Era un día nublado a punto de llover, era mi primer día de escuela, ya me había cambiado de escuela más de una vez por problemas. Cuando empezó la clase solo tenía una amiga, mi mejor amiga, ella era mi amiga de la infancia y por fin íbamos a estar juntas en la misma escuela. En mi clase estaban las típicas personas los populares, las creídas, los frikis y solo había un chico muy callado, era tímido y eso me llamo la atención. El día se pasó rápido, cuando me di cuenta era la hora de ir a casa así que cogí mi paraguas y salí. Cuando iba caminando vi al chico de antes caminando solo y sin paraguas me dio pena pero no le dije nada. Un chico se acerca y me dice que si quería compañía y yo respondo: vale, no hay problema.
El chico empezó simpático, hubo risas todo bien... Hasta que se pasó de la raya e intentó cosas a si que me fui por otro camino y llegue a casa.
Vivía sola, mis padres trabajaban todos los días y siempre me pasaban dinero para la comida pero siempre tenía el frigorífico vacío, me apañaba con fideos instantáneos. Me puse a ver vídeos en Internet y me acabe durmiendo. Al día siguiente me desperté con hambre y recordé que no tenía comida así que fui a la escuela muerta de hambre, cuando llego dice el profesor que podíamos comer en clase mi cara se puso larga al ver a todos comiendo. Me tire encima de la mesa para no ver como comían y el chico tímido que se llama Raúl se acercó.
Raúl: ¿Oye no tienes para comer?
-No... Pero no tengo hambre.
Saca un sanwich y una barrita de chocolate poniéndola encima de la mesa.
Raúl: Toma.
-Que no tengo hambre.
Y justo en ese momento me suena el estómago, me dio tanta vergüenza que parecía un tomate.
Raúl se fue y comí con vergüenza. En ese momento supe que para ser tan tímido era una gran persona y quería conocerle más y más. De vez en cuando nos mirábamos y coincidían nuestras miradas, ambos terminábamos con las caras rojas. Llegó la hora de ir a casa y me di cuenta... ¡De que era mi vecino!