Quedate

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El olor de su pelo. Esa suavidad, brillante, contra sus fosas nasales. Contra su piel. Flor enterró la nariz, la cara, en ese pelo y ese cuello y sintió el aroma dulce a pan recién horneado todavía colgando de su piel. Y su mano apretó aún más el brazo que sostenía, dispuesta a no soltarla jamás, porque ya lo había hecho una vez, y qué gran error había sido.

Su respiración rebotó en la piel de la otra, su boca entreabierta y las palabras pronunciadas con anterioridad bailando todavía en el aire.

Quedate, le había dicho, con el alma en los labios y un dolor en el pecho. Quedate acá conmigo, por favor.

Y para sorpresa suya, Jazmín no había ofrecido resistencia. Se había dejado atrapar y no había dado ni un paso para alejarse de esta tortura que les recorría las venas.

Florencia lo veía, el mismo sentir, presente en su piel enrojecida, en el sube y baja de su pecho enfurecido. Se escuchaba el mismo temblor surgir de ambas gargantas, quemándoles el pecho, exigiendo más.

Jazmín no se había dado vuelta, pero Florencia tenía tan grabadas a fuego sus facciones que en verdad no hacía falta tenerla de frente.

Sólo le hacía falta esto. Este fuego arrasándolo todo y amenazando con destruirla para siempre. Y qué le importaba. Sinceramente. Se podía ir todo bien a la reverendísima mierda, porque nada era más importante para ella que este momento, aquí y ahora.

Así, con la mujer que le daba vuelta la cabeza bien pegada a su cuerpo, temblando a causa de la cercanía entre las dos, la falta de espacio. ¿Y quién necesitaba espacio cuando se podía morir de una manera tan fantástica?

Florencia sabía detallar la curva de esos labios carnosos que la habían vuelto loca semanas atrás. Imaginaba su leve apertura, escuchando cómo la pelirroja luchaba por respirar de forma normal a través de su boca, esa boca que necesitaba besar. Ella podía dibujar una perfecta imagen mental de ese ceño, fruncido mientras se le escapaba todo resabio de cordura posible.

Hundió más aún su rostro en el suave y terso cuello de Jazmín, rozando levemente su piel con la punta de la nariz, con los labios, encontrando que amaba sentir todas las revoluciones que ella podía generar en la otra muchacha.

Estaba sedienta de poder, hambrienta de ella. Y ya no podía contenerse más.

En su cuarto del hotel, sólo existía Jazmín, los sonidos que Florencia lograba arrancar de su centro, el cosquilleo que sembraba en su piel.

Inmóvil, Jazmín se entregaba a ella. Y Florencia moría por amarla bien. Quizás agradeciéndole por darle las riendas del juego, porque Florencia tenía muy claro que, en esta situación, ella estaba en desventaja. De seguro Jazmín podría retomar el control y enseñarle todo lo que ella ya había experimentado. Pero estaba eligiendo entregarse a Florencia, y eso la mataba.

Los labios de Florencia se chocaron con la oreja de Jazmín, y Jaz no pudo controlar el espasmo que aquello le generó. —Jazmín —susurró Flor contra su piel, —te quiero... demasiado.

Sus dientes capturaron el lóbulo de Jazmín y tiraron, suave. Jazmín no pudo hacer más que gemir, alimentando el fuego que crecía entre las piernas de Florencia.

Con su mano libre, Flor la tomó en brazos, apretándola fuertemente contra su pecho y sintiendo cómo la otra mujer se reclinaba enteramente contra su cuerpo. El pelo rojo corrido hacia un costado, Flor tenía acceso libre al cuello que tanto había añorado besar. No perdió un segundo. En el momento en que sus labios conectaron con aquella piel, escuchó la palabra que hasta entonces sólo había oído en sueños:

Quedate [Flozmin]Where stories live. Discover now