바다

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ㅡEs hermoso como las olas vuelven a cantar para mí."  fue lo último que dijo antes de cerrar sus ojos y regalarme una sonrisa, al menos supe que murió feliz.ㅡ

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La danza incesante de las olas bañaba sus pies dejando gélidas caricias en su piel, el viento rozaba sutilmente su rostro permitiéndole apreciar el tenue camino de lágrimas que bajaban por su cuello debido a que no se había tomado la molestia de limpiarlas. Sus propios brazos contra su cuerpo era su única fuente de calor en esa fría tarde donde el sol ya había abandonado el cielo y los colores acuarelados se convirtieron en una  espesa túnica negra estrellada.

Tenía ambos ojos sellados, disfrutando del sonido de las olas deshacerse en la orilla para volver a recogerse sobre si mismo y formar nuevas ondas que llegaban a chocar rítmicamente con sus pies que se encontraban cansados de caminar por aquel sendero de espinas que le trajo hasta su actual destino solitario.

Movía su cabeza lentamente, meciéndola de un lado para otro como si se hubiese fusionado con el lento y sensual movimiento de las olas, nuevas lágrimas se asomaron por la comisura de sus ojos y las dejó fluir, que cayeran al mar hasta fusionarse con él.

Lentamente apoyó ambas manos en la arena al mismo tiempo que se inclinaba hacia atrás, mostrando su rostro hacia un sol inexistente, sintiendo como la marea subía y mojaba sus manos, tapando hasta un poco más abajo de su codo, mojando sus antebrazos que contaban entre trazos la triste historia de su vida , cada uno más profundo que el anterior, pero ninguno se asemejaba a las abismales huellas que habían en su corazón.

Entonces una sonrisa fue pincelada en su rostro, recordó las discusiones, los golpes, el dolor y las mentiras. Recordó su propio infierno, y dejó caer dos lágrimas más esa noche que recién comenzaba.

La luna le observaba conmovida e iluminaba su pálida piel mientras se acercaba al mar como si quisiera tocar a aquella pequeña criatura destruida y cubrirla con su plateado manto para detener la caída libre que tenían sus lágrimas.

La marea subía pero Yoongi seguía sentado, sintiendo la gélida caricia de la muerte o de las olas, no estaba lúcido para descifrar que era ese tacto que lo hacía sentir tan bien y no quería abrir sus ojos para averiguarlo, quería seguir soñando despierto, viendo su paraíso entre la oscuridad que le brindaba sus párpados cerrados.

Sin quererlo, las risas lo inundaron todo, y su sonrisa se ensanchó, casi podía volver a tocar esa felicidad con sus dedos y un pequeño niño apareció frente a él, tomado de la mano con una mujer joven que lo incitaba a ir cada vez más adentro, al mismo tiempo que lo hacía saltar cuando las olas se acercaban a su pequeño cuerpo. El calor del sol le abrigaba y el frío había desaparecido, sólo escuchaba su inocente risa y el reventar de las olas, pero entonces abrió sus ojos; el calor desapareció y las risas se convirtieron en lágrimas que habían borrado su camino debido a la lluvia que asolaba contra él.

Fue cuando se puso de pie sintiendo el agua mojarle hasta las rodillas, extendió ambos brazos hacia los lados y se dejó empapar por la lluvia, el mar y los recuerdos, que creaban cada vez más grietas en sus muros y por consiguiente, estos estaban por colapsar. Sin embargo, dio una vuelta lenta sobre su propio eje con sus ojos cerrados y con una sonrisa imperturbable en sus facciones.

Silenciosamente el astro plateado se asomó entre las nubes que aparentemente emprenderían un nuevo rumbo, dejando desamparado al ángel que danzaba como la marea.

El viento despeinaba aún más su alborotado cabello, como un pequeño gesto de cariño que haría su padre al llegar a casa, pero que ahora sólo lograba dejar el tinte violáceo de la hipotermia en sus labios.

Las estrellas brillaban y susurraban a gritos su nombre, tratando de dejarle en claro que su soledad era sólo parte de su imaginación pues ellas siempre permanecerían a su lado a pesar que al tener sus párpados cerrados no las viera, pero Yoongi se hacía el sordo a aquella llamada, porque el sonido del océano chocando contra él opacaba el hermoso cantar de esos puntitos de luz entre la oscuridad y lo hacía perderse entre la inmensidad de las aguas azuladas.

No supo cuando fue que el mar dejó de bañarlo, el viento de acariciarle y la luna de abrazarle, sólo podía escuchar el incesante murmullo desesperado de las estrellas que le llamaban cuando decidió ser seducido por el rítmico vaivén del mar y una mano cálida que le invitaba a caminar cada vez más adentro.

Gustoso aceptó la tentadora oferta y con miedo de que la mujer frente a él desapareciera, se aferró a la mano de quien solía llamar madre, adentrándose en la fría fuente interminable de agua que cada vez cubría más y más parte de su cuerpo.

El tacto se convirtió en cálido y las lágrimas eran de felicidad mientras se cuerpo era mecido ferozmente de un lado a otro, de la misma forma en que las olas chocan contra al rocas.

Hoseok lloraba, aferrándose con todas sus fuerzas al cuerpo frío entre sus brazos, mientras el agua de la regadera caía sobre ambos cuerpos y la bañera se desbordaba, pero Yoongi sonreía de manera pacífica, mientras era encaminado hacia las puertas de aquel paraíso que tanto hablaba ese viejo libro que su abuela solía leer para él cada noche antes de dormir.

Sus latidos disminuían a la misma velocidad que avanzaba paso a paso, adentrándose en las frías aguas, donde mantenía su paso firme y pausado de la mano de quien le dio la vida.

Su ropa se hacía más pesada a la par que absorbía agua, pero su cuerpo se sentía liviano, como si pudiese flotar a pesar de tener ambos pies anclados en la arena.

Más y más gritos eran regalados por parte de las estrellas, su nombre lo susurraban hasta las aves que sobre volaban el mar para encallar en él, encontrando su descanso en las profundas aguas.

Vio una sonrisa por parte de quien sostenía su mano y una nueva tormenta cayó en su rostro, dejándole un cálido tacto que contrastaba con lo gélido de su piel.

Hoseok se aferraba con uñas y dientes a su mejor amigo mientras sus lágrimas impactaban en el rostro contrario, gritaba su nombre hasta desgarrar sus cuerdas vocales, sabiendo que sus súplicas no serían escuchadas nuevamente, pues su ropa manchada de rojo y el frío que emanaba el agua de la bañera donde yacía le indicaba que era demasiado tarde para rogarle que se quedara a su lado.

La luna sonreía gentilmente, colando sus rayos por la ventana, iluminando el rostro de Yoongi y el camino de vuelta a casa.

El agua le llegaba hasta el cuello y fue hasta entonces que notó la ausencia de calor entre sus dedos. Sólo podía distinguir el infinito negro azulado, donde no sabía en qué lugar terminaba el cielo y comenzaba el mar.

Cerró sus ojos y estiró su cuerpo, dejando que flotara mar adentro, sintiendo el vaivén de las olas contra su cuerpo, entonces inspiró profundamente por última vez y cuando exhaló, el aire no volvió a entrar y la sangre tampoco volvió para hacer latir su corazón.

Se perdió en el infinito negro azulado, donde no sabía donde comenzaba el cielo o donde terminaba el mar, dejándose llevar por la corriente hasta su fin inminente.

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sea I ✡ min yoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora