Capítulo dos.

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Abby jamás estuvo tan emocionada. Que sus padres le dieran permiso para salir de fiesta, por primera vez, era un milagro.

La chica nunca necesitó demasiada producción para sus cosas, sin embargo, su madre estaba encima de ella buscando los distintos atuendos que podría utilizar. Algo que hiciera relucir entre las demás, con unos zapatos altos que arreglara su baja estatura.

La madre quería convertirla en la Barbie que siempre debía ser. La muchacha miró con desaprobación el vestido pegado al cuerpo de color negro con brillantina por todos lados pero realmente le gustaron las botas largas con un tacón promedio. Vio el segundo vestido, seguía siendo muy exagerado. Finalmente el tercero fue el más simple; de tono café con cuello cerrado y mangas largas junto a un precioso abrigo peludo.

Doris le alisó el cabello y se encargó que el maquillaje de su hija estuviera perfecto echándole por último, fijador para que quedar ahí durante las horas que estuviera afuera.

—Estoy emocionada, gracias de nuevo —reiteró Abby.

Su madre le sonrió y llamó a su esposo para que fuera a dejar a la chica a su primera fiesta.

Eran las ocho con veinte minutos cuando llegaron al recinto. La dirección se las había mandado Dolly porque es demasiado temprano para llegar, entonces esperaría a que los padres de la inocente del grupo se fueran y así la llevarían a lo de Courtney a hacer hora.

—Está bien aquí, les mandaré un texto si me quiero ir antes —besó las mejillas de sus padres—. Nos vemos.

Caminó a la casa escuchando el motor partir. Suspiró aliviada, pensó que esperarían a que entrara.

Dolly salió detrás de un arbusto arrastrándola a la casa de al lado. Courtney chilló al verla tan preciosa, sus amigas estaban felices de que por fin Abby las acompañara a algo. Eve estaba en la habitación buscando que ponerse, Court siempre ha sido la generosa del grupo; presta su ropa y maquillaje cuando es necesario.

Conversaron de lo que fue su tarde y un poco de los que asistirían a la fiesta.

— ¿Recuerdan al egresado más guapo de todos? —El resto asintió—. ¡Justin estará en la fiesta! —Gritaron todas menos una; Abby miraba al chico de reojo hace tres años atrás.

La primera vez que lo vio rompió cada una de sus expectativas, y es que sus amigas desde pequeñas hablaban del perfecto hombre en el que se estaba convirtiendo. Rico, con su copo perfectamente peinado, jeans ajustados y suéter adecuado. El único problema ahí es que si madre lo hubiera aprobado, y no por su edad, porque es muy mayor según los estereotipos de su madre, sino, por el dinero que poseía. Doris se volvería loca y aceptaría cada estupidez que cometiera Abby mientras estuviera con el castaño, que le regalara preciosas joyas y vestidos carísimos a su hija.

— ¿Y saben otra cosa más? Sus padres lo desheredaron —Bajó la voz Dolly—. Rompió un par de reglas, lo llevaron una noche a la cárcel. Pagaron su fianza y desde ahí que vive solo, al otro lado de la ciudad.

Oh, ahora le parecía mucho más atractivo a la castaña. Un Ken de malos hábitos.

—Sin embargo, sigue estudiando y tiene calificaciones perfectas. Lo turbio jamás fue parte de él, simplemente fue la desilusión de una noche, un error —a Abby le hubiese gustado ver un lado rudo de él—. Está volviendo a los buenos términos con su familia y pronto volverá a ser rico como siempre.

Siguieron hablando de otros chicos regresados que asistirían mientras Abby estaba en otro lado, y es que estar nerviosa es normal cuando la única fiesta que tuvo fue en su propia casa con niños de ocho años, el cumpleaños de su hermano Cedric. El resto en los que estuvo entre la edad de siete y doce, su madre estaba presente diciéndole que no podía jugar como el resto porque su lindo vestido se arruinaría, sus rodillas se lastimarían y su cabello quedaría hecho un desastre. Los miedos de mamá con su pequeña muñeca llegaban a asustarla hasta el día de hoy, sin embargo, pensaba en vivir sus últimos años de adolescente cueste lo que cueste. Si Doris la escuchara o se metiera en sus pensamientos, la reprendería y probablemente la golpearía. Más de una vez le puso una mano encima a la chica, vivir con eso podría decírsele una costumbre.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora