La ducha fue una maravilla. Parecía que me hubiera quitado un kilo de cemento de la cabeza y el cuerpo. Cuando me puse el chándal, me sentí limpia, calentita y cómoda.
Salí de mi vestidor y Jacob entraba por la puerta de mi dormitorio con la toalla puesta. Mis ojos actuaron con descaro, ahora ya no había motivo para disimular.
- Se me olvidó coger la ropa – dijo, pasando al cuartito -. Todavía tengo algo aquí, ¿no?
- Sí – contesté, asomándome por el marco -. Tienes ahí tus…
Mis cuerdas vocales se ahogaron cuando Jacob se quitó la toalla, se secó el pelo y la tiró en el cesto de la ropa sucia.
- ¿Qué pasa? – preguntó, riéndose, al ver mi cara de alelada -. Ya me has visto desnudo.
Sí, y en varias ocasiones y situaciones.
- Es que me has pillado desprevenida – admití, un poco ruborizada, aunque no le quité la vista de encima.
- Perdona, no me di cuenta de que te podías sentir incómoda – declaró, poniéndose unos pantalones vaqueros cortos -. Estoy tan acostumbrado a que me vean desnudo, que ya ni lo noto.
- Sólo he dicho que me pillaste desprevenida, no que no me guste o me sienta incómoda – confesé con una sonrisilla, apoyándome en el marco de la puerta.
Jacob sonrió.
Entonces, reparé en algo en lo que nunca me había parado a pensar.
- ¿Y… Leah también te ha visto desnudo? – quise saber, mordiéndome el labio.
- ¿Es que te molesta eso? – y me miró con su sonrisa torcida.
- Bueno, que otra mujer pueda ver a mi chico desnudo, no es que me haga mucha gracia, la verdad – reconocí -. Y menos si a esa mujer le gustabas.
- Hace años que ya no le gusto – se rió -. Además, ahora tiene novio y te aseguro que está muy enamorada de él.
- Mejor – se me escapó con una sonrisita un tanto maquiavélica.
Su sonrisa se amplió.
- No te preocupes, Leah nos ha visto a todos, está curada de espanto.
- ¿Y vosotros también la habéis visto a ella?
- Sí, claro – se encogió de hombros -. Bueno, ella siempre se esconde, pero ya estamos muy acostumbrados. A estas alturas, ninguno se fija en que es una chica. Es uno más. Aunque procuramos mirar hacia otro lado cuando no le queda otro remedio que cambiar de fase delante nuestro. Por respetar un poco su intimidad y todo eso, ya sabes.
- Pobre Leah – me compadecí -. No me gustaría estar en su pellejo. Debió de pasarlo fatal al principio.
Encima de haber tenido que enfrentarse a la tortura de estar con su antiguo amor, escuchando y compartiendo los pensamientos de ambos, tuvo que soportar las miradas y, en consecuencia, inevitables juicios de los chicos.
- No te preocupes, ahora los tiene a todos a raya – aseguró, riéndose, mientras se ponía la camiseta.
Parecía que me hubiera leído el pensamiento, como siempre.
- ¿Ya estás? ¿Podemos bajar?
- Sólo una cosa – dijo, cogiéndome del brazo. Tiró hacia él, haciéndome entrar en el vestidor, cerró la puerta y me empujó con suavidad para acorralarme contra la misma. Empecé a hiperventilar cuando se pegó a mí -. Sólo quiero besarte antes de bajar ahí abajo – me susurró con su voz ronca, pegando la frente a la mía.
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JACOB Y NESSIE DESPERTAR
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