HUIR

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Estaba agotada, sin embargo, me costó mucho conciliar el sueño. Aparte del tema de mi madre, sufrí unas cuantas réplicas y tuve que levantarme varias veces para darme unas duchas bien frías y, aún así, no era a quitarme el calor del cuerpo.

No obstante, eso no hizo que mi felicidad se borrase de mi cara. Me pasé ese desvelo pensando en Jacob, en el día tan increíble que habíamos pasado juntos, en su poderoso cuerpo perfecto, en todo lo que me había hecho sentir… Creo que eso también contribuyó a que mi celo regresara con ganas.

Tanto, que hasta en mis sueños era incapaz de reprimirme. Me desperté sofocadísima, me destapé del todo y agarré la tapa que había arrancado de una libreta y que había dejado en la mesilla, para abanicarme. La agité con brío, intentando lanzar el poco aire que provocaba hacia la cara. La fuerte lluvia repiqueteaba en la cristalera, eso, y la monótona música que provocaba al chocar contra la vegetación y la tierra de fuera, era lo único que se oía.

Entonces, la tapa se me resbaló de la mano y cayó sobre el colchón cuando escuché un portazo y las alteradas voces de mis tías.

- ¡¿Qué haces aquí?! – protestó Rosalie.

- ¡No, Jacob! – gritó Alice.

- ¡Maldito chucho! ¡¿A dónde te crees que vas?! ¡¿Es que quieres que Edward te mate?!

No escuché su voz. Lo siguiente que sonó fueron unos pies descalzos subiendo los últimos escalones a toda prisa y acercándose por el pasillo, mezclados con los pasos y las quejas de mis tías. Mi aliento comenzó a salir agitado y emocionado.

Me levanté de un salto y no me dio tiempo a más. La puerta se abrió con un movimiento enérgico y Jacob apareció tras ella. Estaba completamente empapado, esos pantalones cortos de color gris claro que le había regalado hacía un mes ahora eran de un gris oscuro, y el agua le goteaba de los mismos y del pelo. Su mirada era más penetrante que nunca y su olor era tan fuerte como por el día.

No vaciló en ningún momento, y yo tampoco. Antes de que a mis tías les diera tiempo a levantar otro pie para detenerle, cerró de un portazo y dio una zancada en mi dirección; yo me abalancé a sus brazos, con tanto empeño, que estampé su espalda en la pared.

Mientras nos besábamos con auténtico ardor, sus manos se pegaron a la parte posterior de mis muslos. Estaban mojadas, como todo él, pero eran tan calientes como siempre. Escalaron hacia arriba con ansia, levantando mi camisón de algodón, y cuando llegaron a su objetivo, me friccionó contra él. Ninguno de los dos pudo evitar que su garganta dejara escapar un gemido sordo. Pero yo quería más, me pegué bien a él y volví a friccionarme varias veces, completamente desbocada. Los fuertes jadeos se escaparon de nuevo y sus dedos se clavaron en mi piel con avidez.

Mis manos soltaron su pelo y descendieron por su pecho, acariciándolo con vehemencia a su paso, hasta que llegaron al cierre de su pantalón. Entonces, se separó de mis labios.

- Espera – me paró, respirando a cien por hora -. Aquí no.

Me tomó de la mano y se despegó de la pared, llevándome con él. Abrió la puerta con el mismo brío que había puesto para abrirla y la atravesamos a toda velocidad.

Mis tías, que todavía se encontraban en el pasillo, se habían quedado totalmente desconcertadas, bloqueadas, no sabían qué hacer. Hasta que Alice reaccionó y comenzó a seguirnos por las escaleras.

- No vayas – me pidió, poniéndose a mi lado e implorándome con sus ojos dorados muy abiertos -. Les prometí a tus padres que te vigilaría y que no saldrías de esta casa.

- Lo siento, Alice. Tengo que ir – y la esquivé para seguir avanzando por el salón con Jacob.

En cuanto atravesamos la puerta, Jake me soltó, pegó un salto hacia delante, salvando los escalones del porche, y se transformó en pleno vuelo, dejando sus pantalones hechos trizas. Aterrizó en el suelo y se echó para que le montara.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora