Al chico nuevo no le gusta el café

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Un día más me dirigía al instituto, a ver a mis supuestas amigas. Me las encontré cerca de las taquillas.

Courtney es la ''líder''; es rubia de ojos marrones, alta solo cuando se pone tacones(o sea, siempre) y en cuanto a su personalidad...es muy, MUY chulita. También está su novio, Eric; tiene el pelo negro y normalmente lo lleva en punta, tiene 17 años y repitió 6° de primaria y 2° de la ESO. Por último, y no por eso menos irritantes, están Pilar y Jenny, que son, digamos, los perritos falderos.

Os preguntaréis qué pinto yo en un grupo así. La verdad es que cuando nací, lo hice con una enfermedad, la Enfermedad de Cristal. Esta trata de que una parte de tu cuerpo se vuelve cristal y, aunque tengas los pulmones de cristal, sobrevives aunque no respires, lo que es agónico.
En mi caso es diferente puesto que la enfermedad se contagia al tocar cristales que se extienden por la calle cada vez más, pero yo la tengo desde que nací ya que mi madre la tenía de cintura para abajo. Por eso, no solo tengo la enfermedad, si no que ella murió en el parto.
Ahora vivo con mi padre. Él es médico y está dispuesto a encontrar la cura, por eso viaja mucho y casi nunca lo veo.

Cuando se te rompe la parte de cristal mueres, aunque habría muerto incluso si no hubiese sido así, porque le rompí prácticamente la mitad del cuerpo cuando salí.

Mi padre me explicó que en el momento en el que me enamorase y dijese ''Te quiero'', me moriría, porque lo que yo tengo de cristal es el corazón.
No solamente me mataría eso, si no que también me matan correr rápido, las sorpresas, los sustos... Por eso estoy con Courtney, porque dudo mucho que me vaya a enamorar de ninguno de ellos.

-Menudo idiota.-Dijo Courtney de repente sacándome de mis pensamientos y señalando a un chico que yo supuse que era nuevo.

Todos se empezaron a reír y yo tuve que seguirlos el rollo haciendo como que me divertía.

Dudo que el chico nuevo estuviese notando que nos estábamos riendo de él (o que Courtney y su séquito se estaban riendo de él, mejor dicho), porque el chico no mostraba ningún signo de molestia.

Se acercaba por el pasillo tranquilamente para pasar por nuestro lado mientras se bebía un café, pero cuando estaba pasando a mi lado me lo tiró encima ''por accidente'' y yo grité.

-Uy, perdón.-Dijo sonriendo y luego siguió su camino como si nada.

Mientras, Courtney y su séquito se empezaron a reír de mí.

El café estaba ardiendo a parte de que estaba sucia, por eso tuve que ir a secretaría a por una camiseta.

Ya en secretaría, yo estaba en sujetador y la camiseta sucia estaba tirada en el suelo. La secretaria volvió de buscar la camiseta y me ofreció una camiseta rosa.

-¿Sólo hay esa camiseta?-Pregunté con cara de asco.

-Sí, ¿pasa algo?.-Respondió ella.

-Es rosa. Es MUY rosa.-Dije.

-Bueno... tenemos otra, pero es de chico.-

-Vale, me llevo esa. Me la llevo. Me da igual que sea de chico.

-Vale, voy a buscarla.

Mientras la esperaba me senté en un banco cercano todavía en sujetador, puesto que me negaba a ponerme la camiseta sucia.

Y qué le habría hecho yo al universo en otra vida para que en ese momento la puerta se abriese y el chico que me había tirado capuchino ardiendo en las tetas entrase y me viese en sujetador.

Pegó una pequeña carcajada y se dirigió al puesto de la otra secretaria.

Yo no dejaba de mirarle mal, y él lo sabía. ¡Claro que lo sabía! ¡Si le divertía!

-Creo que su mirada marrón clara está abriéndome un agujero en la nuca.-Dijo él a la secretaria con cara de poker y ella se rió.

Después de pedirle su horario él se iba a ir, pero yo le hablé.

-Estoy aquí por tu culpa.-Le dije.

-Sí.-Respondió serio y se fue con aire relajado y tranquilo.

Me entraron unas ganas enormes de estirar los brazos y empujarlo hasta que se diera cuenta de que su caminar con ese aire relajado y esa cara de ''Paz, paz para todo el mundo'' me... perturbaban.

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Bajando por la escalera me imaginaba que cada escalón era la cara del imbécil. Pisaba con tanta fuerza los escalones que al final me dolieron los pies.

Me dirigí a mi taquilla, y en serio me planteé la idea de haber sido una asesina en serie en otra vida y que el universo me estuviese castigando ahora. También me planteé la idea de convertirme en una asesina en ese mismo momento para matar a ese idiota con cara de escalera, que ahora estaba dándole golpes a mi taquilla, incluso con la cabeza, lo que se ve que le dolió. Qué alegría que le doliese.

Fui a mi taquilla.

-¿Qué haces?-Le pregunté iracunda.

-Intento abrir mi taquilla.

-Esa es mi taquilla, no la tuya.

En ese momento dejó de darle golpes y se quedó estático con los ojos abiertos como platos.

-He, he. Uy, vaya.- Dijo, y me miró apretando los labios.-¿Me podrías indicar la dirección de esta taquilla?-Me preguntó incómodo aun con los labios apretados y enseñándome un papel con un número.

-Está por allí.-Le dije señalando a la derecha.

-Vale, gracias y... lo siento.-Dijo serio y se fue con su aire relajado.

En verdad le mentí. Su taquilla estaba en la otra dirección y el muy idiota se lo ha creido.

El resto del día fue normal, empezando por física y química (lo que me aburrió mucho) y terminando por educación física, donde hicimos una carrera en la que quedé última por, como podéis imaginar, mi corazón de cristal. Os preguntaréis por qué acudo a educación física; pues no quiero que nadie sepa que tengo el corazón de cristal, en especial mis compañeros.

La Enfermedad de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora