10. Sólo nosotros

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Mordía mis uñas nerviosa, teníamos al rededor de una hora y media, caminando. Seguíamos sin encontrar la maldita salida y lo único que hacia era sofocarme más.

–¡Deja eso! –dijo molesto mientras dio un leve golpe en mi mano.

–Auch... –me quejé mientras le daba una mala mirada a Joel.

–Infantiles –río Erick.
Le di una sonrisa y bese su mejilla.
Me sentía conmocionada en estos momentos.

–¿Y eso porque fue? –hizo un puchero Joel.

–Es que Erick tiene lindos ojos –me solté del agarre de Joel y fui a abrazar al ojiverde quien sólo reía desanimado.

Renato paró el pasó y se dio media vuelta mirándonos con tranquilidad.

–Lo siento chicos, pero no todos podremos salir de aquí.

Apunto a Erick con el arma y apretó el gatillo dándole directamente en la frente.

–¡Erick! –chillé.
Sus ojos seguían abiertos y se movía intranquilo intentando de parar el dolor.

Renato volvió a disparar dándole esta vez en el pecho, su cuerpo dejo de forcejear y se hundió en el agua dejándonos sin rastros de el.

Joel tomo mi mano y comenzamos a correr en dirección contraria a la de Renato. Se me hacia difícil correr a causa del agua, era como caminar entre la nieve, demasiado pesado.

De un momento a otro detuve mi pasó, sin ganas de seguir adelanté.

–Kelly... –se acercó y acaricio mi rostro. Podía ver con claridad la sangre que corría por su frente–. Yo se que te gusto... Lo note en tu mirada desde que entraste por la puerta principal para conocernos, esta mañana me salvaste la vida.

Desvío la mirada pero pronto la tenía de nuevo sobre mis ojos.

–¿Se puede saber que demonios te pasa ahora? –dijo apretando los dientes con enfado.

–No me gusta que me amenacen –susurré en su dirección con los ojos cristalinos.

–¡¿Ahora te estoy amenazando?! –grito en mi rostro apretando el agarre en mis brazos.

Se dio cuenta de lo que hacía y poco a poco aflojo el agarre.

–Ahora soy yo el que dice como se hacen las cosas –volvió a tomarme del brazo y camino conmigo.

La única razón por la que había parado era porque quería ser la distracción, quería salir corriendo y llamar la atención de Renato para que Joel pudiera salir pero parecía algo imposible.

Escuchamos unos pasos aproximarse.

–¡Corre! –grito Joel.
Me tomo de la mano y comenzamos a correr sin dirección alguna.

–¡Vengan aquí! ¡No podrán conmigo! –se escucho como golpeó la pared con fuerza, parecía fuera de si.

–Joel... Donde estas –cantó mi nombre.

–Ven acá –Joel me apegó a su cuerpo y nos escondimos en el tope de la pared oscura.

–¡Da la cara cobarde! –gruño.

Mi corazón latía con fuerza, tenía miedo, mucho miedo.

M&G |Joel Pimentel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora