Cuenta la leyenda que hace muchos años, la humanidad perdió la esperanza. Las personas se asesinaban por placer, poder y venganza en guerras desatadas por una furia inextinguible. La sangre tiñó la tierra de rojo y aldeas enteras quedaron devastadas por los deseos de otros.
Desde el cielo, los dos grandes dioses contemplaron la ruina de un planeta, y el Sol descendió a finalizar esa destrucción, obsequiándole a sus hijos un poco de su magia para masacrarse, pues él pensaba que era lo que querían. Sin embargo, la Luna veía más allá que cualquier ser, y buscó nobleza en el corazón de la gente, otorgándole a sus hijos el poder para terminar con el sufrimiento y la agonía que los acechaba.
Se dice que, por un largo tiempo, los días se convirtieron en noches eternas, los campos dejaron de florecer y el mundo se estancó en luchas interminables, hasta que la luz brilló en el horizonte. El Sol pidió perdón a la Luna, agotado de ver tanta sangre, y le dijo a ella que cuidaría a sus niños bajo sus órdenes.
Entonces, los dioses dividieron el territorio en dos partes iguales: Snowland en el norte con la supervisión de Madre Luna y Krasys en el sur dirigido por El Rey Solar; las flores y la nieve, los opuestos que gobernarían y traerían paz. Siempre obligados a mezclarse, pero también fragmentados en creencias, hasta que llegara la oscuridad a unirlos.
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Snowland, el reino soberano que lideraba por encima de Krasys. Se caracterizaba por ser un lugar frío los 365 días del año con temperaturas de 0°, pero eso no era un problema. El frío era un símbolo muy poderoso, la nieve podía cubrir los techos de las casas hechas de madera y los caminos de piedras lisas.
Ese hermoso sitio congelado se encontraba rodeado de pinos altos y arbustos pequeños, formando el tan conocido Bosque Blanco por su color natural debido a los copos que se almacenaban en las ramas. Era como una protección que encerraba a la enorme ciudad y defendía al palacio.
Los pueblerinos solían ser individuos de tez blanquecina, cabello gris y rasgos perfilados; hombres y mujeres orgullosos de sus raíces, pues en sus venas corría la magia de Madre Luna. Acostumbraban a vestir pantalones de lana y abrigos gruesos para no enfermar, a pesar de que sus cuerpos resistían. La mayoría de ellos sabía luchar y usaban espadas forjadas con acero puro, labrado en el calor de una chimenea y barnizado con capas brillosas de oro o plata; incluso los niños aprendían este trabajo.
A lo lejos de la ciudad sobresalían los picos y banderas azules del Palacio de Invierno, una zona vigilada. Allí vivían los Nikiforov, gobernantes absolutos de Snowland y Krasys. La familia real estaba compuesta por el rey Dimitri y los príncipes; Adrik, futuro monarca por ser el mayor con su esposa Tiana, y Viktor.
—¿Por qué no se me informó de la situación, padre? —preguntó Adrik, quien se arrodillaba delante del rey y alzaba la mirada; una desafiante y recelosa—. Yo pude haber ido con una tropa a ese maldito pueblo.
—¿Un maldito pueblo? —replicó, enarcando una ceja, y contempló a su hijo; escudriñando sus debilidades desde la silla del trono—. Ningún pueblo está maldito, Adrik Nikiforov. ¿Tú qué piensas, Viktor? ¿Estás de acuerdo con tu hermano? —Condujo sus resplandecientes ojos azules hacia el recién nombrado, hincado a la derecha de Adrik.
—Snowland no es el reino próspero de antes, necesitamos ayudarlos —aseveró con mucha valentía y nobleza—. Yo pienso que él podría ir con una tropa a investigar.
—¿Lo entiendes, padre? Viktor cree lo mismo —bramó con furia, casi escupiendo sus palabras. Detestaba que el rey no oyera sus súplicas—. ¡Pídemelo!
—Adoro tu entusiasmo y te apoyo en tu aventura. Ve con cincuenta hombres y viaja a salvo, hijo mío —ordenó, golpeando el piso con un bastón dorado.
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Reyes del invierno #Pausada
FanfictionEl norte y el sur; la nieve y las flores; la Luna y el Sol. Siempre han sido reinos opuestos, pero también han estado obligados a mezclarse. El destino no es un dictador, lo es el dios que descendió a la Tierra y tiñó los cabellos de sus hijos, otor...