Con el pulso en los oídos, salgo a la luz del sol, deslumbrante y cegador durante unos instantes.
Doy una vuelta sobre mi misma, lentamente, tratando de comprender el paisaje que ha sido revelado ante mí.
Mi alrededor consta de una llanura, no demasiado grande, de unos cincuenta metros cuadrados. A partir de ahí, unas enormes murallas cubren mi visión. Son altas y rodean al completo el terreno de la llanura, excepto por las grandes aberturas que las cruzan. Miden lo mismo que las murallas y, por lo que puedo observar, llevan más allá, esa es la salida a la verdadera Arena.
El paisaje me confunde, por lo que vuelvo mi vista a la cornucopia. Es una mesa de piedra, tan impresionante como los muros que hay en torno a mí. Las armas letales y los alimentos básicos se encuentran sobre ella.
Sin embargo, un admirable cuchillo plateado se encuentra a menos de quince metros de mí. Miro a la tributa rubia de mi derecha, del ocho, creo. Ella también observa con codicia el aparato.
La cuenta a tras va a terminar. Evalúo las posibilidades, los pros y contras. No puedo arriesgarme a acercarme más a la cornucopia, pero tampoco puedo salir a la Arena sin nada. Debo ser más rápida que ella o estoy perdida. Necesito ese arma.
Tres
Dos
Uno
¡Gong!
El susto hace poner mi cuerpo en movimiento tan rápidamente, que cuando llego al cuchillo, la rubia aún está a un par de metros de mí. Pero en lo que me agacho y lo recojo, ya ha llegado.
Debe de estar tan nerviosa como yo, porque cuando me agarra por el tobillo, sus manos están empapadas en sudor, así que doy un par de tirones y es fácil zafarme.
Agarro con fuerza el cuchillo y corro lo más que puedo por una de las enormes aberturas.
Cuando estoy segura de que llevo más de cuarenta minutos seguidos sin parar de correr, comienzo a caminar. EL corazón se me sale del pecho al comprobar que solo hay pasillos y más pasillos.
<<Es un laberinto>> pienso. Todos mis intentos por recordar el camino son vanos, y eso me frustra.
Creo que me estoy poniendo histérica sin necesidad, así que me paro a comer algunas plantas. Me cuesta encontrar las buenas, porque sé que un paso en falso me saldrá caro.
Es entonces cuando suenan los cañonazos. Uno, dos, tres… Diez. Veinte personas que lloran la muerte de sus hijos.
Espero que ninguno de esos hijos sea Sebas. De todas formas lo sabré esta noche… y eso me aterra.
Un par de horas de caminos después, las paredes del laberinto terminan, y a unos diez metros encuentro el reconfortante olor de agua dulce. Asomo la cabeza entre los muros y miro a ambos lados. La llanura es tan extensa de largo que no veo su final, simplemente siguen los diez metros de ancho y luego el río. Todo está rodeado por una última muralla sin aberturas, el agua es el final de la arena.
Me aseguro de que no haya nadie a mi alrededor, aunque podrían salir de cualquiera de los pasillos. Aprieto los dientes y salgo corriendo. Meto la cabeza en el agua y bebo toda la que puedo.
Tiene tanta profundidad que parece el mar, pero aparte de ser dulce, va calmada. Apenas se nota su cauce.
Vuelvo al laberinto y busco un lugar cercano al agua para pasar la noche. Recolecto algunas de las plantas cercanas para comer. Todas son hierbajos y son de todo menos sabrosas, pero mi estómago lleva un rato rugiendo y las necesito.
El sol está tan escondido que no me doy cuenta realmente de las plantas que estoy toqueteando. Sin embargo, justo cuando voy a coger una de ellas, un escalofrío me recorre el cuerpo, como si llevara la palabra “peligro” escrita.
Entonces recuerdo algunos juegos anteriores, la planta se llama Gympie Gympie. Produce un veneno que, con tan solo tocarla, ha llevado a tributos a suicidarse por el dolor. Me alejo de la mata y me preparo para dormir.
Al caer noche cerrada, las notas pedantes del himno de Panem llegan a mis oídos. El sello del Capitolio flota en el cielo, y por primera vez me pregunto desde que punto de la Arena estarán viendo esto los demás tributos.
La primera foto en aparecer es del chico del Distrito 3. Después, el tributo del 5. Eso significa que Ray sigue vivo, y no sé qué sentir respecto a eso. Las chicas del 6 y 7. Los dos tributos del 9. Aprieto los dientes por miedo a ver la cara de Sebas. Entonces aparece la cara de la tributo del 11, y suelto un suspiro de alivio. Por último, también el chico del 11 y los dos del 12.
Si llevo todo el día caminando hacia lo que creo que es el oeste, me va a llevar por lo menos medio día más alcanzar el norte.
Me levanto y camino, hacia lo que creo que es el lago. Si me quedo en medio del pasillo, tan expuesta, seré un objetivo fácil, cualquiera podría encontrarme y matarme con mi propio cuchillo. El miedo que tengo me ayuda a mantenerme despierta.
La adrenalina me llega a la punta de los dedos cuando, al girar en una de las paredes, veo a unos veinte metros a otro tributo, que no logro reconocer.
Doy la vuelta y echo a correr. No me he quedado con la cara de la persona, pero juraría que era uno de los profesionales. <<El próximo será mi cañón>> pienso.
Entonces una idea furtiva pasa por mi mente, el lago. Corro hacia el agua. La distancia que tenía de ventaja se debe de estar estrechando, porque cada vez oigo la respiración acelerada de mi perseguidor más cercana.
Al llegar al lago, me zambullo de golpe, para notar el agua congelada de la noche. Supongo que he calculado mal la distancia, porque mi cabeza choca contra el fondo y me deja atolondrada.
Espero escuchar a mi depredador sumergirse.
Nada. Estoy a salvo. No sé a donde habrá ido, tal vez cree que moriré por mi propia cuenta.
Me cuesta un poco sacar la cabeza de nuevo, el golpe y el frío hacen que mi mente se confunda. Creo que así se siente estar drogada. La leve corriente del río me arrastra. Mis movimientos son limitados, tengo las articulaciones entumecidas.
Imagino a mi hermano pegado al viejo televisor del orfanato. No he matado a nadie salvo a mí misma, supongo que le he fallado.
Entonces, algo agarra la parte de atrás de mi camisa y tira de mí mientras toso. Mi cuerpo cae sobre el de otro tributo, supongo que mi perseguidor, ¿por qué me ha salvado?
Me tumba con cuidado en el suelo y se sienta a mi lado. Está oscuro y aún tengo la vista borrosa, pero le reconozco al instante.
¿Ray?
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La historia de un derrumbamiento.
FanfictionAnnie Cresta ha muerto tras batallar dos años contra sus demonios. Su hermana, Briny, tendrá que presentarse voluntaria a los juegos si no quiere que su hermano sufra la ira del presidente Snow.