Infiltrarse al reino del gran demonio Oikawa había parecido una buena idea, no era por nada que sus hablidades de brillante estratega le habían llevado a incontables victorias, haber sido interceptado por esbirros de bajo nivel no era parte de su plan, ni mucho menos yacer inmovilizado en la habitación del mencionado. Cerró los ojos al escuchar los pasos feroces avanzar hacia él, una gota de sudor se deslizó silenciosa sobre su sien.
"Así que eres tú la escoria que reina Seijoh." Gruñó aún teniendo pleno conocimiento de su posición poco ventajosa, un suspiro pesado dio inicio a una risa que matizaba condescendencia y superioridad, la luz era escasa y pese a ello un rayo de luna iluminaba la cabellera castaña del demonio dándole un aspecto similar al otoño, una risa traviesa se dejó Salir de los labios ajenos. "Así que tu eres Iwa chan." Dijo bajando a la altura de su rostro tomando con su diestra el mentón del caballero. Un chasquido salió de los labios de Iwaizumi, lo peor que podría suceder era morir, o al menos eso pensó al sentir la dulce fragancia del enemigo. Los ojos esmeralda se movieron inquietos sobre los castaños, una sensación de terror absoluto consumió su cuerpo al notar la sonrisa confiada de su enemigo.
"Si vas a matarme hazlo rápido." Dijo ladeando sus labios en una sonrisa orgullosa como aclarando con aquello que no tenía un ápice de miedo. "Tengo mejores planes para ti." Obtuvo como respuesta Hajime mientras el castaño deshacía las ataduras. "Al parecer no te dieron una grata bienvenida." Dijo suavizando su tono a la par que analizaba la heridas menores del moreno. "Les dije que no te lastimaran." Hajime arqueó una ceja sin comprender el monólogo del castaño y aliviado al sentir su cuerpo destensarse lanzó un profundo suspiro. "Me disculpo." Agregó Oikawa mientras se sentaba en el suelo frente a él, con suavidad deslizó una yema sobre la frente de Iwaizumi curando con el simple contacto una herida que atravesaba la misma, repitió la acción en sus brazos y pecho donde las heridas no eran visibles, pero no por ello menos dolorosas.
"Lo siento Iwa chan, hemos avisado a tu ejército que has muerto." Sentenció pasando sus manos en el torso del caballero curando una herida de flecha. "La tierra por aquí es árida, no hay flores, no hay vida, solo demonios y entes malignos somos capaces de sobrevivir en estas condiciones." Dijo Tooru mientras atendía las heridas del caballero. "Puedes tomar un baño si gustas, ustedes lo humanos son criaturas muy frágiles, Iwa chan debes descansar apropiadamente, mi magia no puede curarte completamente, considero que no es necesario mencionar que de nada sirve escapar ¿Cierto?" El demonio ladeó su cabeza y por un momento sonrió de manera amable causando un escalofrío en la espalda de Iwaizumi.
La enorme puerta de manera se cerró tras la salida de Oikawa, no era necesario más que un simple vistazo para percatarse que se trataba de la habitación del demonio, las paredes tapizadas en finos materiales y su exquisito candelabri caminó cansado hacia el baño, tomó un baño caliente y vistió la ropa que estaba ahí asumiendo que era para él, había sido una travesía larga y cansada, el enfrentamiento con los esbirros le había dejado y al cansancio físico se sumaba la fatiga mental. ¿Para qué me necesita? Se cuestionaba Iwaizumi, en primer instancia había considerado ser un rehén para negociaciones con otros reinos, si bien era un personaje clave en la estabilidad y paz de los reinos humanos no se consideraba tan importante para ser un peón de un rey demonio del nivel de Tooru, después de todo los demonios podían tomar lo que quisieran por la fuerza, nublado por sus pensamientos y relajándose poco a poco en la cómoda cama del rey, cayó en un sueño profundo.
"Iwa chan despierta" escuchó en forma de un suave canturreo cuando la garra del rey le picaba una mejilla, Iwaizumi se sobresaltó por el contacto despertando de forma abrupta al recordar donde se encontraba.
"Grandes historias se cuentan sobre el noble general Iwaizumi." Dijo recostado justo a un lado de él. Iwaizumi permaneció en silencio con sus sentidos alertas. "Sabes, la inmortalidad es aburrida." Dijo formando un puchero con sus labios. "Las estaciones van y vienen, al igual que los enemigos, he visto reinos ser derrocados y líderes perecer, la compañía humana en ocasiones es grata" El demonio hizo un pausa y por una fracción de segundo Iwaizumi notó la soledad que yacía oculta detrás de esa sonrisa. Iwaizumi sabía perfectamente la sensación, después de todo había entregado gran parte de su vida a el ejército, batallas iban y venían y cuando todo finalizaba una sensación de vacío aparecía en su pecho, sin un lugar al cual llamar hogar. Sin un lugar en el mundo en el cual sentirse en casa. "La inmortalidad es aburrida." Repitió el demonio, lo que a oídos de Iwaizumi se escuchó como La inmortalidad es solitaria. "Tienes que comer Iwa chan" dijo el demonio acercando una bandeja con manjares a el moreno. "No te preocupes, solo es comida." Dijo al notar el gesto desconfiado del moreno.
De nueva cuenta fue dejado en soledad en la enorme habitación del rey.
Los días pasaba de forma lenta, poco a poco Iwaizumi se acostumbraba a las extrañas visitas del rey demonio el cual llegaba a su habitación y entablaba breves charlas de diferentes temas, una semana tomó para que Hajime comenzara a probar bocado, extrañamente no había nada en los alimentos que Oikawa llevaba para él y a la dos semanas dejó de fruncir el ceño cuando el demonio le llamaba "Iwa chan."
"Pareces tener mucho tiempo libre para ser un Rey demonio." Gruñó al ver la figura de su anfitrión ingresar a la habitación, su tercer semana iniciaba, comió lentamente ante la intensa mirada del rey. "¿Tengo algo en la cara?" Preguntó desafiante algo irritado por el escrutinio del castaño. "Pensaba que te ves realmente lindo cuando comes." Deslizó el demonio con naturalidad mientras retiraba una miga de pan de las comisuras del caballero, su ojos se encontraron por un instante y Hajime sintió el rostro arder, el dulce aroma que emanaba el rey lo tensaba, arremetía violentamente sobre su olfato embriagándolo, creando una necesidad injustificada por estar cerca de él, era innegable que Oikawa era una de las criaturas más hermosas que había visto, pero era algo más allá de su físico lo que hacía que Hajime adquiriera auténtico interés en él.
El rey dejó de aparecer durante una semana, esbirros del demonio llevaban alimentos y algunos libros a Hajime en ausencia de Tooru. Los días nunca habían parecido tan largo y aburridos para Hajime.
"Iwa chan, despierta." Canturreó el castaño, "¿Me extrañaste?" dijo con voz suave mientras descansaba su cabeza en el pecho del moreno. "Yo si lo hice, demasiado." Agregó mientras Iwaizumi abría con pesadez los ojos. "¿Quieres saber que hice esta semana?" Oikawa cerró los ojos y escuchó fascinado el latido del corazón de Iwaizumi. "Sabes, escuché de un viejo hechicero que si comes el corazón de un dragón podría ser mortal." Dijo con algo de melancolía y decepción en su voz. "Obviamente no funcionó." Agregó frotándose contra el pecho de Hajime. Las fuerte manos de Iwaizumi se movieron por inercia a la cabellera castaña para acariciarle, su garganta y ojos se cerraron por unos segundos, incapaces de decir algo confortante, pensó por un momento en la ironía que suponía la situación. Meció la cabeza en negación y abrazó a Oikawa contra su pecho.
"No creo que ser inmortal sea tan malo." Dijo acariciándole sin escuchar respuesta por parte del demonio. "Puedes hacer muchas cosas que los mortales no." Añadió el cabello tratando de levantar el mentón del rey, sus ojo brillantes lo dejaron sin habla una vez más. "Eres libre de irte." Musitó Oikawa un tanto vacilante. Un frío silencio se creó en la enorme habitación, por una fracción de segundo Hajime observó el labio inferior del rey temblar mientras sus pestañas se batían densas con un brillo de duda.
"¿Realmente quieres dejarme ir?" preguntó Hajime con algo de reproche. Oikawa movió su cabeza negando mientras mordía su labio inferior.
No se trataba de magia... había algo más que hacia que Hajime, el honorable caballero que había guiado a miles de soldados a derrocar reinos corruptos a sucumbir ante el rey demonio. Si bien había en el rostro del moreno rastros de su orgullo mancillado, un brillo de auténtica curiosidad aparecía en sus orbes verdes, una curiosidad que no podía ser saciada más que con su tacto, con sus sentidos íntegros. Contempló el rostro abatido de Oikawa y guiado por un impulso que iba más allá de lo comprensible unió sus labios con los del demonio.
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Tierra árida [IwaOi].
RandomInfiltrarse al reino del gran demonio Oikawa había parecido una buena idea, no era por nada que sus habilidades de brillante estratega le habían llevado a incontables victorias, haber sido interceptado por esbirros de bajo nivel no era parte de su p...