- Anoche tuve un sueño extraño. –Murmuró en un tono para que sólo su amiga escuchara.- Estaba en una habitación, el lugar se encontraba oscuro, pero por alguna extraña razón podía diferenciar las formas en medio del lúgubre escenario… -Encendió un cigarrillo y dio una pitada larga, llenando sus pulmones de humo.- Las paredes estaban cubiertas en su totalidad por recortes de periódicos, y en todos se leía lo mismo…
Dakaria miró a Stevia, preguntando con la mirada si podía continuar.
- “Joven de 18 años asesina a su médico de cabecera, a su amiga y luego se suicida” –Aclaró su garganta, perdiéndose en el silencio del momento- Al terminar de leer los encabezados, sentí como un miedo irracional se apoderaba de mi cuerpo, las piernas me flaqueaban y el corazón me latía desbocado… Simon, él…
- Daka… -Stevia interrumpió con un aire de decepción- ¿Qué te he dicho sobre jugar videojuegos?
El sonido del timbre anunció que todos debían regresar a sus respectivos salones. Dakaria optó por permanecer en la azotea unos minutos más, y es que la verdad no podía dejar de darle vueltas a aquel extraño sueño que había sentido tan real. Stevia insistía en que era producto de las horas que la pelirroja invertía jugando a Cry of Fear. Era ridículo.
Ridículo en todos los sentidos que la palabra abarcaba. ¿Era posible que un estúpido juego empezara a afectar su mente? No.
- No, no, no.
Dio vueltas por el lugar, se sentó, abrazó sus rodillas y por unos segundos, sólo creyó que tal vez, y sólo tal vez, su amiga no estaba tan errada del todo. Suspiró.
No sufría psicosis como el protagonista del juego. Eliminó una posible enfermedad mental de la lista.
No había tenido alucinaciones, nunca. No, tampoco.
Luego recordó que desde que empezó a jugar, sus ataques de pánico habían vuelto. Había tenido 5 distintos en lo que iba del mes, y eso no era bueno.
- Por lo pronto regresaré a casa. –Balbuceó cuando notó el ruido que hacían los estudiantes al salir de clase.-
Las calles de Estocolmo eran preciosas. Le encantaba salir a caminar por el lugar, y tomar fotografías, o simplemente disfrutar del paisaje que su país natal le obsequiaba.
Se acurrucó en su sweater negro, y jugando con sus manos en los bolsillos, apresuró el paso ya que el frío solía ser muy cruel. Además que su hermano la mataría por llegar tarde.
Silencio. Todo el lugar estaba en silencio, un calosfrío le recorrió la espina dorsal al ver su hogar en completa calma y quietud. Dejó su morral a un lado de la puerta y caminó hacia la sala de estar.
“Daka, hubo un problema en el trabajo.
Regreso en la noche, la cena está en el refrigerador.
David.”
De nuevo esa puta sensación de ahogo. De nuevo sentir que el aire iba a hacer falta, mientras que todo comenzaba a darle vueltas y ella, en vano, trataba de huir de la situación.
Justo cuando creía que iba a desmayarse ahí mismo, unos fuertes brazos la sujetaron. La sensación de malestar aumentó y se extendió por todo su cuerpo. Temblorosa, giró su cabeza 45° y no pudo reprimir aquel grito que escapó de su garganta.
Simon Henriksson estaba ahí. Frente a ella. Y la estaba sosteniendo.
Dakaria abrió los ojos, intentando acostumbrarlos vagamente a la luz, la cual le producía cierto dolor de cabeza. Parpadeó unos segundos, y en ese momento lo sintió. El dolor agudo en su pecho y en su sien hicieron que, por una fuerza mayor, recostara su cuerpo nuevamente en la cama.
¿Cómo había llegado ahí? Lo último que recordaba era haber sufrido un ataque de pánico, luego todo empezó a darle vueltas y… ¡Henriksson! ¡Había visto al jodido Simon Henriksson en persona!
“Mierda, Stevia tenía razón, estoy volviéndome loca…” Sólo pudo pensar en ello cuando divisó a aquel muchacho de 18 años de edad sentado junto a ella, leyendo un libro.
- ¿Me vas a decir por qué has traído a este lugar tan… asqueroso? –Musitó con un tono demasiado tranquilo el contrario. Daka procesó las palabras-
- ¿Perdón? Yo no he sido quien te trajo y… ah, genial Dakaria, estás hablando con tus alucinaciones. David se va a enojar cuando se entere que lo engañaste todo este tiempo, y que en vez de ir con la Dra. Phillips, estuviste en clases de arte.
- Joder, que hablas demasiado. –Su voz se irritó y cerró el libro de golpe.- Mira, no sé cómo de Fäversholm he terminado en este sitio. Sólo quiero regresar a casa.
- ¿Fäversholm dijiste? P-Pero eso es… espera, ¿Entonces eres real? ¿Cómo llegaste hasta aquí?
- Estaba escapando de un idiota que quería asesinarme, y, de golpe ¡PUM! Aparecí aquí y te vi al borde de un ataque de nervios.
Si lo pensaba, ni ella misma lo creía. Se sentó y lo meditó unos segundos, lo primero que debía hacer era llamar a su amiga, pedirle que no la tome de loca, y explicarle lo que había ocurrido, lo cual desencadenaría en una estúpida pelea porque, claro, era ilógico que un personaje ficticio se materialice en tu casa, que te sujete para que evites caer, y encima, estés charlando con él tan tranquilamente sin miedo alguno. Luego recordó que David no tomaría del todo bien que un chico se acerque demasiado a ella. Y además, ¿Por qué diablos seguía pensando en aquel jodido sueño que había tenido hacía ya varias noches?
Dakaria estaba en problemas.