maybe i'm too young to keep good love from going wrong

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Pasa mucho tiempo hasta que vuelve a pensar en eso. 12 años, si la memoria no le falla. Al principio, la escena se le presenta difusa, tanto así que a Alex le cuesta diferenciar cuánto de lo que recuerda ha pasado fehacientemente, y a cuánto de todo aquello le ha impuesto los miedos propios de sus 14 años. Porque cuando piensa en ese verano, incluso ahora cuando ha pasado casi un océano por debajo del puente, Alex Danvers siente miedo. El miedo tímido e inseguro, típico de la adolescencia. El peor miedo de todos.

Durante años, Alex vivió adormecida. Ahora que puede sacar la cabeza del estanque en el que vivía para respirar el aire de una vida de posibilidades... bueno, recién ahora comprende cuán adormecida estaba. Quizás dormía desde ese verano, 12 años atrás, cuando Vicky Donoghue decidió no acompañarla al Campamento de Verano de la NASA.

Vicky era todo lo que cualquier muchacha de su edad quiere ser. Alta, graciosa, con los ojos más sinceros que Alex jamás conoció. Tenía el tipo de inteligencia que hacía que todos encontraran sus comentarios interesantes, sus chistes graciosos, y sus pensamientos profundos. Y cuando tienes 14 años y una hermana con superpoderes, tener a una amiga como Vicky que te considera a ti interesante, graciosa e importante vale el mundo. Alex la adoraba. En su mente, sólo Kara (que podía volar y correr más rápido que una motocicleta) era más extraordinaria que Vicky. Vicky era hermosa, y lo sabía. Perfecta incluso. Con su cabello negro oscuro perfectamente enrulado en las puntas y sus uñas siempre pintadas a la perfección, y sus perfectos ojos verdes, siempre chispeando perfectamente. Perfecta, en todo sentido. Extraña, a más no poder. Vicky amaba a los animales y a las matemáticas, amaba la ciencia y a Pearl Jam. Y Alex la amaba a ella.

Su momento favorito del año era siempre el verano porque entonces, por cuatro semanas, ambas se escapaban de casa y asistían al Campamento de Ciencias Aplicadas de la NASA, para rodearse de otros chicos inteligentes y de otras niñas prodigio. Alex añoraba ese momento como los otros niños adoran la Navidad o el baile de primavera. Durante cuatro semanas compartían todo. La ciencia, el lago, el sol, las comidas, las risas, la cama. Era como tocar el cielo con las manos. Y ella sabía de eso, porque Kara a veces la llevaba precisamente a acariciar nubes.

El último verano de campamento se presentaba ante Alex como un faro al final de un largo viaje. Después de eso vendrían los últimos años de secundaria y la universidad y la vida y los problemas y Alex sabía, aún a sus 16 años, que esas cosas eran mucho más complicadas que pasar la tarde con Vicky Donoghue comiendo mandarinas al sol y debatiendo sobre la materia oscura. Todo se configuraba a su favor. Todo se abría frente a ella. Aquél verano sería el verano al que siempre volvería en su mente... y así fue, de alguna forma. Pero no por los motivos esperados. Alex nunca pensó que aquél verano fuera a doler tanto. Nunca pensó que Vicky fuera a declinar la invitación.

Alex jamás incluyó en la ecuación la posibilidad de que alguien más notara lo maravillosa, brillante y hermosa que Vicky era. Menos aún que ese alguien fuera Ben Whilkins, el estúpido quarterback del horrible equipo de football de la secundaria. Ben también era perfecto a su manera, con sus mejillas rosadas y su sonrisa compradora y su destartalada moto. Ben era perfecto y era un zopenco. Pero Ben quería conquistar a Vicky... y Vicky quería que la quisieran.

Entonces a Vicky comenzaron a importarle menos los libros y más las revistas de "chicas", y de pronto ya no había tiempo para ir al laboratorio porque Ben salía de la práctica justo cuando ellas terminaban la clase de álgebra, y los viernes en la noche no había más pijamadas y los comentarios de Alex ya no eran recibidos con una sonrisa y Vicky se iba. Se alejaba. A toda velocidad como un cometa incandescente en el cielo nocturno.

Ese verano fue el verano más triste de su vida. Alex descubrió los cigarrillos y la cerveza y a The Clash. Descubrió que los científicos, cuando no están acompañados por chicas bonitas y de sonrisa contagiosa, pueden ser tristes y aburridos. Descubrió que el olor de las mandarinas siempre iba a recordarle a las mejillas de Vicky, tibias y perfectas, esperando por un beso de Alex cuando algo la hiciera reír demasiado. Descubrió que si besas a un muchacho bajo la noche estrellada no te enamoras automáticamente. No importa cuán bueno sea el muchacho, ni cuán estrellada la noche.

Descubrió que la ciencia no cura un corazón roto.

"¿Cómo es que no me di cuenta... de que estaba enamorada?" le pregunta ahora a Kara, mientras caminan por el parque un domingo por la mañana. Su hermana suspira, y se le enternecen los ojos. Instintivamente, toma a Alex por el brazo y la acerca a su cuerpo, apoyándola, dándole confort.

(Alex jamás dejará de maravillarse ante la capacidad de Kara de ser literalmente letal y cálida al mismo tiempo).

"Si te sirve de algo... creo que ella también estaba enamorada de tí" contesta Kara, y la respuesta desconcierta a Alex porque, hasta este momento, no había pensado en esa posibilidad.

"¿Tu crees?"

Kara sólo asiente, y no profundiza. Alex piensa en Vicky, en las noches de confesiones interminables, en sus piernas suaves bajo las sábanas buscando las de Alex, en la forma en que a veces, estando en el cine o en clase, Vicky buscaba con su mano la rodilla de Alex para darle un apretón, o para juguetear con los agujeros de sus gastados jeans. Piensa en las eternas llamadas telefónicas y las cartas en cada cumpleaños y en la forma en que Vicky la miraba con adoración, como si sólo ella pudiera verla, como si Alex no tuviera límites.

Es extraño. Tristemente extraño. Porque Alex y Vicky estaban obsesionadas con lo extraordinario y lo fuera de lo común... pero ninguna supo cómo aceptar ese amor extraordinario que sentían. En términos científicos, aquél experimento no falló del todo... si no que más bien se negó a llegar a la mesa de pruebas.

Alex la busca, unos días después, en la base de datos del DEO. No debería hacerlo, pero sabe que a J'onn no le importará demasiado, y la intriga puede más que el recato. El complicado sistema nuevo que Winn instaló en su ordenador la encuentra en 12 segundos.

Vicky Donoghue vive en Pensilvania, con sus tres hijos y su marido. Es doctora en matemáticas, tiene nueve trabajos publicados y da clases en la universidad. Tiene el pelo más corto y los ojos igual de encendidos. La foto del DEO es la que Vicky se tomó para la credencial de la universidad. Alex sonríe. Debajo del blazer con el escudo de la Facultad de Matemáticas, Vicky lleva una gastada playera de Pearl Jam.

Así de extraña es Vicky. Hasta ahí se animó a intentar.

Alex no debería juzgar. No sin tener toda la información. Porque Alex sabe que en el fondo su vida es extraña, más extraña que la de la mayor parte del mundo, y que la "normalidad" no es algo que se le de con frecuencia, y que su historia la ha impulsado siempre a creer en cosas imposibles, o en la inexistencia de las imposibilidades. Quizás, como en aquél verano, aprenda más de un corazón roto que de una investigación exhaustiva.

Ese jueves le da un poco de las dos cosas: empirismo y desazón. Porque esa misma noche, cuando llega al bar y se acerca a la rocola, se alegra de ver que alguien cargó el album London Calling de The Clash como si tuviera 14 años, y el cosmos le diera otra chance. Le carga 10 dólares y lo deja sonando por un buen rato, incluso cuando Maggie aparece con su pelo perfecto y sus ojeras de viernes y su campera de cuero que huele a lluvia y sus ganas de hablar, de compartir.

(Duele, como una herida recién abierta).

"¿Así que te gusta The Clash, Danvers?" pregunta, con ese brillo en los ojos que Alex no puede tolerar pero que no puede dejar de admirar tampoco. Ella asiente, y rompe el juego de pool enviando dos bolas lisas a la canaleta. "Nunca dejas de sorprenderme..." murmura Maggie, sólo para ella y para nadie más. Y el bar desaparece. Y ese verano ya no es tan triste. Y esos recuerdos ya no la hacen llorar.

lover, you should've come over ('cause it's not too late)Where stories live. Discover now