Misión

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Antes de que pudiese responder correctamente, Yuya fue agarrado del cuello de su camiseta y obligado a pararse de su no tan cómodo taburete.

—Así que decidiste venir, ¿eh?—dijo el agresor escupiéndole en la boca. Yuto se levantó en seguida como un buen amigo—Maldita rata acuática.

—No queremos problemas—dijo primero yendo al buen trato, como siempre lo había intentado—, solo estábamos tomado algo.

—Oh cállate, esto no es contigo—dijo el agresor. Yuya se mantuvo quieto expectante por un par de momentos pero después se movió. Lo único que hizo fue bajar la cabeza y alzar las manos, como si realmente hubiese hecho algo mal.

—Es mi amigo, mi camarada—casi le dolía tener que llamarlo de esa manera—, no puedo dejarlo sólo.

—Eso es lo que tú crees—bufó el hombre. Todo los demás asistentes al bar estaban expectantes, amantes de la pelea y el conflicto, quisieron ser quisquillosos y ver qué era lo que pasaba—. Pero este asqueroso te ha mentido por mucho tiempo—alzó entonces la voz—, ¡a ti y a todos los de este pueblo!

—Por favor, no quiero tener problemas—dijo por primera vez el chico de ojos rojos, totalmente sumiso y muy encasillado en su posición de vulnerabilidad.

—Cállate, un monstruo como tú no merece tener palabra alguna—replicó.

—¿Él es un monstruo?—preguntó Yuto totalmente crítico. Su enojo subía pero sabía que tenía que controlarse—Sólo está tratando de que le sueltes, ni siquiera ha tratado de pegarte o cualquier otra cosa.

—Mi querido vecino—trató de ser enigmático. Todos los demás a su alrededor empezaron a tomarle más atención—, no te culpo por estar tan ciego, ¡la culpa es de este monstruo que te ha hipnotizado con su voz!—todos hicieron un ruido de sorpresa al unísono—Porque este engendro de aquí, ¡es en realidad un tritón!—todos a su alrededor empezaron a murmurar.

—¿Qué?—Yuto fue el primero en responder en voz alta—Oye, deberías de poner más atención antes de tomar tantas cervezas.

—No soy un tritón—replicó Yuya, tenía la nariz asqueada de ese olor repugnante. Lo soportaba cuando era propio o incluso de Yuto, pero de alguien que lo agarraba de esa manera.

—¡Yo no estoy borracho!—gritó—No necesito estar borracho para darme cuenta de que algo en ti no está bien. ¿Quieren pruebas?—preguntó a su público disfrutando del acto—Llegaste hasta este pueblo sin ton ni son. Un día de repente llegaste sin más, un día te instalaste en este pueblo y te escondiste de todos nosotros, ¿tengo o no tengo razón?—todos los demás asintieron y dijeron que era verdad.

—¿Tan siquiera te has parado a escuchar su historia completa?—preguntó Yuto aun con la esperanza de defenderlo. Pero no se puede defender lo indefendible.

—¿La de que sus padres lo expulsaron de casa y que solo encontró refugio en este lugar?—preguntó soltando una carcajada larga y desagradable. Yuya se mostró cun una expresión triste—¡Esa es una historia barata! ¡Demasiado! ¡Tanto que la ha usado más de una sola vez! ¿Te acuerdas de Phena? ¿Esa linda población en la que un chico desapareció confidencialmente un día antes de que tu vinieras a este lugar?—preguntó Yuya negó.

—¡No conozco Phena!—alegó algo paranoico.

—Claro que la conoces, la conoces perfectamente—declaró—. Allí conociste a un chico llamado Yugo, y tú con tu terrible poder de convicción te lo llevaste al mar, lo capturaste y ¡te lo comiste!—gritó para ser escuchado más allá de la taberna.

MisiónWhere stories live. Discover now