Capítulo 1

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¿Quién decide cómo llegamos a ser lo que somos? ¿Alguna fuerza superior juega con nosotros como si fuéramos piezas de un retorcido tablero de ajedrez? ¿O cada decisión, cada relación, cada acontecimiento de nuestra vida nos define y nos convierte en la persona que somos?

Supongo que cada uno elige creer en lo que más se ajusta a sí mismo. Pero yo he visto la realidad...y la verdad es que ambas opciones son correctas. Hay fuerzas más grandes que nosotros mismos, esas de las que la gente hoy en día reniega porque sería admitir que no son los dueños de su propia vida...Y cada elección que hacemos nos lleva hasta donde estamos, nos crea tal y como somos.

Estamos ciertamente en un tablero de juego, pero decidimos hacia donde queremos avanzar.

Yo sé hacia donde se dirige mi camino...hacia ella. Ella volverá y por eso mis pasos no se detienen, porque me llevan al lugar donde al fin la encontraré.

Porque, si te arrebataran a la persona que más amaste, tal vez a la única que quisiste de verdad, por la fuerza y de la forma más cruel que puedas imaginar y más tarde te dijeran que puedes recuperarla, que sólo tienes que esperar... ¿Cuánto esperarías? ¿Caminarías junto a mí durante siglos para ver a tu amor en tus brazos de nuevo? Si es así bienvenid@. Soy Clarke Griffin, me maldijeron con la inmortalidad y llevo 10 siglos en este mundo...esperándola a ella.

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Camino por las calles de la atestada ciudad mientras el atardecer se refleja en los monstruosos edificios de metal y cristal. Este tipo de estructuras desproporcionadamente grandes no son de mi agrado: crean una frialdad, un ambiente grisáceo, la permanente sensación de hallarse en una maqueta de juguete...

La gente se concentra en las calles principales y crean auténticas avalanchas cuando llega la hora de cruzar un semáforo. Corren mientras parlotean unos con otros o a través de sus teléfonos móviles, otros bajan su mirada hacia esos mismos dispositivos, tecleando con celeridad sin molestarse en levantar la vista para comprobar si interrumpen el camino de alguien...Qué más da ¿no? La gente son borregos y como tal se comportan, dejándose llevar por lo que quieren conseguir sin pensar si en su camino arrollan a alguien. Es una cualidad atemporal de la condición humana.

Giro en una calle principal y los neones me deslumbran momentáneamente. Teatros, cines, tiendas, burdeles, ultramarinos, bares...todos emplean esas luces de fantasía tan chillonas para atraer al público a sus establecimientos. A mi solo logran provocarme migraña. ¿Cuándo volvería la noche a serlo? Porque llamar noche a esa orgía de luces de colores era un insulto. ¿Dónde quedó el cielo estrellado? ¿Dónde la quietud de las horas nocturnas?

Seguí caminando observando todo con detenimiento ¿En qué ciudad estaba? Daba igual en realidad, son todas iguales: nidos de abejas con sus colmenas divididas por jerarquías. Se solía decir que por fin el hombre era libre...pero a mis ojos era más esclavo que nunca: normas sociales, protocolos de vestuario, organigramas laborales, pagos de impuestos, leyes obsoletas o ridículas, vehículo, casa con hipoteca, comida saludables, tecnología, sexualidad confusa empapada de falsa moral...El hombre había creado sus propias cadenas envueltas en el calor de la vida cómoda y perfecta, pero lo cierto es que solamente se trataba de un bello envoltorio.

La libertad que creían tener era en realidad un patrón, una rutina demasiado arraigada en ellos para buscar una alternativa.

Como tenía por costumbre caminaba erguida entre las masas, con la cabeza alta y la espalda recta, haciendo gala de un paso tranquilo pero preciso, sin dudar en ningún momento de mi destino.

El tiempo de una vida (PAUSADA)Where stories live. Discover now