IMPROVISACION

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En cuanto pasamos la frontera quileute, mi padre frenó en seco y nosotros nos reímos con satisfacción. Me pegué a Jake y comencé a darle besos cortos en la mejilla y la mandíbula. El coche avanzó rapidísimo por la carretera de La Push y se desvió por la carretera de Mora, hasta que llegamos al final de ésta y Jacob aparcó en el pequeño parking de Rialto Beach.

La sensación de la adrenalina era tan fuerte, que nos bajamos del Ferrari, nos descalzamos por el camino, bajamos volando hacia la playa, saltando y sorteando los troncos blanquecinos de diferentes tamaños, y corrimos durante un rato por esa orilla de arena oscura y piedrecillas, carcajeándonos.

- ¡Lo conseguimos! – grité, emocionada, lanzándome a sus brazos.

Jacob me elevó por el aire y dio unas cuantas vueltas mientras nos reíamos, hasta que me dejó en la arena.

- Estamos locos, ¿lo sabías? – murmuró, acercando su rostro al mío con efusividad.

- Yo sólo estoy loca por ti – susurré, ansiosa, estampando mis labios en los suyos para besarlos con avidez.

Me pegué a él con tanto énfasis, que Jacob se vio obligado a retroceder un paso y terminamos cayéndonos en la blanda arena empapada de la orilla. Aún así, no despegamos nuestras hambrientas bocas.

Mientras estaba encima de él y le besaba, aproveché para desabrocharle la camisa. El agua que le llegaba no parecía molestarle en absoluto cuando deslicé mi boca y mi lengua por su agitado pecho desnudo, ya mojado. La espuma de las olas bañaba su cobriza piel y la hacía más apetecible. Sus manos escalaron por la parte trasera de mis muslos, alzando la chorreante falda de mi vestido a su paso, y me estremecí. Volví a sus labios y me friccioné hacia delante con su ayuda, a los dos se nos escapó un gemido sordo. Pasé a recorrer todo su cuello con mi boca y nuestros labios acabaron encontrándose de nuevo entre los jadeos. Todo él sabía salado, su pecho, su cuello, su boca. Todo excepto su lengua, ésta era húmeda, suave, tórrida y dulce, lo mismo que su aliento.

Sus manos subieron y desataron con facilidad el lazo de mi chaqueta, tirando de uno de los extremos. Me la quitó de un solo movimiento y yo le ayudé, sacando mis brazos de las mangas. Se giró y se colocó sobre mí, entre mis piernas. Ahora las olas bañaban mi cuerpo, sin embargo, y a pesar de que el agua estaba helada, no tenía ni una gota de frío. Yo ardía como una llama de fuego.

Nuestras bocas se movían ardientes, intercambiando bravías expiraciones. Bajó los gruesos tirantes de mi vestido y dejó todo mi pecho al descubierto, tocándolo a su paso. Abandonó mis labios para deslizar su boca y su lengua por el mismo, eso me excitó tanto, que me aferré a su espalda y a su pelo y mi cuerpo se arqueó hacia atrás; mis piernas se abrieron más en respuesta. El agua consiguió llegar a toda mi cabeza y mi pelo se mezcló con la arena y la espuma de las olas que lo azotaban. Su palma reptó por mi pierna y volvió a arrastrar la falda hacia arriba, deslizándose por la media. Se topó con el liguero, pero eso no fue impedimento para él, metió la mano por debajo de la cinta roja y me acarició el muslo. Volví a estremecerme al notar su ardiente tacto sobre la parte de mi piel desnuda.

Sus labios empezaron a subir más despacio, parándose un rato en mi cuello, hasta que regresaron a los míos.

- Espera – me susurró.

Me subió los tirantes del vestido, se incorporó, cogiendo mi chaqueta empapada, y me levantó para tomarme en brazos.

- No quiero que pases frío – murmuró.

- No tengo nada de frío – susurré, besándole a la vez que me asía bien a su cuello.

Jacob comenzó a caminar hacia un rincón escondido que había entre todos aquellos enormes trozos de árboles blanquecinos, en una zona donde la arena todavía era fina y no había esos cantos de piedra más grandes, propios de Rialto Beach. Volvió a soltar mi boca.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora