Eres como todos.

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C U A T R O.

Y ahí estaba ella, se veía tranquila esta vez, forzando una sonrisa.

—¿Hola?—levantó su delgada ceja, esta vez sin nerviosismo o eso intentaba ocultar.

—Juliette, necesito que me hagas un pequeño favor—mostré mis dientes, mientras apoyaba mi brazo en el marco de la puerta.

—¿Él quién es?—preguntó mirando a Tobías.

—Soy Tobías—se presentó, extendiendo su mano. Sin embargo, ella se quedó mirándole y no respondió de la misma manera solo noté que tragó saliva con fuerza llevando su mirada atrás de la puerta.

—Y-Yo soy Juliette—respondió sin más preámbulos—. ¿Qué necesitan, policías?—preguntó.

—¿Podemos pasar y hablar más a gusto?—señalé hacia dentro.

—No—Esta vez estaba seria, pareció molestarle el hecho de que queramos entrar.

—Juliette, ¿ocultas algo?—pregunté suspicaz.

Tobías estaba de espectador, apuesto que pensará que ella es toda una loca. Dudo que lo sea, sólo es rara. Le he hecho esa pregunta porque lo más probable es que al final, nos deje pasar. Siento una curiosidad por conocer dónde vive.

—¿Yo?—se señaló a si misma y volvió a mirar atrás—. Adelante.

Comenzó a rascar sus muñecas mientras veía cada paso que hacíamos y cerrar la puerta.
Al entrar me dejó completamente sorprendido, su apartamento se ve mejor de lo que esperé. Además de estar limpio, esta muy bien amueblado. Pero esta rodeada de libros por doquier, en su mesa junto a los muebles frente al televisor hay libros, en la mesa de comedor hay libros y además tiene un estante lleno de ellos. Es una come libros. Siendo franco, no me lo esperaba.

—¿Terminó de chismear, Jean?—Dijo en un tono molesto detrás de Tobías.

Suspiré, resolutivamente le falta una tuerca.

—No estaba chismeando—resoplé.

—Si lo estabas—musitó mi amigo.

—Gracias—dije entre dientes—. En fin, el favor era; ¿recuerdas la vez que te perseguí?

Su mirada comenzó a revolotear, me asustó en un momento creí que le había entrado un espíritu de esos que aparecen en las películas. Ella parece sacada de una película y no lo digo por lo linda, sino lo chiflada.

—Ajá—dijo aún en el mismo lugar-. ¿Por qué no se sientan?-acomodó su cabello y era hora, parece abadada de despertarse.

Ambos nos sentamos pero ella seguía en pie, viendo cada movimiento que hacíamos, era tan acosador que asustaba.

—¿Pudiste ver el rostro del hombre que apuñaló a la mujer?—pregunté, tenía la más mínima esperanza.

—No. Lo siento mucho—se encogió de hombros y se sentó dando un suspiro.

—Pero, la señora Madaline nos dijo que tu viste antes que esa persona llegara.

—Y-Yo... lo vi pero no recuerdo bien su rostro.—Bajó su mirada—. No podré ayudarles, lo siento.

—Gracias de todos modos—habló mi amigo, levantándose.

Ella asintió y nos guío hasta el estrecho pasillo, abriéndonos la puerta.

—Gracias, loca—musité antes que pudiera cerrar la puerta, sin embargo ella respondió.

—Eres como todas las personas, por esa razón nunca confíe en ti—terminó al cerrar la puerta con fuerza.

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