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Marion miró la lista de compras. Había tenido un montón de problemas para encontrar mermelada de Kiwi, podría haberla hecho pero tardaría demasiado, las bases de biscocho y el azúcar glas que le faltaban los halló en una tienda de pastelería, pero aquella mermelada tan inusual le obligó a recorrer todos los supermercados de la ciudad hasta encontrar uno donde poder comprarla.

De todas formas, aprovechó el tiempo para conseguir la carne de ternera que su padre no le había comprado, unos repuestos de aceite de oliva y el vino tinto para la comida. Era fin de semana, el primer día de las vacaciones de invierno, aun así, él se levantó temprano para comprar los ingredientes de los espaguetis a la boloñesa que le prometió a su padre. Al tiempo que encontraba lo necesario para los pasteles de kiwi y fresa de los que a Sandra se había antojado unos días atrás.

Suspiró mirando el reloj. Los pasteles no habían tardado más de cuarenta minutos en estar listos, pero los espaguetis le tomaron alrededor de tres horas por culpa de la complicada salsa. Sin embargo, todo estuvo listo para las tres de la tarde, cuando su padre y Sandra salieron del trabajo, de modo que Marion pudo poner la mesa a tiempo para su llegada.

Cuando el timbre sonó, Marion se sacó el mandil, los guantes de cocina y corrió a atender. Al abrir la puerta, retrocedió de inmediato, mirando a Giordano erguirse en toda su altura. El propio Marion era muy alto, medía un metro ochenta y dos la última vez que lo verificó. Sin embargo, Giordano debía estar rozando el metro noventa y cinco en esos momentos.

—¡Dios! ¡No puedo ni verte! —Se quejó negando con la cabeza—. ¡Estás hecho un mastodonte!

—Buenos días, Marion, yo también te extrañé —dijo levantando una maleta—. Me enviaron a quedarme por acá unos días antes —Gio dio un paso dentro de la casa, olisqueando el aire—. Joder ¿Qué huele tan bien? —preguntó asomándose a la ventana. Luego negó con la cabeza—. Olvídalo, casi se me pasa que es fin de semana de "Marion cocina"

—¿Cómo puedes olvidarlo cada semana? —preguntó frunciendo el ceño. Luego le extendió la mano—. Dame esas, te llevaré al cuarto —dijo señalando la maleta. Gio sonrió dejándosela y caminando detrás de él hacia la habitación. A pesar de las visitas regulares Giordano no solía entrar más allá de la cocina—. Me imagino que ya lo sabes, pero dormiremos juntos —comentó abriendo la puerta y colocando la maleta cerca de la cama.

Giordano ladeo el rostro, observando con atención el lugar. En definitiva, era el cuarto de Marion. En la pared de la derecha estaba pintada una arboleda que avanzaba sobre su cabeza hasta transformarse en hojas de verano y terminaba al otro lado siendo un paisaje de invierno. Justo enfrente de él, había un cielo cubierto de estrellas. Sonrió, a pesar de todo, la ventana iluminaba el lugar de manera acogedora.

Dentro estaban dos camas, acomodadas de manera paralela, dos muebles y dos estanterías empotradas en la pared. Ese cuarto había sido acomodado para los dos y podía notar que Marion respetó su lado porque este estaba vacío y el otro se encontraba lleno de Funkos, papeles y un montón de cosas del chico.

El camino de Giordano (LCDVR #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora