- Entonces, ¿os gustaron los butacones? – preguntó Alice con unos ojos muy abiertos que esperaban una respuesta positiva.
- Claro, son muy anchos, perfectos para…
Jake cerró su sonriente pico en cuanto le pellizqué en el brazo.
- Sí, muchas gracias, Alice – seguí yo -. Es justo lo que buscábamos para ese rincón de la chimenea.
- De nada. Espero que los disfrutéis – y me guiñó el ojo como si ya supiese de qué iba el asunto.
Mi cara sufrió un baño de sangre y mi padre suspiró con resignación.
Se hizo un silencio bastante incómodo en el que la brisa de primeros de septiembre aprovechó para hacerse de notar y agitó las hojas de los árboles de los alrededores del límite fronterizo de La Push.
- Bueno, así que os vais la semana que viene – intervino Carlisle, sonriente, para iniciar otra conversación -. Por fin utilizaréis los vales y os vais de luna de miel.
- Sí – afirmó Jake con alegría manifiesta, girando el rostro para mirarme -, antes de que Nessie empiece las clases. Y también queríamos aprovechar para celebrar su cumpleaños de una manera especial.
Le sonreí abiertamente y apreté el amarre de su mano. Menudo cumpleaños iba a pasar, y ya tenía el mejor regalo del mundo.
- ¿Y a dónde vais? – quiso saber.
- A la isla de Santa Lucía – reveló Jake -. Bueno, en realidad, a un islote que está a unas cuantas millas más allá. Emmett sabe dónde está – y le dedicó una sonrisita cómplice al mencionado.
- Es un sitio solitario y paradisíaco en el nos perdemos yo y Rose de vez en cuando – explicó Em con una sonrisa de oreja a oreja mientras observaba a su novia de reojo, que le dio un codazo, riéndose con vergüenza -. La única casa que hay allí es nuestra, así que pensamos que, como vosotros les pagabais el viaje como regalo de boda, nosotros podíamos regalarles el alojamiento.
- Qué buena idea – observó Carlisle con agrado -. Así que el Caribe, ¿eh?
- Sí, nos apetecía ir a un sitio cálido y soleado, y como Emmett y Rosalie se empeñaron en hacernos ese regalo y conocían ese sitio – declaró mi novio -. Además, tengo que enseñarle a Nessie a nadar. Es un poco bochornoso que no sepa, cuando va a vivir al lado de una playa – bromeó.
- Muy gracioso – le contesté con retintín, aunque era cierto.
- Ya verás qué pronto aprendes allí, sobretodo cuando los tiburones vayan a por ti y tengas que salir corriendo del agua – siguió, mofándose.
- ¿Tibu… tiburones? – espeté, asustada.
- ¿No lo sabías? Las aguas caribeñas están infestadas de tiburones – afirmó con su sonrisa burlona. Abrí los ojos como platos -. Pero no te preocupes, yo los agarraré por la cola y los lanzaré mar adentro para que no te rocen – dijo, gesticulando con el brazo suelto como si estuviera haciéndolo -. O también puedo interponerme, total, si me muerden, me curaré en dos segundos… - mi rostro palideció y Jake alzó la mano hacia su barbilla, pensativo -. Aunque, bueno, si me arrancan una pierna o algo…
- ¡No! No nos meteremos en el agua – sentencié con temor.
Jacob se empezó a carcajear.
- ¡Era una broma! – se rió. Fruncí mi ceño al principio, pero terminé contagiándome por su risa y le pegué un tortazo en el brazo, mordiéndome el labio, sonriente -. Hay tiburones, pero no son como los de las películas, son pequeños – me aclaró, más serio -, y no son una plaga como las medusas. Tendremos suerte si vemos uno o dos.
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JACOB Y NESSIE DESPERTAR
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