Capitulo IV: God, because you have abandoned us

384 50 29
                                    


Oh, mira cómo el hermoso mundo se destruye,
Mira cómo tu hogar desaparece frente a tus ojos,
¿Duele?
Ustedes, humanos, sólo están pagando por sus pecados,
cada cosa que hicieron desde su creación, todo les será devuelto.
Sufrirán viendo cómo todo será arrasado
Y, por primera vez, sentirán lo que es la verdadera...
Desesperación.

En una gran habitación con un fuerte olor a desinfectante, los sollozos de Finlandia no podían ser consolados. Estados Unidos se mantenía firme a su lado; éste acariciaba, con torpeza pero entendimiento, la espalda del país nórdico, por otro lado, Prusia, con celular en mano, avisaba sobre las malas noticias y Rusia observaba todo prudentemente desde la puerta.
El silencio era tenso, la muerte de Sealand era demasiado reciente, tanto que Finlandia no tenía fuerzas para volver a sus tierras. Éste sólo lloraba desde que recobró la conciencia, le inyectaron calmantes más de 5 veces y su estado emocional empeoraba aún más al no tener el apoyo de Suecia, que, valientemente, había asumido el rol de mayor al hacer los trámites para el entierro de Peter. A pesar de que Berwald se había negado rotundamente a ser acompañado por alguna nación no pudo negarse ante la insistencia de Mathias, porque este último tenía razón, no debía quedarse solo o cometería una locura que afectaría a su querida esposa y esa carga era algo que la nación sueca no quería imponer en el sensible Tino, no ahora.

—Creo que ya todo está demostrado, los débiles caerán. —Rusia miró a las demás naciones con desinterés, dándose media vuelta y aproximarse a la puerta con el fin de salir de la habitación.

No obstante, la nación no pudo caminar más de 5 pasos cuando fue detenido bruscamente por un furioso Estados Unidos, que tiró de su cuerpo con toda la fuerza que poseía. El odio era lo único que gobernaba en aquella mirada zafiro.

—¡ERES UN MALDITO BASTARDO! —gritó Alfred con fuerza ante la mirada fría de la otra nación. Lo detestaba, demasiado, tanto que mandó al diablo el hecho de estar en un hospital y golpeó al otro en el rostro con el puño cerrado—. ¡¿CÓMO TE ATREVES?!, ¡ERES TAN EGOÍSTA QUE NO PIENSAS EN NADIE MÁS!

—¡ME ATREVO, CAPITALISTA DE MIERDA! —Iván perdió la compostura y se abalanzó encima del rubio, tratando de asfixiarlo para dejar de escuchar su maldita voz—. ¡SÓLO ERES UN HIPÓCRITA COMO SIEMPRE!

Ambas naciones comenzaron a pelear, tumbados en el suelo. Puñetazos, patadas y demás golpes volaban sin clemencia alguna, percibiéndose en el ambiente la furia, la cual era tanta como para cegarlos en su totalidad, perdiendo ese poco de humanidad.
Alfred había roto la puerta del cuarto de Tino al momento de atravesarla, no hizo mucho caso a este hecho y volvió a levantarse con viveza, tirándose encima del ruso, siendo ahora éste el que pasaba por la puerta rota. Las dos naciones no se detenían, sólo peleaban a puño limpio, lanzándose cualquier cosa que tuvieran a su alcance al mismo tiempo que gritaban barbaridades, volviendo así la situación algo cada vez más y más violento.
No les importaba nada. Los de seguridad ya los apuntaban con armas tratando de frenarlos, sin embargo era una situación tan tensa que humanos comunes no podrían comprender. Ellos eran demasiado débiles en comparación la fuerza de dos poderosas potencias que no se tragaban ni soportaban recíprocamente, tanto que detestaban incluso respirar el mismo oxígeno. Esto ya no se trataba de Sealand, parecía más una manera de ponerse en cara todos los errores, desprecio y odio que sentían entre sí, como si de aquella manera, saldaran todas sus cuestiones personales.

—¡Ambos, cierren la puta boca! —gritó la nación nórdica al igual que sollozos desesperados siguieron después de aquel grito pues estaba teniendo un ataque de pánico.

Pupa [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora