Capítulo 0

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   ¿Que si me he visto tentado a ser comprensivo, bondadoso y honesto? Por supuesto que sí. Sin embargo, mis ambiciones siempre han logrado silenciar estos deseos. El poder y las libertades que tengo me han alejado del camino del bien. Hoy en día estoy más lejos que nunca de aquel sendero. No me malinterpreten: no me arrepiento de nada. He seguido mis sueños y he alcanzado lo inimaginable. Nadie pudo frenar mi avanzada hacia el cumplimiento de mis elevados objetivos. Nadie.

Desde que tenía 16 años, he llenado mi mente con imágenes asombrosas de demostraciones de poder que me han permitido entender lo fácil de manejar que son las masas y como cualquier persona por encima de la media podría imponer su voluntad a detrimento de la chusma sin que ésta se diera cuenta. He admirado la manera por la cual los grandes dictadores de la historia universal han instaurado y mantenido sus regímenes y me he imaginado varias veces en su situación. He aprendido que las mejores herramientas de un dictador son la mentira, la opresión, la censura, el dinero, el culto a la persona. Poco a poco he ido albergando en mi espíritu la sed incontrolable de grandeza y control que antes habitaba los cuerpos de los ya derrotados. Me gustaba pasar días enteros viendo documentales sobre las hazañas y los fiascos militares de los fallecidos líderes, sin tomar en cuenta la ideología política que decían defender. A mí lo que me interesaba no era eso. Más allá de las palabras, uno puede hacer lo que le plazca. En esa época se decía que aquellos soberanos inculcaban en sus pueblos "ideas peligrosas"; pero, ¿qué eran para mí estas ideas? Estas supuestas ideas no eran nada más que el deseo de los gobernantes de mantenerse ellos y sus legados a través del tiempo disfrazados con excusas como el deber de defender la patria, de expulsar a los antipatriotas, de preservar la soberanía del pueblo y proteger las reivindicaciones logradas a lo largo de los años de gobierno de los monarcas. Se manipula a las masas halándolas por unas correas que llevan desde siempre atadas a sus cuellos, unas correas llamadas "sentimientos". Lo que diferencia a los unos de los otros es que hay aquellos que corren lo suficientemente rápido para retrasar su predecible final y los demás se deshacen de sus ataduras o las recogen para no ser manipulados.

El control del mundo es para mí el juego estratégico más entretenido y a la vez complejo que haya tenido el placer de ganar.

Historia de un Gobernante.Where stories live. Discover now