Capítulo I: La pesadilla comienza

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Me despierto exasperado. Otra vez esa pesadilla que me atormenta todas las noches.

Soy yo, corriendo en un oscuro bosque, pareciera que escapo de alguien pero, en ningún momento logro ver de qué o de quién estoy huyendo.

Y siempre, justo en el clímax del sueño, logro ver las garras de ese ser, seguidas de su mano pálida y a punto de alcanzarme.

En cuanto eso pasa, despierto.

Despierto con un grito ahogado, seguido por el frío sudor que recorre mi frente y mejillas, a la vez que respiro agitadamete.
Tengo la vista nublada e intento volver a mi realidad. Trato de calmarme.

Por instinto, tomo el móvil que se encuentra a mi lado y veo la hora.
Entro en razón de golpe, pues me doy cuenta de que se me ha hecho tarde para la escuela, que cierra en una hora.

-¡Baja! -escucho a mi madre apresurándome desde el piso de abajo- ¡Debes desayunar algo y yo no seré quien lo prepare!

-¡Ya voy!

Respondo de mala gana y me apresuro a tomar una ducha y arreglarme. Apenas es el segundo día en la preparatoria y no debo llegar tarde.

Al terminar, bajo corriendo y desayuno nada más que cereales; los como tan rápido que obtengo como respuesta un leve dolor estomacal. Salgo camino al instituto, a mi primer día de clases. Ayer no fui a petición de un amigo, cuya madre también (y digo "también" porque incluyo a la mía) estaba asustada de dejarlo salir.

Definitivamente se me hizo tarde, así que apresuro ligeramente el paso; es peor aún ir a pie. Prefiero no presionarme mucho, dedicándome así a pensar en otros temas.
Recuerdo el noticiero; desde las vacaciones de verano surgió un suceso que ha estado causando revuelo:
Un asesino serial, suelto, y no identificado.

Entra sin dificultades a casas, apartamentos y locales, y a todo ser humano lo asesina sin piedad. Hace masacres dignas de una película de terror pero, de alguna manera, huye sin dejar evidencias; y todo testigo se vuelve su víctima...

En lo personal, no le doy mucha importancia. Realmente me tiene sin cuidado. Un asesino serial, suelto por la calle, no es algo que me asuste; pensándolo bien, eso digo ahora, aunque si lo viera me orinaría del miedo.

Dejo de lado mis pensamientos y caigo en cuenta de que he llegado a la escuela. Casi no veo alumnos, y por lo que sé, ayer hubo aún menos.
Como dije, la noticia ha causado polémica..

-¡Richy! -escucho una voz familiar llamándome.

-Hola, Charlie -respondo al chico de cabello color zanahoria que se aproxima.

>>Este chico se llama Charlie Garcia. Lo conocí hace unos tres años, cuando entramos a la secundaria.
Desde siempre ha tenido un carácter relajado, positivo y alegre.
El bromista de la clase y friki por excelencia. Tiene el cabello anaranjado y ojos azules, tez clara y pecas: algo notorio y llamativo. <<

Yo, por el contrario, tengo el cabello negro y ojos marrones. Piel clara, igualmente, y unas ojeras algo marcadas reposan bajo mis ojos; nada destacable, debo decir.

-¡¿Richard, por qué no respondías mis mensajes?! -replicó un tanto molesto- Mi madre estaba paranoica ayer y no me dejó venir. Hoy quería pasar por ti y que viniésemos juntos, pero nunca contestaste...
¡¿Tan poco te importo?!

Decía esto último mientras me abrazaba, casi dejándose caer sobre mis brazos.

-En primer lugar, mi nombre es Heindrich, no "Richard", ¿cuántas veces deberé repetirlo? -suspiré- Segundo, no es que no me importes, sino que no podía dormir y dejé música puesta a todo volúmen. Quizá por eso no escuché tus mensajes.
Y tercero, deja de derretirte en mi; no quiero que la gente piense cosas raras...

-¿"Cosas raras"?, ¿cómo qué? -me mira confundido.

-Olvídalo... -prefiero ahorrarme explicaciones que sé que no entenderá.

Subimos las escaleras y buscamos nuestro salón.
Después de equivocarnos un par de veces, damos con el correcto en el tercer piso.

El día transcurre normal: típicos saludos de típicos primeros días de clases; me preocupo más por conocer mi entorno y el espacio que a las personas.

El ambiente de la preparatoria consta de un edificio antiguo, rodeado de un muro de concreto de gran altura.
La construcción, en buen estado, a excepción de la falta de pintura, que hace que parezca una especie de internado de película.
Los salones son amplios y el techo a más altura que los normales.

Debido al gran tamaño del lugar, hay una parte destinada a cursos para niños pequeños o algo así; se puede notar por una reja que divide y da paso a un patio de concreto con juegos infantiles, jardineras de flores -marchitas- y algunos salones probablemente para talleres.

La entrada está conformada por un portón muy grande, decorado con enredaderas que suben entrelazadas a rosas.

Han pasado ya varias horas desde el comienzo del día escolar y ya hemos bajado al receso inclusive.
De repente, algo llama la atención de todos; se escuchan muchas voces en el piso de abajo y la cancha, también se aprecian luces de patrullas policiacas, y a lo lejos el sonido de ambulancias.

Los estudiantes corren a asomarse por las ventanas y, muchos otros bajan las escaleras; muchos otros BAJAMOS las escaleras.
Desde los altavoces nos advierten no acercarnos, pero es muy tarde y la curiosidad nos gana.
Curiosidad que no dura demasiado al ver el motivo de las ambulancias:
Se están llevando el cadáver, fresco, de una chica.

Observo la escena.
Me encuentro dentro de una multitud de alumnos que hicimos caso omiso a las indicaciones; a mi izquierda, a unos metros, puedo ver el baño de mujeres, de donde sacaron el cadáver dejando un gran rastro de sangre.

Los policías y maestros nos mantienen a raya, y mencionan entre ellos al dichoso asesino.
¿Será obra de él?

Pero eso no es todo...
Sobre uno de los muros de la escuela, erguido y al acecho, se dibuja una silueta masculina juvenil, con la mirada fija en los presentes, mientras estos parecen no notar su presencia.

Se percata de mis ojos puestos en él, y en un movimiento, sale de mi vista saltando en dirección al patio infantil, desierto por el momento.

Salgo del grupo de gente y rodeo la escena del crimen, corro en busca de la pista del misterioso visitante. En cuanto llego a la reja del área infantil, me hago espacio por un agujero que se encuentra al costado de la misma, pues está cerrada.

Reviso el lugar únicamente con la mirada, hasta que se posa sobre una mini-atracción con tobogán, sobre la cual en la parte exterior, aquel chico de quizás un par de años más que yo, se mantiene en una pose desafiante...

-¿Qué quieres? -dijo sin trastabillar.

Al escucharlo me sentí todo un idiota.
¿Para qué lo seguí?, ¿qué hago?
Me quedo perplejo, sin saber qué hacer ni qué decir.

-¿Debo repetir la pregunta?, ¿o prefieres acabar como esa inútil chica?

Me quedo mudo, nada sale de mi boca más que un suspiro.
¿Acaso verdaderamente estaba frente al asesino en serie que tenía aterrados a todos?, ¿aquel que nunca dejaba testigos?

Mis piernas se mueven por sí solas, no tengo su control.
Avanzo hacia él.

¿Qué rayos estoy haciendo?

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2018 ⏰

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