Martín vivía en la desdicha. Donde lo irónico, lo inverosímil y lo trivial conviven día a día, no en armonía, no deleita la vista verlos juntos, pero así es la ciudad.
Él solía ser aplicado en el colegio; un alumno ejemplar, un amigo que siempre escuchaba.
Martín volvía del colegio. La sudadera negra que portaba dejaba en evidencia el clima frío del entorno; poseía naturaleza silenciosa, sus pasos no producían sonido alguno, tampoco las llaves que sujetaba.
Entró a su hogar: pequeño, sin mascota, ni sofá cómodo, ni televisor grande, ni consola de videojuegos. Pasó el día entero en el ordenador, platicando con sus amigos, solo ahí se sentía escuchado.
Al día siguiente con la pereza que cargaba y la incomprensión de la gente que lo rodeaba partió al colegio. A pesar de la compañía de sus amigos, su estadía en el plantel comenzaba a ser nostálgica; las risas, las palabras de afecto, los recuerdos, todo tenía un aire de melancolía.
Evitaba ser expresivo, no solía avergonzarse o sentir pena. Pero su silencio se debía a un problema más grande. De su garganta no emergían sonidos. No siempre había sido así, por eso Martín se llenaba de nostalgia al pensar que alguna vez fue como los demás. Ahora solo era como un pilar, como piedra, sin voz, sin opinión, sin ser escuchado.
Las clases pasaron lentas, como si desfilasen frente a su desdicha, a paso lento, sin compasión alguna. Comenzó a notar los usos que la gente daba a su voz. Notó el lado amable, las palabras de cariño, los cumplidos, elogios, las palabras de ánimo, esas palabras irradiaban belleza, en las que el ser humano abandonaba sus más profundos sentimientos. También comenzó a observar el lado oscuro de la voz, como sus compañeros hablaban mal unos de otros, como mentían para ocultar sus errores, como inventaban excusas. La nostalgia inundaba su ser, pensó que si tuviese voz no la usaría para tales infamias; seguramente llegaría con sus padres y hablaría sobre su día, participaría más en clase, demostraría su afecto a sus amigos. Era inútil pensarlo, quedarse sentado no iba a acercarlo a su sueño. Pero ya nada más podía hacer.
Los días pasaron virtuosos. Martín dejó de intentar hablar y comenzó a escuchar, entonces en verdad conoció a sus amigos. Era de pensamiento noble pero no soportaba la hipocresía de sus compañeros de clases. Solo contempló como las amistades falsas persistían, y las verdaderas se volvían cada vez menos frecuentes. Entonces se preguntó ¿Qué rayos le sucede al mundo?
En medio de su desdicha decidió cambiar su rutina, aunque el clima nublado lo ameritaba. En vez de caminar durante el descanso, decidió sentarse y observar. Miraba a los estudiantes pasar, dejó de pensar en él y comenzó a ver lo que hacían los demás. Observó que los jóvenes se formaban en grupos pequeños, entendió la amistad entre estos, la vio en distintos niveles y distintas formas, cordial, vulgar, verdadera, falsa, pudo verlo todo; por otro lado alcanzó a notar parejas, como se dilataban sus pupilas al verse, la sonrisa de afecto, siempre alejadas de los demás, parecía no importarles lo que pasase en derredor; giró la mirada y observó a un grupo de jóvenes, caminando mientras conversaban, llegó un joven más, de aspecto alegre y ésta sensación se transmitió a los otros, entonces entendió que las emociones se transmiten, como el calor abrasador o las enfermedades. También notó otro detalle importante: Cada ser humano tiene una historia, esta entra en contacto con otras por voluntad propia y es la misma voluntad la que desliga nuestra historia con cualquiera ajena. Dirigió su vista a un punto distinto, en el momento y lugar exacto en que los rayos del sol asomaban de entre las nubes, se dejó mostrar entonces una pequeña sonrisa, acompañada de una pequeña carcajada, en un rostro angelical, en un cuerpo pequeño, en un grupo femenino. Una sensación por completo desconocida invadió su ser, quiso desertar pero ya era tarde, se había condenado ser esclavo de una necesidad social, idolatraría a una diosa inalcanzable, acabarían sus días de libertad y razonamiento, se había enamorado.

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Mi Piano y Yo.
Teen FictionMartín en medio de su juventud ha perdido la voz por causa de su imprudencia. Tras esta desgracia la sociedad lo trata como una persona especial, cosa que Martín no desea. En su esmero por ser tratado como a los demás se da cuenta de la belleza que...