrastrándose y una mochila cayendo de manera pesada sobre una cama. Después, el sonido de una puerta interior cerrándose. Esperó unos segundos, pero nada más pasó. Se puso en pie, yendo hacia la habitación del otro chico y se quedó plantado sin saber muy bien qué hacer. Al final, puso la mano en el pomo y abrió despacio, asomando la cabeza. Las luces estaban apagadas y no tuvo valor de encenderlas. Se metió en el lugar y al principio no distinguió a Tae Hyung, pero al final lo encontró.

—Tae...—musitó. Lo vio sentado en un rincón al lado de la cama, con las piernas encogidas y el rostro entre ellas. Se acercó a él despacio, confuso. Cuando estuvo a su lado se fue agachando poco a poco, apoyando las manos en sus hombros para hacerle levantar el rostro. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que su compañero de piso estaba llorando.

Era la primera vez que le veía llorar. En dos años, Tae Hyung nunca había borrado su sonrisa delante de él. Se le desencajó la boca, porque no sabía cómo reaccionar a eso.

La voz de Tae Hyung siempre lo animaba. La risa de Tae Hyung siempre lo animaba. Las bromas de Tae Hyung siempre lo animaban. Y ahora le tocaba animarlo a él, fuese lo que fuera que hubiese sucedido, pero solo podía quedarse allí, observándolo en silencio preguntándose por qué había agua saliendo de sus ojos.

—H... Hyung... ¿tú crees que soy un falso estúpido...?—preguntó con la voz quebrada— Me... me lo habían dicho antes... pero ningún amigo... supuesto amigo...—durante unos segundos no pudo seguir hablando, porque su voz se rompió y de forma inconsciente, Yoon Gi apretó las manos sobre sus hombros— Me ha dicho que borrase esa sonrisa estúpida de m...—no sabía por qué, pero su cuerpo había tomado el control y estaba besando al otro chico. No podía verlo así, no podía escuchar esas palabras, no podía permitir que siguiera llorando. Le daba igual si el otro lo apartaba de un puñetazo o le decía que le odiaba: en esos momentos, solo importaba que Tae Hyung no pareciera tan roto.

Pero no hubo puñetazo y tampoco lo apartó. No siguió el beso, sin embargo, se mantuvo pegado a él. El mayor se separó despacio, observándolo con la respiración entrecortada. Sus rostros estaban todavía tan cerca que sus narices se rozaban. De rodillas como estaba, rodeó el cuerpo del otro, pegando su pecho a las largas piernas de Tae Hyung y enredando los dedos de una mano en su cabello para empezar a acariciárselo. Acercó entonces el rostro a su oído, hablando en voz baja.

—Eres como un torbellino... siempre estás hablando y sonriendo, no paras quieto—notó al otro joven removerse entre sus brazos pero afianzó la fuerza de éstos a su alrededor—. Me cuesta seguirte el ritmo la mayoría de veces. Eres... eres la mejor persona que conozco, porque haces que cada día de mi vida tenga sentido. Da igual lo duro que sea, solo sé que en cuanto te veo, todo es mejor. Yo no quiero que borres nunca esa sonrisa... yo necesito esa sonrisa...—habló todo el rato sin dejar de acariciar la cabeza del otro y pudo escuchar cómo de nuevo empezaba a llorar.

Yoon Gi se había prometido no dejarle saber lo que sentía. Estaba seguro de que se llevaría ese secreto para sí mismo. No tenía ni idea el cambio que todo aquello podía tener en su relación y sin embargo, le daba igual.

Tae Hyung y él eran muy diferentes. Tae Hyung nunca mostraba cuándo estaba mal ni se quejaba. Siempre sonreía y mostraba un lado alegre de sí mismo. Pero Tae Hyung era humano. Y Yoon Gi le quería cuando era alegre porque no existía nada más hermoso en el mundo que eso, pero estaba dispuesto a protegerlo de todo y todos cuando se sintiera triste.

Porque igual que no existe el día sin la noche, Yoon Gi no podía existir sin Tae Hyung.

Opuestos. TaeGi.Where stories live. Discover now