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Como en una película antigua, veía todo su alrededor en blanco y negro.

Dos semanas desde la primera pastilla.

Las cortinas quietas, como él, que respirando en pausas tenía la mirada perdida.

La música sonaba fuerte en la radio de una mañana brillante, sin embargo, tranquila, primaveral. La estación en un especial retro de los años sesenta era lo único que se escuchaba en tan grande salón.

Víctor sonreía adormecido contra el apoyabrazos del sillón al ver a Yuri bailar.

Él siempre había sido inspirador en sus movimientos, talentoso. Tan animado que le daba ganas de respirar, de vivir mil años más sólo para verlo mover las caderas de esa forma tan seductora. Incluso cuando esa no era su intención. Y cuando sus miradas se unían traviesas, Yuri le sonreía avergonzado volviendo la vista a Makkachin que ladraba.

¿Qué había hecho para merecer un hombre así de maravilloso? Víctor cada día se lo preguntaba. No se creía merecedor de tanto.

Quizás él no estaba en las condiciones para levantarse; sus piernas pesaban como ladrillos, pero desde su lugar seguía el ritmo. El compás irresistible que fluía por sus venas hasta sus pies delataba lo mucho que extrañaba sentir la música por su cuerpo. Quería patinar.

¿Por qué se lo estaban prohibiendo? Algo no tenía sentido. Víctor arrugó el ceño confundido, pero poco podía concentrarse con su mente tan..., tan dispersa y borrosa.

La música acabó de pronto, dejándolo despistado en ese silencio amargo que ya tanto conocía. Yuri se había parado frente al balcón, mirando hacia afuera con los brazos cruzados detrás de la espalda.

Ninguno habló hasta unos minutos luego. No era incómodo, era... triste.



— No entiendo... —musitó él, mirando a los muebles—. ¿Cómo...? ¿cuándo nuestra vida se volvió tan aburrida, Yuri?

El mencionado se giró sutilmente para verlo.

— Éramos la sensación... Éramos la-la pareja que todos miraban —comenzó a contar como podía por el entumecimiento, pero parecía hablarle a la nada. Como un pensamiento en voz alta—. Era más que divertido patinar..., ahora ya no lo-ya ninguno lo hace... ¿Por qué?

Yuri apretó los labios mirando hacia el suelo. Tampoco sabía el motivo, simplemente sucedió. Sólo se acabó.

— Los años pasan, supongo.

— Tengo treinta y tres, Yuri —dijo inmediatamente, su voz a punto de quebrar ya no era nada nuevo—. No cuarenta, no cincuenta. Pero siento que..., —se detuvo pensando en sus palabras— siento que soy un anciano y que me estoy muriendo.

Se estaba muriendo. Por dentro se estaba muriendo, porque ya no era igual. Había dejado de levantarse siempre a la siete de la mañana para ir a entrenar con Yuri. Había dejado las dietas al punto de no saber qué diablos estaba comiendo. Si estaba engordando, si perdía masa corporal. Si se estaba envenenando cada día con algo nuevo.

Ahora Víctor estaba delgado, estaba sin fuerza. A este paso el muerto sería él, y lo sabía.

— No siento mis malditas piernas y me duele la cabeza demasiado, Yuri —sollozó sonriéndole con resignación—. Me duele la... la cabeza todos los días, y quiero llorar.

— Víctor, vas a...

— Ni siquiera sé por qué quiero llorar —agregó llevando ambas manos a tapar su rostro enrojecido, aquellos ojos del color del cielo tan preciosos pero que acostumbraban a llorar demasiado seguido.

Oír el silencio de la habitación parecía ser un motivo más para querer hacerlo. Pero Yuri ya no encontraba forma humana de responderle.

— Sólo sé que..., ¡mierda!, sólo... sólo sé que me siento muy culpable y que todo me da vueltas ¡porque no sé qué hacer! —gritó tratando de sentarse de golpe, pero un mareo fue lo que consiguió, y eso le hizo sentirse incluso peor.

Yuri se acercó caminando despacio hasta sentarse en una silla frente a él, mirándole con consternación, pero, Dios, eso era lo último que Víctor quería; pena. Pura y maldita pena. Claro que ya habían dejado esa etapa atrás, pero ya no podía estar seguro de nada.

La respiración agitada dolía en sus pulmones agotados. Y aunque se sostenía del respaldar, sentía que podría caer de cara contra el piso en cualquier momento. La sensación de debilidad parecía volverse cada día más cruel, demasiado para alguien que rogaba por un segundo de piedad. Por un segundo para poder respirar profundo y sentirse, al menos, un poco bien. No pedía mucho.

Ya no pedía mucho, incluso cuando él siempre pidió hasta lo imposible.

— Lo único que quería para esta edad era tener una familia contigo, Yuri —susurró con la poca voz que le quedaba, mirando al suelo.

Sin expresión hasta que su vista se nubló por completo y comenzó a llorar contra sus piernas delgadas, porque ya no iba a luchar contra ello. Se permitió descargarse entre gemidos y espasmos que su propio cuerpo provocaba al temblar, y a él ya no le importaba mucho.

Ya no le importaba mucho nada.

Porque era injusto, porque nadie jamás le había advertido que cosas como esas podrían suceder. Nadie le dijo que, algún día, podría amanecer sintiendo en su pecho el dolor de una estaca, cual sería mejor realmente tenerla. Que sentiría la culpa carcomiendo su mente hasta no dejar nada.

Su sueño había sido simple después de todo; triunfar patinando, entrenar a Yuri los próximos años, retirarse con orgullo, tener una familia y vivir felices para siempre.

Qué idiota, ¿no?

Qué iluso por creer semejante cuento de hadas tan infantil.

— Ya no quiero más de esto..., por favor, te lo ruego —pidió con los ojos cerrados.

Enseguida sintió un abrazo por su espalda. Unos besos en su nuca de esos que se dan lento, con dulzura, mientras él restregaba sus ojos quitando las lágrimas restantes.

¿Qué más podría hacer Yuri?

— ¿Las pastillas? —preguntó suave sobre su oído.

— Las pastillas —afirmó moqueando—. Ya no quiero más, me siento peor.

Leyenda viviente le decían.

No oyó respuesta de su parte, sólo sintió desde atrás que quizás estaba asintiendo despacito.

— Está bien, Vitya.

Su cuerpo entero se tensó al escuchar ese apodo.



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Por si quieren alguna canción de referencia para el comienzo del cap, les recomiendo: "Put your head on my shoulders" de Paul Anka. En serio es hermoso, y ultra romántico. 

Lidiar con alguien con depresión es... jodido. Y eso por sólo darles un adjetivo. Más si se trata de tu pareja.

Seguro dirán: CHE Y EL ROMANCE QUE PROMETISTE??!??!? Y yo les digo: ¡En el próximo capítulo! Lo digo en serio. En el próximo. Y en los próximos. Hay que ir paso a paso, shicos (?

Espero que lo hayan sentido. Porque en serio Víctor está JODIDO, grave. Spoiler: Tiene un trauma con lo sucedido. So, yes. ¡TEORÍAS LOCAS! 

Recuerden votar si les ha gustado y dejar sus comentarios que tanto me alegran ♥ 

Además, ¡me ayudaría un montón si me comparten con sus amigos en las redes!

¡Nos leemos la próxima! ♥

HE • A VICTURI FANFICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora