ONCE

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Un molesto goteo me despertó.

Me encontraba en un lugar oscuro y cerrado. ¿Cómo había llegado allí? Miré a mi alrededor intentando descifrar dónde me encontraba.

Recordaba haberme levantado a la hora de siempre y haber ido a todas mis clases de la mañana. También recordaba que me había reunido con Nikolay por orden de la directora; y como este me había acorralado en el aula de matemáticas y me había empezado a hablar de su odio hacia mi antigua manada.

Me acordaba de haber ido la cafetería central, y recordaba la cara de un chico desconocido.

Entonces... nada.

La puerta empezó a abrirse hacia fuera y una sombra ingresó en la habitación.

La sombra palpó la pared a su izquierda y una luz iluminó la habitación.

- Por fin te has despertado. Él se pondrá contento.

Entrecerré mis ojos para ver mejor la sombra con voz masculina que se encontraba parada a unos pocos metros de mí, cuando de repente reconocí su cara. ¡Era la cara del chico desconocido!

Me senté mirándolo con desconfianza, pero dirigí mi mirada a la habitación donde me encontraba.

Estaba en una habitación pequeña, con una decoración elegante a base de blanco y negro. Debajo de mí se encontraba una alfombra de terciopelo negra que ocupaba la mayor parte del suelo.

El chico desconocido se acercó a mí con tranquilidad.

Me puse de pie y, entonces, me di cuenta de dos cosas: que no estaba atada y que la ropa que llevaba no era mía.


¿Qué ha pasado?

No lo sé. ¿Dónde te habías metido? Hace mucho que no sé nada de ti.

No recuerdo nada...


- ¿Quién eres? - pregunté, ya harta de incertidumbres.

- Oh, es verdad, no me he presentado. Mi nombre es Alfred y soy tu futuro marido.

Me adelanté un paso decidida a darle un golpe en la cara.

- ¿Pero tú quién te crees que eres?

La puerta se abrió cuando estaba a nada de darle un puñetazo.

- Deteneos.

Aquella orden, dicha por aquella voz, me paralizó durante un momento. Inmediatamente me giré hacia su origen.

Parado en la puerta por la que momentos antes había entrado Alfred, se encontraba Nikolay.

Este se acercó a nosotros caminando con tranquilidad.

- ¿Se puede saber qué estabais haciendo?

El chico, Alfred, se acercó a él.

- Me estaba presentando a nuestra invitada.

Confundida y cabreada me puse más derecha.

- ¿Se puede saber de qué estáis hablando y qué hago aquí? - exigí.

- Como ya ha dicho mi hijo, eres nuestra invitada; la invitada de la manada Blue Moon Blood. Es un gran honor, deberías sentirte halagada por ello.

Retrocedí un paso confundida.


¿Hijo? ¿Habla en serio?

Son familia. Noto su lazo. Además, mira sus ojos. ¡Son idénticos!


Lo acepté.

- ¿Qué queréis?

- Queremos hacerte una propuesta. Pero vayamos a cenar primero; me muero de hambre.

Habiendo terminado de hablar, el padre, se dirigió a la puerta con el hijo siguiéndole.

Di un paso adelante decidida a negarme a su propuesta de ir a cenar, cuando mis tripas se encargaron de recordarme que no había comido nada desde esa mañana; y, calculando el tiempo que había transcurrido desde entonces mediante la falta de luz de la ventana que había a mi derecha, podía asegurar que habían pasado por lo menos diez horas de eso.

Los seguí a paso cauteloso, manteniendo las distancias. No me serviría de nada matarme de hambre, era mejor tener fuerzas para poder defenderme en caso de necesitarlo.

Fuimos por un pasillo vacío y sombrío hasta llegar a una sala gigante mejor iluminada. En esta sala se encontraban reunidas dos mujeres, sentadas en una larga mesa rectangular.

Al entrar por la puerta, las dos mujeres se levantaron de su sitio y, haciendo un gesto de saludo, esperaron que Nikolay y Alfred se sentaran para hacerlo ellas.

Me quedé parada en mi sitio un momento sin saber que hacer analizando a las dos mujeres.

Una de ellas parecía muy joven en comparación a la otra; llevaba un vestido negro y una expresión de burla. Su porte arrogante y su pelo oscuro hicieron que supusiera que era hija de Nikolay.

La otra mujer parecía mayor, con un gran parecido a su hijo Alfred, y con unos ojos casi iguales a los de Nikolay.

Nikolay se sentó en una punta de la mesa, con su hijo a un lado y su mujer en el otro.

La hija se sentó al lado de Alfred y, entonces, Nikolay la cogió del brazo levantándola y la arrojó fuera de la silla.

- Siéntate.- Nikolay señaló el asiento del lado de Alfred que momentos antes estaba ocupando su hija.

Sorprendida, me di cuenta de que se refería a mí.

La chica, mirándome mal, fue a sentarse al lado de su madre.

Abrí la boca para negarme y me acerqué a una de las sillas puestas más lejos de ellos. Entonces me di cuenta, sorprendida, de que las otras sillas estaban o rotas o tenían manchas de un rojo oxidado que se parecían extrañamente a la sangre.

Nikolay alzó una de sus cejas y me miró expectante.

Reticente, me senté en la silla que me habían indicado.

Nikolay dio un golpe en la mesa y, enseguida, empezaron a traer la comida.

Miré a mi alrededor y vi como todos empezaban a comer la sopa que habían traído.

Cogí una cucharada y la olfateé intentando descubrir si había algo dañino en ella.

- No hay nada.

Me giré a mi izquierda y vi a Alfred mirándome.

Fruncí el ceño, y él cogió mi cuchara y se tragó la sopa que había en ella.

- Ya te lo he dicho. Come.

Le arrebaté la cuchara, la limpié con mi servilleta, y tomé una cucharada de sopa.

Mientras cenábamos, Nikolay me presentó a Diana, su mujer, y a Bianca, su hija.

Después de cenar, Nikolay hizo un gesto y los sirvientes abandonaron la habitación.

- Id a dormir. Alfred lleva a nuestra invitada a su habitación. Mañana hablaremos.

* * *

¡Hola! 

Capítulo nuevo... ¡y esta vez más largo!

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LA DECISIÓN DE UNA LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora