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Caminé por la angosta vereda con los ojos en el suelo, observaba mis pies moverse a un tiempo constante, las hojas marrones y amarillas de los árboles se interponían por el viento y crujían bajo mis extremidades. La música invadía mis oídos creando un ambiente completamente relajante, la canción Since I've Been Loving You sonaba con suavidad y lograba hacerme sentir confiada. Una brisa movió varios mechones de cabello delante de mi vista haciéndome reír, a pesar de que el sonido impedía que escuchara con claridad pude oír el rugir de un motor. Mis ojos miraron atrás para contemplar una moto negra que avanzaba lentamente unos metros atrás de mí, el conductor llevaba un casco y gafas que cubrían su rostro. Una sonrisa burlona se plasmó en él y con nervios continué mi camino, ésta vez mis ojos observaron al frente. Me convencí de que tan solo se trataba de alguien que debía ingresar al garage de alguna casa y que sonrió por mera educación, volví a concentrarme en la voz del cantante y en la hermosa guitarra que sonaba pero una bocina sonó más cerca y di un pequeño respingo. Me quité los auriculares sin dudar y me detuve, giré sobre mis pies y encaré a quien me seguía.

La moto también se había detenido y el conductor había bajado; se encontraba apoyado en el asiento mirándome con la misma sonrisa. A la vista podía darle como máximo unos veinte años, cosa que me tranquilizaba aunque no quitaba el peligro que podía conllevar.

—¿Se te ofrece algo?—balbuceé.

El ignoto no respondió, solo dejó que una risa se escapara de sus labios y mi ceño se frunció con molestia, estaba molestándome.

Me limité a asentir y giré sobre mi eje para seguir caminando pero una grave voz me detuvo.

—Tu número no estaría mal...

«Apuesto que una patada en tu zona sensible estaría mejor»

Aún así decidí seguir avanzando e ignorar a quien intentaba coquetear conmigo pero unos pasos se apuraron, me giré con velocidad y se detuvo antes de llegar a mí.

—¿Quieres dejar de seguirme?—espeté con temor, no sabía quien era y me sentía asustada.

—No hasta que me digas quién eres—exigió él.

—¿Disculpa? ¿por qué iba a hacerlo? Ni siquiera sé quien eres tú—respondí arrugando mi nariz.

Escuché como soltó un suspiro y lentamente llevó sus manos a las gafas y se las quitó, dejando ver unos oscuros ojos, enseguida lo reconocí. Guardó con cuidado el objeto en el bolsillo de su chaqueta y llevó nuevamente sus manos a la zona de la cabeza, quitando el casco y liberando un salvaje cabello negro y crecido.

En mis ojos se presentó la confusión, Kaden ya sabía quien era yo, ¿no es así? ¿es eso a lo que se refiere?

—¿Qué quieres?—insistí—, ¿así es como haces las cosas? ¿empujas a las personas y después las sigues para pedirles su número?—añadí.

—¿Tienes problemas auditivos? Quiero saber quién eres—respondió.

Mis ojos se entrecerraron con desconcierto, no entendía que quería, no encontraba sentido a su pedido. No podía ignorar que incluso había ignorado mis otras palabras. Abrí la boca pero no solté nada, no encontraba respuesta y sus ojos me observaban con intensidad esperando a que hablara pero me encontraba estancada sin saber que hacer.

—Mira... Kaden, ¿no? No entiendo que quieres saber, lo mejor será que te subas a tu moto y molestes a otra persona—puntualicé y me giré para caminar hacia casa.

—No, no, espera...—me tomó del brazo pero me solté con agresividad.

—¡No me toques! ¡Déjame en paz! ¿pero quién te crees que eres?—exclamé con furia y él me observó perplejo, sus facciones se desencajaron y su rostro se sumió en una seriedad completa.

POSESIÓN LETALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora