—¿Cómo adiestras un animal salvaje? —la pregunta retórica de Voldemort le acompañó mientras le traía su cena. Harry comió con duda, pero por la expresión de Voldemort no parecía estar envenenada. Era tan sustanciosa como la de la noche anterior a las bebidas. A sus pies, Harry se sentía humillado, pero también se sentía lo suficientemente y cuerdo como para no intentar recibir otro castigo. La soledad y el silencio no podían morir ni con su propia voz tarareando nanas contra el papel tapiz, observando aterrorizado la puerta negra.
—Con... ¿órdenes? —se atrevió a preguntar Harry. Voldemort le dedicó una sonrisa indescifrable.
—Con órdenes, sí —alzó las cejas—. También con un sistema fácilmente resumible en la Ley del Efecto. Todo estímulo trae una respuesta. Si estimulas a un halcón salvaje a que acepte un trozo de carne a cambio de dejarte tocarlo, eventualmente el ave aceptará tus caricias, pero reclamará su alimento a cambio —agachó su cabeza, examinándolo. Harry observó que Voldemort se había soltado el cabello negro que ensombrecía su expresión haciéndole ver, quizá, tenebroso; no tenebroso de un modo cruel, siniestro, sino tenebroso del modo de un bosquejo de carboncillos garabateado al pie de una historia de terror, ese tipo de miedo que provoca una ilustración a los niños—. Un ave salvaje puede transformarse con facilidad en un ave adiestrada, si le das los estímulos necesarios.
Harry detuvo su masticar. Tragó lo que tenía en la boca y dejó que los ojos rojos de Voldemort le perforasen, ácidos. Pudo ver el ligero temblor a un lado de su párpado, como si no pudiera creer lo que estaba observando. Como si no pudiera creer que él siguiera allí, con vida. Harry se estremeció, agachando nuevamente la vista a la escasa comida que quedaba en su plato, acabando de comer.
—La Tercera Ley de Newton —prosiguió Voldemort. Harry tuvo la absurda idea de que al mago le gustaba hablar, o quizá le gustaba mucho el sonido de su propia voz, ya que siempre que iba allí hablaba hasta por los codos. Intentó no reír y lo escondió detrás de la copa, calmando su sed con zumo de naranjas frescas— es muy similar a la Ley del Efecto. A toda acción le corresponde una reacción. Y, a pesar de que se considere que la Ley del Efecto es para adiestramiento, yo considero la tercera Ley de Newton es para lo contrario. Sólo pregúntate: ¿cómo haces de un ave adiestrada un ave salvaje? Acción por reacción. Rompes su comodidad. Rompes su seguridad. Rompes todo lo que consideraba paz y consigues que se pregunte, ¿en verdad está a salvo? ¿En verdad su jaula de oro es un hogar y no una prisión? Entonces, el ave adiestrada se convertirá en salvaje. ¿Sabes qué es lo que diferencia a un ave salvaje de un ave adiestrada, Harry?
Harry alzó la vista, irguiéndose. Tomó asiento, cruzándose de piernas con los talones debajo de los muslos. Su espalda estaba recta mientras alzaba su cabeza. Voldemort, sentado frente a él, le examinaba como si deseara hallar algo más allá de lo que estaba viendo. Como si deseara hallar algo dentro de él.
—No lo sé —admitió Harry.
Voldemort sonrió. Su sonrisa se extendió en su boca, pero no torció la determinación curiosa en sus ojos, como si nada en él hubiera cambiado.
—Un ave salvaje es un ave libre —susurró—. Las verdaderas aves salvajes son libres porque no pueden ser prisioneras. Ni siquiera en sus propias jaulas lo son. Podrán estar tras barrotes, pero en su mente no hallarás más que libertad. Individuales, poderosas, astutas, lógicas. No picarán tus dedos para ser liberadas mientras las alimentas; lo que harán es ganar tu afecto con falsas muestras de tal y conseguir tu confianza. Una vez que la tengan, serán libres. No les costará nada —su risa se elevó, graciosa y oscura—. ¿Sabes por qué eres un ave adiestrada, un ave cautiva, mi pequeña avecilla? Porque tú jamás has intentado escapar. La puerta se halla allí. Jamás ha tenido ningún encantamiento que pueda herirte, ni ninguna llave. Sin embargo has esperado todo en bandeja de plata. No has peleado ni negociado por comida, ni por bebida; tampoco has intentado herirme o matarme con el cuchillo que te he dado, simplemente usándolo para comer. No has amenazado ni una vez con el poder de tu familia y las consecuencias a mi nombre si llego a herirte. No has tenido la capacidad para intentar comprar tu libertad con oro. Lo esperabas... ¿qué? ¿Morir? ¿Ser rescatado? ¿Ser un mártir? ¿Qué?
»Estás cautivo en tu falsa idea de libertad, como ya he dicho antes. No, no eres libre, pequeña avecilla. Un ave cautiva, un ave adiestrada. Debería sentirme decepcionado, muy decepcionado de ti.
Voldemort recogió la bandeja vacía de alimentos y bebida. Ningún veneno allí, ninguna amenaza más que él mismo. Harry observó su espalda hasta que estuvo en la puerta.
—¿Qué quieres? —preguntó, áspero.
El mago oscuro... no, no sólo el mago oscuro; el Señor Oscuro se volteó, observándole por sobre su hombro. Semblante blanco y afilado, labios llenos pronunciando una curva fatal de burla, ojos rojos ardiendo, gotas de sangre y muerte latiendo en su mirada.
—Acción por reacción —susurró Voldemort, saliendo de la habitación—. ¿Te sientes a salvo?
Y cerró la puerta.
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Do we feel safe?
Fanfiction«Nadie es más esclavo que el que se tiene por libre sin serlo». Goethe. Regalo de cumpleaños para @MoonErebos Voldemort/Harry.