Epílogo

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El sol salía por el horizonte con lentitud, como si sintiera pereza al despertar al mundo hacia un nuevo día., o tal vez se debiera al hecho de la figura que observaba su ascenso, desde un gran acantilado frente al mar. Sin embargo, el brillante astro se armó de valor y emergió de su letargo, bañando con su luz a ser.

La figura, entalla en un elegante traje de tres piezas, hecho a medida, miro la hora en su reloj., frunció el ceño con suavidad. Se ajustó el nudo de su corbata roja, que resaltaba sobre el blanco de su traje, y continúo esperando, allí, a los pies de un alto acantilado sobre el mar.

El viento corrió con más fuerzas, alborotando su larga cabellera rubia. El ser cerró los ojos y se dejó envolver en la briza que azotaba, ahora con más fuerzas. Le resultaba cálida, tranquilizadora, incluso purificante. Hacía mucho que no se sentía así, como si una paz se hubiese adueñado de todo su ser. Sin embargo, abrió los ojos de repente y se volvió.

Allí estaba, a solo un par de pasos, lo observaba con sus peculiares ojos de dos colores, y su dulce y tierna sonrisa.

-Llegas tarde -replicó la figura.

-Mejor tarde que nunca.

La figura tomó aire y lo soltó con lentitud. El viento aún se mecía a su alrededor, brindándole la paz que llevaba consigo. No obstante, sabía que se debía a su mera presencia. Cerró los ojos nuevamente y ordenó sus pensamientos, todo su ser. No podía permitirse flaquear, no delante de su presencia.

-Bien, Os, acabemos con esto -dijo la figura, acomodando nuevamente el nudo de su corbata roja.

-Has infringido una de las reglas -admitió el ser con una voz dulce y tranquilizadora. La figura gruño, odiaba sentirse de esa forma. Por lo menos solo ocurría cuando estaba frente a Os.

-No los maté, ni siquiera les torturé y valla que deseaba hacerlo, sabes que se lo merecían.

-No obstante, Fer, les privaste de su libertad.

-¡Como has hecho tu conmigo!

Ambos permanecieron en silencio, con los ojos puestos sobre el otro. En los de Fer había irá, un odio casi palpable. Sin embargo, en los ojos de Os, uno marrón y el otro azul, solo había paz, una inquebrantable armonía, tan deliciosa, que ponía a Fer más nervioso de lo que estaba, aunque intentaba ocultarlo, no obstante, con Os no funcionaba, ninguno de sus trucos lo hacían en realidad.

-Fer, hijo mío, solo tienes que decirlo. Arrepiéntete y pide perdón. Te prometo que volverás conmigo, volverás a ocupar tu puesto.

-¿Y qué crees que dirán los demás? Nadie aceptara mi vuelta.

-Harán lo que yo ordene, hijo mío. Vuelve con los tuyos, vuelve conmigo.

Os extendió una mano hacia él. Fer la observó como si fuese lo más maravilloso, una joya única. Dio un paso, extendió un brazo y dirigió su mano hacia la de Os, sin embargo, el viento que le acaricio el rostro le hizo detenerse.

-Siempre con tus truquitos - y sonrió.

-Sabes muy bien que yo no uso trucos. Solo llevo conmigo amor y paz.

-Y creo que ese amor se te está agotando -Os frunció muy levemente el ceño cerrando la mano y dejándola caer a su costado dejando que el viento acariciara su cuerpo- Casi lo conseguí esta vez, y créeme cuando te digo que volveré a intentarlo.

-¿Cuándo entenderás que no podrás conseguirlo? Mis arcángeles están hechos de mi esencia, y no podrás corromperlos.

-Olvidas que yo también estoy hecho de tu esencia, y perdona que te lo recuerde, pero no soy el angelito que querías que fuera.

-Puede que en realidad seas lo que yo quería que fueses.

Y eso si que dejo a Fer un poco desconcertado. Os sonrió, un gesto que iluminó aún más su joven rostro. Avanzó y se situó junto a Fer, contempló con sus ojos extraños el gran océano ante ellos.

-Se que no te rendirás Fer, y también sé que no podrás corromper a mis arcángeles. -dijo Os, ahora con voz firme - Así pues ¿Qué quieres esta vez?

-Lo único que quiero es ser libre.

-La libertad siempre tiene un precio, y tú, mi querido hijo, solo tienes una forma de pagarla.

-No si gano esta vez.

-Hace milenios que lo intentas, y siempre terminamos aquí, en el mismo lugar.

-Esta vez te aseguro que tengo las de ganar. -Os se volvió hacia él y sonrió. Levantó una mano y tocó su rostro. Fer cerro los ojos y sintió como todo su cuerpo se estremecía.

-Te quiero, hijo mío.

-Nunca volveré a tu lado -susurró Fer, aun con los ojos cerrados -Y encontraré la manera de bajarte de tu trono, para siempre.

Fer abrió los ojos, el tono azul que había tenido antes cambió drásticamente, ahora eran tan rojos como el color de su corbata. Cogió la mano de Os y la aparto con brusquedad. Se acercó aún más a la orilla del acantilado y miró hacia abajo.

-Te derrotare -añadió mirando a Os por encima de su hombro con fiereza. Extendió los brazos a sus costados, y dos inmensas alas blancas salieron de su espalda. El aura que despedían era pura y hermosa, casi igual que la de Os.

-Adiós... madre. -y se lanzó al vacío. Os observo pasible el vuelo del mayor de sus hijos, que se alejaba con rapidez.

-Hasta nuestro próximo encuentro, Lucifer.

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CRÉDITOS

Ahora sí, muchas gracias a todos, espero que hayan disfrutado de la lectura

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Ahora sí, muchas gracias a todos, espero que hayan disfrutado de la lectura. 

Los créditos a su autor principal: J. Paulino.

Ángel-Demonio [KookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora