Capítulo 4: Promesas cumplidas

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— Joel, Joel. ¿Estás bien? — Papá tocaba la puerta — ¿Por qué te encerraste? Sabes que en esta casa nadie se encierra en las habitaciones.

— Eh... Quería orar a solas. ¿Está mal? — Respondí sarcásticamente.

— ¿Orar? Pues, claro que no está mal. Y ¿por qué orabas? — Preguntó Papá curioso.

Abrí la puerta y lo dejé pasar. Él se sentó en mi cama y yo en la silla del escritorio.

— Porque ya estoy cansado de fingir alguien que no soy. Quiero ser esa persona que todo el mundo piensa que soy. Tú prédica de hoy me hizo abrir los ojos y en realidad quiero cambiar.

— Joel, no sabes cómo me alegran tus palabras. Sé qué la prédica te iba a hablar bastante. Y ahora ¿qué piensas hacer?

— En realidad, quiero comenzar a creer en Dios, necesito confiar en Él y en qué sus promesas son reales y se cumple.

— Bueno Joel, tú sabes que ninguna de las buenas promesas de Dios se han dejado de cumplir en nuestras vidas. Hace 28 años Dios nos prometió que íbamos a tener una Iglesia aquí en Toronto y aquí estamos, la promesa se cumplió.

— Pues si. ¿Me puedes contar más acerca de cómo surgió nuestra Iglesia?

— Obvio. Todo comenzó cuando tu madre y yo nos casamos, ya los dos conocíamos del Señor y andábamos en sus caminos. Un día un predicador de otro país que vino a una conferencia a la antigua Iglesia donde asistíamos nos dijo que Dios iba a hacer algo muy grande con nosotros y nuestra familia. Qué nos iba a regalar un ministerio privilegiado y nos iba a dar la oportunidad de predicar el evangelio de Dios por todos los rincones del mundo.

— ¡Wow! Y ¿se cumplió?

— Si, dos años después Dios nos habló en una noche fría y nos dijo que iniciáramos nuestra propia congregación y después de dos meses, el primer domingo de octubre dimos nuestro primer servicio como Iglesia.

— Y sobre predicar por todos los rincones del mundo.

— Bueno, sabes que constantemente nos están invitando a congresos y conferencias a lo largo y ancho de Estados Unidos y Canadá. Tal vez no sea muy lejos pero Dios cumplió, nos invitan fuera del país a predicar. Además, recuerda que el sábado vamos a viajar a París, los pastores de Hillsong Church nos invitaron y quieren que yo predique para la Hillsong Conference.

— Genial. ¿Puedo ir con ustedes? Sabes que Francia me encanta y de paso quiero conocer Hillsong.

— Lo siento Joel. Tendrás que quedarte aquí ya que los cupos son limitados y solo nos dieron dos. Además tendrás que estar pendiente de la Iglesia durante los cinco días que estemos en París.

— Tranquilo, no hay problema. Será en otra ocasión, además tengo parcial esta semana y debo estudiar mucho ya que tengo una materia un poco baja.

En ese instante Mamá entró con dos vasos de jugo y con una gran sonrisa.

— ¡Hola! ¿De que hablaban?

— Amor, le estaba contando a Joel cómo surgió la Iglesia y lo impresionante que fue Dios — Respondió Papá

— Si hijo. La verdad es que Dios ha sido bueno y sé que lo seguirá siendo — Le entregó un vaso a papá y otro a mí — Él es fiel en todo tiempo y el hecho de que nos haya dado la oportunidad de predicar Su evangelio desde una Iglesia propia es una gran, gran privilegio.

— Que bueno es escuchar eso. La verdad es que estoy comenzando a pensar que Dios si cumple lo que promete — Respondí con un suspiro.

— Así es Joel.

Después de esa agradable charla fuimos a recoger a la abuela a su casa ya que íbamos a comer juntos.

Ella vive en un pequeño departamento en el centro de la ciudad, es pensionada y viuda, mi abuelo murió hace dos años.

Ella estará pendiente de mí mientras mis padres estén de viaje por lo que fuimos para que ellos se despidieran de mi abuela.

Mientras la abuela y mamá estaban en la cocina terminando de hacer la comida papá y yo esperábamos en el comedor.

En eso la abuela entró a su habitación y al cabo de algunos minutos salió y se sentó a mi lado:

— Liam, tengo algo que darte — Sus ojos estaban rojos como si hubiese estado llorando

— ¿Qué te pasó abuela? ¿Por qué lloras?

— Hoy hace cincuenta y ocho años tu abuelo y yo estábamos casándonos. Ahora él no está conmigo.

— Ay abuela. Sabes que el abuelo está en un mejor lugar.

— Si, pero yo soñaba con caminar con él en la playa cogidos de manos, viajar juntos a Asia, quedaban muchas cosas por hacer. Yo lo amaba, él era el amor de mi vida.

— Lo lamento tanto abuela.

— Sé que está en un mejor lugar, un lugar donde no hay sufrimiento ni dolor, ese es mi consuelo. Pero no es un día para estar triste, es un día con conmemorar una fecha especial en la que Dios hizo una unión especial. Hoy un día para darte un regalo especial.

— Así es abuela. Y ¿qué es eso tan especial? — Pregunté con curiosidad.

— Tu abuelo dejó algo muy importante — la abuela sacó de su bolsillo una biblia — esta fue su Biblia, la que utilizó en sus últimos dos años de vida. Aquí están sus apuntes de predicas, promesas del Señor y demás. Sé que ya tienes una pero está es especial y quiero regalártela.

— Oh abuela, no sé qué decir. Es algo muy preciado para ti. ¿Segura que quieres obsequiármelo?

— Claro que sí hijo. Tu la necesitas más que yo. ¿La aceptas?

— Sin duda que sí. Esta Biblia hará parte de mi renacimiento Espiritual. ¡Muchas gracias abuela!

— De nada. Sabes que eres como un hijo para mí.

En medio de los problemas y de mi lucha para enamorarme más de Dios, Él todos los días me recordaba su inmenso amor a través de las personas que me rodeaban en especial a través de mi familia.

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⏰ Última actualización: May 18, 2020 ⏰

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