IV
Los hospitales son una mentira.
De verdad, tengo argumentos
Para sostener que
Esas paredes grises mienten,
Que la luz de los flexos
Es en realidad
un cadáver vivo de
Oscuridad
Y que las pastillas son
de humo.
Un hospital no sirve
Para curarse
Sino para morir un poco,
Para perder el asombro ante
La vida y la casualidad.
Apestan, a
Tierra húmeda
Y cuerpos desnudos,
Flácidos sobre un paisaje lunar.
El hospital te desconstruye
Desde dentro,
te clava puñales
Entre las costillas para derramarte
Sobre camillas o dentro del suero.
Te desviste de cáscaras
Para estamparte
Contra un cristal como
Una ráfaga de viento
Encerrada en una cárcel.
Te arranca los brazos y las piernas
Por si en vano
Intentas correr a salvarte
Del destino insalvable
O se te ocurre desafiar
Al bisturí con esperanzas
De niñez.
Inmortal niñez.
Es cierto, mata el hospital,
Pero lentamente,
Como un fuego que te incendia
Tan despacio que
Casi puedes respirarte las cenizas.
Me recuerdo
Deambulando una noche por los pasillos,
Y que me engullesen
Como infiernos
Sus desiertos.
Recuerdo el silencio envenenado
Y las margaritas secas,
En un florero polvoriento en la habitación
De María,
Que había ido a dar a luz
A las tinieblas.
Me recuerdo muriendo
Mientras me inyectaban vida,
Me recuerdo recordándome,
Asfixiada y desterrada
Al amparo de las máquinas.
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El invierno de las ratas.
ПоэзияRecorridos de una tarde de lluvia, un domingo por la ventana en la que se deslizan a susurros los secretos de las ratas. Universos desprendidos en abismos, adoquín entre adoquín. Poemas que te escribo, yo o las gotas, las que inundan las alcantarill...